sábado, 14 de septiembre de 2024

Y SI YO FUERE ALZADO DE LA TIERRA, TODO LO ATRAERÉ. Comentario al Evangelio de la Catena aurea de santo Tomás de Aquino

 


14 de septiembre

LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

 

Comentario al Evangelio de la

Catena aurea de santo Tomás de Aquino

 

Juan 14, 27-33     "Ahora mi alma está turbada. ¿Y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por eso he venido a esta hora. Padre, glorifica tu nombre". Entonces vino una voz del cielo que dijo: "Yo lo he glorificado, y otra vez lo glorificaré". Las gentes que estaban allí, cuando oyeron la voz, decían que había sido un trueno. Otros decían: "Un ángel le ha hablado". Respondió Jesús, y dijo: "No ha venido esta voz por mi causa, sino por causa de vosotros. Ahora es el juicio del mundo; ahora será lanzado fuera el príncipe de este mundo. Y si yo fuere alzado de la tierra, todo lo atraeré a mí mismo". (Y decía esto para mostrar de qué muerte había de morir). (vv. 27-33)
 

Crisóstomo In Ioannem hom., 66.

Como el Señor había exhortado a sus discípulos a la muerte, a fin de que no se diga que viendo de lejos los sufrimientos, como hombre le es fácil filosofar sobre este punto y darnos consejos, quedándose El seguro de todo peligro, se nos manifiesta en su agonía, y no temiendo la muerte por los bienes inmensos que de ella había de reportar. Por eso dice: "Ahora mi alma está turbada".
 

San Agustín In Ioannem tract.,.

Yo creo escuchar: el que aborrece su alma en este mundo, para la vida eterna la guarda, y arde en deseos de menospreciar al mundo, y ante mi vista nada son los bienes de este mundo por muy duraderos que sean. Todas las cosas temporales me parecen viles y despreciables por amor a las eternas. Y otra vez vuelvo a escuchar al Señor, que dice: "Ahora mi alma está turbada". Me mandas que acompañe a tu alma y veo que tu alma está turbada; ¿cuál será mi fundamento si la piedra sucumbe? Reconozco, Señor, vuestra misericordia, porque turbándoos por un exceso de caridad, consoláis así a muchos que forman parte de vuestro cuerpo y que no pueden menos de turbarse a causa de debilidad. Vos les consoláis a fin de que no perezcan por la desesperación. Sobre sí, pues, quiso nuestra cabeza tomar todas las enfermedades de sus miembros, y por eso no ha sido turbado por nadie, sino que, como se indica, "se turbó a sí mismo" ( Jn 11,33).
 

Crisóstomo ut supra.

Al aproximarse a la cruz, hace ver lo que en El hay de humano, y a la naturaleza que no quiere morir, porque está apegada a la vida actual, enseñando que El no está libre de las pasiones humanas, y que no es un crimen desear la vida presente, como tampoco lo es el tener hambre. Cristo tenía su cuerpo limpio de pecado, pero no estaba exento de las necesidades de la naturaleza. Esto era efecto de la economía de su encarnación y no pertenecía a la divinidad.
 

San Agustín ut supra.

Por último, el hombre que quiera seguir, oiga en qué hora debe hacerlo. La hora terrible se acerca quizá; se presenta la ocasión, o de cometer la iniquidad, o de soportar el sufrimiento. El alma débil se turba. Oye, pues, lo que añade: "¿Y qué diré?".
 

Beda.

¿Qué otra cosa es esto, sino instruir a mis seguidores? "Padre, sálvame de esta hora".
 

San Agustín ut supra.

Te he enseñado a quién debes invocar, y a cuya voluntad debes someter la tuya; y no te parezca que El se halla rebajado de su inefable alteza porque te eleva de lo profundo de tu bajeza, sino que tomó sobre sí las enfermedades humanas, a fin de poder enseñar al desgraciado a que exclame ( Mc 14,36): "No lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres". Y luego añade: "Por eso vine en esta hora".
 

Crisóstomo ut supra.

