LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Comentario al Evangelio de la
Catena aurea de santo Tomás de Aquino
Juan 14, 27-33 "Ahora
mi alma está turbada. ¿Y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por eso he
venido a esta hora. Padre, glorifica tu nombre". Entonces vino una voz del
cielo que dijo: "Yo lo he glorificado, y otra vez lo glorificaré".
Las gentes que estaban allí, cuando oyeron la voz, decían que había sido un
trueno. Otros decían: "Un ángel le ha hablado". Respondió Jesús, y
dijo: "No ha venido esta voz por mi causa, sino por causa de vosotros.
Ahora es el juicio del mundo; ahora será lanzado fuera el príncipe de este
mundo. Y si yo fuere alzado de la tierra, todo lo atraeré a mí mismo". (Y
decía esto para mostrar de qué muerte había de morir). (vv. 27-33)
Crisóstomo In Ioannem hom., 66.
Como el
Señor había exhortado a sus discípulos a la muerte, a fin de que no se diga que
viendo de lejos los sufrimientos, como hombre le es fácil filosofar sobre este
punto y darnos consejos, quedándose El seguro de todo peligro, se nos
manifiesta en su agonía, y no temiendo la muerte por los bienes inmensos que de
ella había de reportar. Por eso dice: "Ahora mi alma está turbada".
San Agustín In Ioannem tract.,.
Yo creo
escuchar: el que aborrece su alma en este mundo, para la vida eterna la guarda,
y arde en deseos de menospreciar al mundo, y ante mi vista nada son los bienes
de este mundo por muy duraderos que sean. Todas las cosas temporales me parecen
viles y despreciables por amor a las eternas. Y otra vez vuelvo a escuchar al
Señor, que dice: "Ahora mi alma está turbada". Me mandas que acompañe
a tu alma y veo que tu alma está turbada; ¿cuál será mi fundamento si la piedra
sucumbe? Reconozco, Señor, vuestra misericordia, porque turbándoos por un
exceso de caridad, consoláis así a muchos que forman parte de vuestro cuerpo y
que no pueden menos de turbarse a causa de debilidad. Vos les consoláis a fin
de que no perezcan por la desesperación. Sobre sí, pues, quiso nuestra cabeza
tomar todas las enfermedades de sus miembros, y por eso no ha sido turbado por
nadie, sino que, como se indica, "se turbó a sí mismo" ( Jn 11,33).
Crisóstomo ut supra.
Al
aproximarse a la cruz, hace ver lo que en El hay de humano, y a la naturaleza
que no quiere morir, porque está apegada a la vida actual, enseñando que El no
está libre de las pasiones humanas, y que no es un crimen desear la vida
presente, como tampoco lo es el tener hambre. Cristo tenía su cuerpo limpio de
pecado, pero no estaba exento de las necesidades de la naturaleza. Esto era efecto
de la economía de su encarnación y no pertenecía a la divinidad.
San Agustín ut supra.
Por último,
el hombre que quiera seguir, oiga en qué hora debe hacerlo. La hora terrible se
acerca quizá; se presenta la ocasión, o de cometer la iniquidad, o de soportar
el sufrimiento. El alma débil se turba. Oye, pues, lo que añade: "¿Y qué
diré?".
Beda.
¿Qué otra
cosa es esto, sino instruir a mis seguidores? "Padre, sálvame de esta
hora".
San Agustín ut supra.
Te he
enseñado a quién debes invocar, y a cuya voluntad debes someter la tuya; y no
te parezca que El se halla rebajado de su inefable alteza porque te eleva de lo
profundo de tu bajeza, sino que tomó sobre sí las enfermedades humanas, a fin
de poder enseñar al desgraciado a que exclame ( Mc 14,36): "No lo que yo
quiero, sino lo que Tú quieres". Y luego añade: "Por eso vine en esta
hora".
Crisóstomo ut supra.
