TERCER
COLOQUIO
DIGNIDAD
Y SANTIDAD DE NUESTRO FIN
MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD
Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS
San Juan Eudes
Para
comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
digamos la siguiente oración:
Profesión de Humildad
Señor Jesucristo,
nada somos,
nada podemos ni
valemos,
nada tenemos a no
ser nuestros pecados.
Somos siervos
inútiles, nacidos en la enemistad,
últimos de los
hombres,
primeros de los
pecadores.
Sea para nosotros
la vergüenza y la confusión,
y para ti, la
gloria y el honor por siempre jamás.
Señor Jesucristo,
compadécete de nosotros. Amén.
TERCER
COLOQUIO
DIGNIDAD
Y SANTIDAD DE NUESTRO FIN
1
¿Con qué fin nos
ha creado Dios? Con el mismo fin que a los ángeles. Dios ha puesto al hombre en
la tierra para que hiciera en ella lo que los ángeles hacen en el cielo, es
decir, para adorar, alabar, amar y servir a Dios y para seguir en todo y por
doquiera su santa voluntad. Debemos llevar, por lo tanto, una vida angélica y
colocar nuestra dicha en realizar estas cosas.
Humillémonos,
detestemos nuestra malicia, renunciemos para siempre al príncipe de las
tinieblas. Deseemos ardientemente imitar a los ángeles, comenzando aquí en la
tierra lo que haremos eternamente en el cielo. Roguémosles que nos asocien a
ellos en las alabanzas que tributan sin cesar a Dios, y que nos hagan
partícipes de su amor y su fidelidad.
2
Dios nos ha puesto
en la tierra para el mismo fin que a los santos patriarcas, profetas,
apóstoles, mártires, pastores y sacerdotes y demás santos que vivieron acá
abajo y que ahora se encuentran en el ciclo. Ellos eran hombres como nosotros,
de carne y hueso, igualmente frágiles, expuestos a los mismos peligros y
tentaciones. Nosotros formamos parte de la misma Iglesia que ellos, adoramos el
mismo Dios, tenemos el mismo Salvador y mediador, Jesucristo, nuestro Señor;
poseemos el mismo Evangelio, los mismos sacramentos, la misma fe, la misma
esperanza y las mismas promesas. Y el mismo que los santificó tiene un deseo
infinito de santificamos si no lo obstaculizamos. Sin embargo, ellos son santos
y sirvieron a Dios en santidad y justicia en su presencia todos los días de su
vida. San AGUSTÍN, Confes. 1.1.
¿Y nosotros? ¿Qué
somos y qué hacemos? ¡Cuántos motivos tenemos para humillarnos! ¡Qué diremos al
Hijo de Dios cuando, en el día del juicio, nos mostrará a todos sus santos, que
fueron semejantes a nosotros y nos hará ver que era mucho más fácil seguirlo a
él corno ellos que imitar a los que ahora se ven forzados a gritar en el
infierno: Nosotros, insensatos, nos apartamos del camino dela verdad y
recorrimos desiertos intransitables.
Decidámonos a
caminar por las sendas de los santos, a leer y escudriñar sus vidas,
especialmente las de aquellos que tuvieron nuestra misma profesión, para
imitarlos. Y roguémosles que nos alcancen esa gracia.
3
Pero no sólo
tenemos un mismo fin con los ángeles, arcángeles, querubines y serafines y con
todos los santos; también lo tenemos con la reina de los ángeles y de los
santos, con nuestro Señor Jesucristo y con el Dios tres veces santo. Porque la
santa Virgen y nuestro Señor Jesucristo estuvieron en la tierra únicamente para
honrar y glorificar a Dios y para hacerlo conocer y adorar. ¿Y cuál es el fin
de Dios sino Dios mismo? ¿Cuál es la mayor y continua ocupación de las tres
divinas Personas sino alabarse, bendecirse, amarse y glorificarse las unas a
las otras?
Pues bien, para
ese mismo fin nos ha hecho nacer Dios: para honrarlo y glorificarlo y darlo a
conocer a los demás en todas las formas posibles.
¡Cuántas
obligaciones tenemos con nuestro Creador por habernos hecho para un fin tan
admirable y por habernos unido en alianza maravillosa con sus ángeles y santos,
con su santa Madre y con él mismo!
¡Qué santa debe
ser nuestra vida! ¡Cuán puros deben ser el fin y las intenciones de nuestros
pensamientos, palabras y acciones! ¡Sin embargo, la mayoría de los hombres
viven como si hubieran sido creados únicamente para la tierra, para buscar
honores, posesiones y placeres para sí mismos y para el mundo, el demonio y el
infierno!
Y nosotros, ¿qué
hemos hecho hasta ahora? Sintamos horror de nosotros mismos, de nuestra vida
pecadora. Porque todos caemos muchas veces. Deseemos fuertemente convertirnos
del todo a Dios y vivir en adelante sólo para tender a nuestro fin y conducir a
él a nuestros semejantes.
Jaculatoria:
¿Señor, no te tengo acaso a ti en el cielo? ¿Contigo, qué me importa la tierra?
Así declaramos a Dios que sólo a él buscamos en el cielo y en la tierra, que
renunciamos a todo lo demás y que deseamos que todos nuestros deseos y anhelos
tengan por objeto solamente a él.
Para
finalizar cada día:
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros,
líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame
Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,
líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia,
líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús
dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo
y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga
caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí
se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo.
Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con
tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste
hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda
nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu
ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la
tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón
de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles
Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
Todos los santos y
santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano,
si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María
Purísima, sin pecado concebida.