Como si dijera: nada tengo que decir para sustraerme a vuestras súplicas, dado que para eso vine en esta hora; palabras que pueden interpretarse: aunque nuestra alma se vea turbada y tengamos que padecer muchos males, no nos es lícito huir la muerte; porque yo, turbado también ahora, no la evito, sino que estoy presto a sufrir lo que venga. No digo, líbrame de esta hora, sino al contrario: "Glorifica tu nombre". Enseñó también cómo se muere por la verdad, llamando a esto gloria de Dios, y así fue, en efecto; pues que había de suceder que después de la cruz todo el orbe se convertiría, y conocido el nombre del verdadero Dios, le adoraría. Esto redundaba en gloria, no sólo para su Padre Eterno, sino también para el Hijo, si bien El lo calla.

Y sigue: "Una voz se oyó que desde el cielo decía: Le he glorificado y de nuevo le glorificaré".
 

San Gregorio Moralium 28, 2

En estas palabras, Dios habla por ministerio de un ángel, de modo que si los ojos nada ven de su inefable esencia, los oídos escuchan las divinas palabras. Sin embargo, hablando de cosas celestiales, quiere que sus palabras sean escuchadas por todos, sirviéndose del intermedio de una creatura racional.
 

San Agustín In Ioannem tract., 52.

Glorifiqué, se refiere a una época anterior a la creación, y de nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos. O, según otra interpretación: le glorifiqué, cuando nació del seno de una Virgen; cuando ejerció estupendos milagros; cuando el Espíritu Santo descendió sobre El, tomando forma de paloma. Y de nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos; cuando suba a los cielos a manera de Dios que es, y cuando su gloria se esparza por los ámbitos del mundo.

"La turba que rodeaba, escuchando, decía que era un trueno".
 

Crisóstomo In Ioannem hom., 66.

La voz era bastante clara y significativa, pero pasó como un relámpago sobre aquellos hombres groseros, presa de la molicie y de la pereza. Estos escucharon tan sólo el sonido de la voz; otros pudieron entender que era voz articulada, a pesar de no comprender su significación, y a éstos se refiere cuando añade: "Otros decían: Un ángel le ha hablado".

"Respondió Jesús, y dijo: No por mí se ha dejado oír esa voz, sino por vosotros".
 

San Agustín ut supra.

Con estas palabras se manifiesta que esta voz no se dirigía a indicar a Jesús lo que ya sabía, sino a aquellos que tenían necesidad de que se les indicase. Y así es como la voz había hablado, no a causa de El, sino por ellos.
 

Crisóstomo ut supra.

La voz del Padre se dirigía a destruir la afirmación de los que decían que Jesús no procedía de Dios. ¿Cómo no ha de proceder de Dios Aquel que es glorificado por Dios? Considera que estas cosas humildes fueron hechas a causa de ellos, pero no porque el Hijo necesitase de tal auxilio. Dice "glorificaré", y manifiesta en seguida el modo de la glorificación. Y prosigue diciendo: "Ahora es el juicio del mundo".
 

San Agustín ut supra.

El juicio que se espera para el fin, será de premios y de penas eternas, y así hay dos clases de juicios: el de condenación y el de separación, y a éste se aludía; porque Jesús había segregado a los redimidos por El del poder del demonio. Tal es el sentido de lo que sigue: "Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera". No vayamos a creer que el diablo sea llamado príncipe del mundo porque se le haya concedido poder alguno sobre el cielo o la tierra, sino que aquí se entiende por mundo las almas de los perversos que llenaban el mundo. Las palabras príncipe de este mundo, quieren, pues, decir de los hombres malos que habitan en el mundo. También se llama mundo con relación a los buenos, que asimismo llenan el mundo, y en este sentido dice el Apóstol ( 2Cor 5,19): "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo". Estos son aquellos de cuyos corazones ha de desalojarse el príncipe del mundo; porque el Señor preveía que después de su pasión y glorificación habían de creer en El todos los pueblos de la tierra, en cuyos corazones el diablo tenía a la sazón alojamiento, y que sería arrojado de ellos cuando los hombres, renunciando al diablo, abrazaran la fe. Mas, ¿por ventura, no fue arrojado fuera de los corazones de los antiguos justos? ¿Cómo, pues, se dice que ahora se arrojará, sino en el sentido de que lo que antes se había hecho con pocos, ahora se predice que se hará con muchos y grandes pueblos? ¿Acaso, dirá alguno, porque el diablo sea arrojado fuera, ya no tienta a ninguno de los fieles? Antes al contrario, no cesa de tentarlos; pero una cosa es reinar dentro del alma, y otra sitiarla exteriormente.
 