Como si dijera: nada tengo que decir para sustraerme a vuestras súplicas, dado que para eso vine en esta hora; palabras que pueden interpretarse: aunque nuestra alma se vea turbada y tengamos que padecer muchos males, no nos es lícito huir la muerte; porque yo, turbado también ahora, no la evito, sino que estoy presto a sufrir lo que venga. No digo, líbrame de esta hora, sino al contrario: "Glorifica tu nombre". Enseñó también cómo se muere por la verdad, llamando a esto gloria de Dios, y así fue, en efecto; pues que había de suceder que después de la cruz todo el orbe se convertiría, y conocido el nombre del verdadero Dios, le adoraría. Esto redundaba en gloria, no sólo para su Padre Eterno, sino también para el Hijo, si bien El lo calla.
Y sigue:
"Una voz se oyó que desde el cielo decía: Le he glorificado y de nuevo le
glorificaré".
San Gregorio Moralium 28, 2
En estas
palabras, Dios habla por ministerio de un ángel, de modo que si los ojos nada
ven de su inefable esencia, los oídos escuchan las divinas palabras. Sin
embargo, hablando de cosas celestiales, quiere que sus palabras sean escuchadas
por todos, sirviéndose del intermedio de una creatura racional.
San Agustín In Ioannem tract., 52.
Glorifiqué, se refiere a una época anterior a la creación, y de nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos. O, según otra interpretación: le glorifiqué, cuando nació del seno de una Virgen; cuando ejerció estupendos milagros; cuando el Espíritu Santo descendió sobre El, tomando forma de paloma. Y de nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos; cuando suba a los cielos a manera de Dios que es, y cuando su gloria se esparza por los ámbitos del mundo.
"La
turba que rodeaba, escuchando, decía que era un trueno".
Crisóstomo In Ioannem hom., 66.
La voz era bastante clara y significativa, pero pasó como un relámpago sobre aquellos hombres groseros, presa de la molicie y de la pereza. Estos escucharon tan sólo el sonido de la voz; otros pudieron entender que era voz articulada, a pesar de no comprender su significación, y a éstos se refiere cuando añade: "Otros decían: Un ángel le ha hablado".
"Respondió
Jesús, y dijo: No por mí se ha dejado oír esa voz, sino por vosotros".
San Agustín ut supra.
Con estas
palabras se manifiesta que esta voz no se dirigía a indicar a Jesús lo que ya
sabía, sino a aquellos que tenían necesidad de que se les indicase. Y así es
como la voz había hablado, no a causa de El, sino por ellos.
Crisóstomo ut supra.
La voz del
Padre se dirigía a destruir la afirmación de los que decían que Jesús no
procedía de Dios. ¿Cómo no ha de proceder de Dios Aquel que es glorificado por
Dios? Considera que estas cosas humildes fueron hechas a causa de ellos, pero
no porque el Hijo necesitase de tal auxilio. Dice "glorificaré", y
manifiesta en seguida el modo de la glorificación. Y prosigue diciendo:
"Ahora es el juicio del mundo".
San Agustín ut supra.
El juicio
que se espera para el fin, será de premios y de penas eternas, y así hay dos
clases de juicios: el de condenación y el de separación, y a éste se aludía;
porque Jesús había segregado a los redimidos por El del poder del demonio. Tal
es el sentido de lo que sigue: "Ahora el príncipe de este mundo será
arrojado fuera". No vayamos a creer que el diablo sea llamado príncipe del
mundo porque se le haya concedido poder alguno sobre el cielo o la tierra, sino
que aquí se entiende por mundo las almas de los perversos que llenaban el
mundo. Las palabras príncipe de este mundo, quieren, pues, decir de los hombres
malos que habitan en el mundo. También se llama mundo con relación a los
buenos, que asimismo llenan el mundo, y en este sentido dice el Apóstol ( 2Cor
5,19): "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo". Estos
son aquellos de cuyos corazones ha de desalojarse el príncipe del mundo; porque
el Señor preveía que después de su pasión y glorificación habían de creer en El
todos los pueblos de la tierra, en cuyos corazones el diablo tenía a la sazón
alojamiento, y que sería arrojado de ellos cuando los hombres, renunciando al
diablo, abrazaran la fe. Mas, ¿por ventura, no fue arrojado fuera de los
corazones de los antiguos justos? ¿Cómo, pues, se dice que ahora se arrojará,
sino en el sentido de que lo que antes se había hecho con pocos, ahora se
predice que se hará con muchos y grandes pueblos? ¿Acaso, dirá alguno, porque
el diablo sea arrojado fuera, ya no tienta a ninguno de los fieles? Antes al
contrario, no cesa de tentarlos; pero una cosa es reinar dentro del alma, y
otra sitiarla exteriormente.
Crisóstomo ut supra.
Cuál sea
este juicio por el que el diablo es arrojado fuera, lo hará manifiesto con un
ejemplo: Si un acreedor apalea y mete en la cárcel a sus deudores, usa de un
derecho. Pero si impulsado por ciego furor hace lo mismo con otras personas que
nada le deben, en ese caso tendrá que responder no sólo de éstos, sino de
aquellos. Del mismo modo, el diablo será castigado de las cosas hechas contra
nosotros, por haberse atrevido contra Cristo. Pero ¿cómo, dirá alguno, será
arrojado fuera, si te ha vencido? Por eso continúa: "Cuando yo fuere
elevado sobre la tierra, atraeré todas las cosas a mí". ¿Cómo ha de
considerarse vencido el que lo atrae todo a sí? El decir esto es más que decir resucitaré,
porque esto último no supone el atraer a los pueblos a sí; pero diciendo atraeré
supone ambas cosas.
San Agustín ut supra.
¿Mas qué
cosas son éstas que debe atraer sino las personas de quienes ha sido desalojado
el diablo? Y adviértase que no dice todos, sino todas las cosas, porque no
todos estarán en posesión de la fe, y porque no se refiere a todo el conjunto
de los hombres, sino a la integridad de su naturaleza, esto es, al espíritu, al
alma y al cuerpo; a aquello por cuyo medio entendemos, a aquello por cuyo medio
vivimos, y a la parte física sujeta a los sentidos externos. Y si por la
palabra todos hubiéremos de entender los mismos hombres, diremos que son los
predestinados a la salvación, o aquella especie de hombres que, estando exentos
de pecado, se distinguen de los demás hombres por innumerables diferencias
específicas
Crisóstomo ut supra.
¿Y cómo dice
Jesucristo en otra parte que el Padre atrae? Porque en realidad, el Padre atrae
cuando atrae el Hijo. Dice atraeré, como si los hombres, aherrojados por un
tirano, no pudiesen por sí mismos librarse del cautiverio para ir a El.
San Agustín ut supra.
Mas, "si yo fuere, dice, levantado de la tierra", esto es, cuando sea levantado. Puesto que Jesús no puede dudar de que se han de cumplir las cosas que ha venido a realizar, y su exaltación no es otra cosa que su muerte en la cruz. De aquí las palabras del evangelista, que añade: "Esto lo dijo, porque había de morir de muerte violenta".
34-36 La
gente le respondió: "Nosotros hemos oído de la Ley que el Cristo permanece
para siempre. ¿Pues cómo dices tú: Conviene que sea alzado el Hijo del hombre? ¿Quién
es este Hijo del hombre?" Jesús les dijo: "Aún hay en vosotros un
poco de luz; andad mientras que tenéis luz, para que no os sorprendan las
tinieblas; y el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va; mientras que tenéis
luz, creed en la luz para que seáis hijos de la luz". Esto dijo Jesús, y
se fue y se escondió de ellos. (vv. 34-36)
San Agustín In Ioannem tract., 52.
Cuando los
judíos oyeron que Jesús hablaba de su muerte, le arguyeron cómo decía que había
de morir. Por eso se dice: "Respondió la turba: Nosotros sabemos por la
Ley, que Cristo permanece eternamente. ¿Y cómo dices tú: Conviene que el Hijo
del hombre sea exaltado?" Ellos conservaban en la memoria que Cristo había
dicho repetidamente que era el Hijo del hombre, porque en este lugar no dijo:
"Si el Hijo del hombre fuese exaltado", como había dicho antes ( Jn
12,23): "Llega ya la hora en que el Hijo del hombre sea glorificado";
mas no recordándolo, dicen: ¿Cómo puede suceder que el Hijo del hombre sea
levantado de la tierra? Esto es, ¿cómo ha de morir en una cruz?