Crisóstomo ut supra.

Cuál sea este juicio por el que el diablo es arrojado fuera, lo hará manifiesto con un ejemplo: Si un acreedor apalea y mete en la cárcel a sus deudores, usa de un derecho. Pero si impulsado por ciego furor hace lo mismo con otras personas que nada le deben, en ese caso tendrá que responder no sólo de éstos, sino de aquellos. Del mismo modo, el diablo será castigado de las cosas hechas contra nosotros, por haberse atrevido contra Cristo. Pero ¿cómo, dirá alguno, será arrojado fuera, si te ha vencido? Por eso continúa: "Cuando yo fuere elevado sobre la tierra, atraeré todas las cosas a mí". ¿Cómo ha de considerarse vencido el que lo atrae todo a sí? El decir esto es más que decir resucitaré, porque esto último no supone el atraer a los pueblos a sí; pero diciendo atraeré supone ambas cosas.
 

San Agustín ut supra.

¿Mas qué cosas son éstas que debe atraer sino las personas de quienes ha sido desalojado el diablo? Y adviértase que no dice todos, sino todas las cosas, porque no todos estarán en posesión de la fe, y porque no se refiere a todo el conjunto de los hombres, sino a la integridad de su naturaleza, esto es, al espíritu, al alma y al cuerpo; a aquello por cuyo medio entendemos, a aquello por cuyo medio vivimos, y a la parte física sujeta a los sentidos externos. Y si por la palabra todos hubiéremos de entender los mismos hombres, diremos que son los predestinados a la salvación, o aquella especie de hombres que, estando exentos de pecado, se distinguen de los demás hombres por innumerables diferencias específicas
 

Crisóstomo ut supra.

¿Y cómo dice Jesucristo en otra parte que el Padre atrae? Porque en realidad, el Padre atrae cuando atrae el Hijo. Dice atraeré, como si los hombres, aherrojados por un tirano, no pudiesen por sí mismos librarse del cautiverio para ir a El.
 

San Agustín ut supra.

Mas, "si yo fuere, dice, levantado de la tierra", esto es, cuando sea levantado. Puesto que Jesús no puede dudar de que se han de cumplir las cosas que ha venido a realizar, y su exaltación no es otra cosa que su muerte en la cruz. De aquí las palabras del evangelista, que añade: "Esto lo dijo, porque había de morir de muerte violenta".

               

34-36          La gente le respondió: "Nosotros hemos oído de la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Pues cómo dices tú: Conviene que sea alzado el Hijo del hombre? ¿Quién es este Hijo del hombre?" Jesús les dijo: "Aún hay en vosotros un poco de luz; andad mientras que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; y el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va; mientras que tenéis luz, creed en la luz para que seáis hijos de la luz". Esto dijo Jesús, y se fue y se escondió de ellos. (vv. 34-36)
 

San Agustín In Ioannem tract., 52.

Cuando los judíos oyeron que Jesús hablaba de su muerte, le arguyeron cómo decía que había de morir. Por eso se dice: "Respondió la turba: Nosotros sabemos por la Ley, que Cristo permanece eternamente. ¿Y cómo dices tú: Conviene que el Hijo del hombre sea exaltado?" Ellos conservaban en la memoria que Cristo había dicho repetidamente que era el Hijo del hombre, porque en este lugar no dijo: "Si el Hijo del hombre fuese exaltado", como había dicho antes ( Jn 12,23): "Llega ya la hora en que el Hijo del hombre sea glorificado"; mas no recordándolo, dicen: ¿Cómo puede suceder que el Hijo del hombre sea levantado de la tierra? Esto es, ¿cómo ha de morir en una cruz?
 