Crisóstomo In Ioannem hom., 67.
Aquí es de
advertir, que los judíos comprendían muchas de las cosas que se les decían por
parábolas, porque habiendo ya Jesús de antemano hablado de su muerte, ellos
sospecharon que su exaltación se refería a la muerte que había profetizado.
San Agustín ut supra.
O
comprendían que Jesús hablaba anticipándose a lo que ellos pensaban hacer. No
fue, pues, la sabiduría infusa, sino su propia malicia la que interpretó
aquellas oscuras palabras.
Crisóstomo ut supra.
Observa con
cuánta malicia preguntan: "Nosotros sabemos por la Ley, que Cristo no
padece (por pasión se entiende en muchos lugares de la Escritura una idea
relacionada con la resurrección), sino que permanece eternamente", como si
entre estas dos ideas hubiese contrariedad, y como si la pasión fuese un
impedimento para la inmortalidad. Pero creían demostrar con esto que El no era
el Cristo, porque Cristo permanece eternamente. Después añaden: "¿Quién es
ese Hijo del hombre?". Estas palabras están llenas de malicia, porque es
como si dijeran: no juzgues que por odio te decimos esto, sino porque no
sabemos de quién hablas. Mas Cristo responde haciendo ver que no hay
incompatibilidad entre su pasión y la eterna inmortalidad, y por esta razón
continúa: "Díjoles Jesús: Aun la luz está entre vosotros por breve
tiempo". Esto es: Yo, que soy la luz, debo permanecer entre vosotros algún
tiempo. Manifestando de esta manera que su muerte no era otra cosa que un
tránsito, a semejanza de la luz solar que no muere, sino que desaparece un poco
para volver a brillar.
San Agustín ut supra.
O de otra
manera: Aún existe alguna luz en vosotros, merced a la cual entendéis que
Cristo permanece eternamente. Así, pues, "caminad (esto es, acercaos más a
la luz, entendedlo todo, que Cristo morirá y vencerá eternamente) en tanto que
estáis en posesión de la luz".
Crisóstomo ut supra.
Aquí habla de todo el tiempo, antes de la cruz, y después de la cruz, que es cuando muchos creyeron en El.
"Para
que las tinieblas no os rodeen".
San Agustín ut supra.
A saber, si creéis la eternidad de Cristo de suerte que neguéis la humildad de su muerte.
Prosigue:
"Y el que camina en tinieblas ignora a dónde va".
Crisóstomo ut supra.
¡Cuántas
iniquidades cometen ahora los judíos ignorando que las cometen!, porque tal
pasa a los que caminan en tinieblas: creen tomar el camino recto y en realidad
toman el opuesto. Por esto continúa: "Mientras que tenéis luz, creed en la
luz".
San Agustín ut supra.
Esto es, en
tanto que sois dueños de alguna verdad, creed en la verdad, para que renazcáis
a ella. Después sigue: "A fin de que seáis hijos de la luz".
Crisóstomo ut supra.
O lo que es lo mismo, hijos míos. Dijo en un principio el evangelista que nacieron de Dios (o sea del Padre) ( Jn 1,13), y ahora dice Jesús que son hijos suyos, por donde puede verse que son una misma la acción del Padre y la del Hijo.
"Esto
habló Jesús, y se retiró, y se ocultó de ellos".
San Agustín ut supra.
No de
aquellos que habían empezado a creer, sino de los que veían y envidiaban. Y
escondiéndose, no cedía de su infinito poder, sino que contemporizaba con
nuestras debilidades.
Crisóstomo ut supra.
Pero no habiendo ellos tomado piedras, ni blasfemado, ¿para qué ocultarse? Porque explorados sus corazones había visto desencadenarse en ellos el furor, y no esperó a que se manifestase al exterior, sino que quiso mitigarlo ocultándose.