Crisóstomo In Ioannem hom., 67.

Aquí es de advertir, que los judíos comprendían muchas de las cosas que se les decían por parábolas, porque habiendo ya Jesús de antemano hablado de su muerte, ellos sospecharon que su exaltación se refería a la muerte que había profetizado.
 

San Agustín ut supra.

O comprendían que Jesús hablaba anticipándose a lo que ellos pensaban hacer. No fue, pues, la sabiduría infusa, sino su propia malicia la que interpretó aquellas oscuras palabras.
 

Crisóstomo ut supra.

Observa con cuánta malicia preguntan: "Nosotros sabemos por la Ley, que Cristo no padece (por pasión se entiende en muchos lugares de la Escritura una idea relacionada con la resurrección), sino que permanece eternamente", como si entre estas dos ideas hubiese contrariedad, y como si la pasión fuese un impedimento para la inmortalidad. Pero creían demostrar con esto que El no era el Cristo, porque Cristo permanece eternamente. Después añaden: "¿Quién es ese Hijo del hombre?". Estas palabras están llenas de malicia, porque es como si dijeran: no juzgues que por odio te decimos esto, sino porque no sabemos de quién hablas. Mas Cristo responde haciendo ver que no hay incompatibilidad entre su pasión y la eterna inmortalidad, y por esta razón continúa: "Díjoles Jesús: Aun la luz está entre vosotros por breve tiempo". Esto es: Yo, que soy la luz, debo permanecer entre vosotros algún tiempo. Manifestando de esta manera que su muerte no era otra cosa que un tránsito, a semejanza de la luz solar que no muere, sino que desaparece un poco para volver a brillar.
 

San Agustín ut supra.

O de otra manera: Aún existe alguna luz en vosotros, merced a la cual entendéis que Cristo permanece eternamente. Así, pues, "caminad (esto es, acercaos más a la luz, entendedlo todo, que Cristo morirá y vencerá eternamente) en tanto que estáis en posesión de la luz".
 

Crisóstomo ut supra.

Aquí habla de todo el tiempo, antes de la cruz, y después de la cruz, que es cuando muchos creyeron en El.

"Para que las tinieblas no os rodeen".
 

San Agustín ut supra.

A saber, si creéis la eternidad de Cristo de suerte que neguéis la humildad de su muerte.

Prosigue: "Y el que camina en tinieblas ignora a dónde va".
 

Crisóstomo ut supra.

¡Cuántas iniquidades cometen ahora los judíos ignorando que las cometen!, porque tal pasa a los que caminan en tinieblas: creen tomar el camino recto y en realidad toman el opuesto. Por esto continúa: "Mientras que tenéis luz, creed en la luz".
 

San Agustín ut supra.

Esto es, en tanto que sois dueños de alguna verdad, creed en la verdad, para que renazcáis a ella. Después sigue: "A fin de que seáis hijos de la luz".
 

Crisóstomo ut supra.

O lo que es lo mismo, hijos míos. Dijo en un principio el evangelista que nacieron de Dios (o sea del Padre) ( Jn 1,13), y ahora dice Jesús que son hijos suyos, por donde puede verse que son una misma la acción del Padre y la del Hijo.

"Esto habló Jesús, y se retiró, y se ocultó de ellos".
 

San Agustín ut supra.

No de aquellos que habían empezado a creer, sino de los que veían y envidiaban. Y escondiéndose, no cedía de su infinito poder, sino que contemporizaba con nuestras debilidades.
 

Crisóstomo ut supra.

Pero no habiendo ellos tomado piedras, ni blasfemado, ¿para qué ocultarse? Porque explorados sus corazones había visto desencadenarse en ellos el furor, y no esperó a que se manifestase al exterior, sino que quiso mitigarlo ocultándose.