EXCELENCIAS
DEL GLORIOSO SAN MIGUEL
Dios, ser supremo y perfectísimo, para manifestar su poder y sabiduría, y comunicar su bondad crió el cielo y la tierra. En el cielo puso Ángeles, en la tierra colocó el hombre. Los Ángeles, unos fueron fieles a Dios, y quedaron confirmados en gracia; otros le fueron infieles, y de Ángeles se transformaron en demonios, enemigos de Dios y adversarios del hombre.
Tendiéronle a este lazos y le hicieron caer miserablemente en pecado, quedando desnudo de la gracia santificante e indigno del cielo a que había sido destinado.
Criado el hombre a imagen y semejanza de Dios, oscureció en sí mismo esta imagen degradándose por el pecado. Dios no obstante, en manifestación de su bondad y misericordia, quiso ser su Restaurador y
Redentor. Para honrar a los Ángeles que le habían sido fieles, asóciaselos como cooperadores a la salvación de los hombres, a quienes debían prestar con este objeto amparo, consuelo y protección. Distínguese entre ellos el gloriosísimo príncipe san Miguel, a quien Dios destinó para presidir los nueve coros de los Ángeles, enfrenar a los demonios y proteger a la Iglesia militante.
El príncipe san Miguel es el supremo entre los Serafines, por ser el más enriquecido de gracias y prerrogativas entre todos los espíritus angélicos: es el generalísimo de los ejércitos de Dios, el que señala los Ángeles de guarda a cada uno de los hombres, para que los defiendan y les presten toda especie de buenos servicios a fin de obtener la salvación eterna y ser con ellos ciudadanos del cielo. Es san Miguel el más favorecido de la santísima Trinidad; es el grande amigo de Jesucristo, y el amado de María santísima: es, finalmente, el encargado de Dios para recibir las almas de los justos al separarse de sus cuerpos, y el que las defiende en el día del juicio.
Dice san Gregorio, que siempre que Dios obra alguna maravilla en el mundo, siempre que dispensa alguna gran misericordia, lo hace todo por medio de san Miguel.
Así es que san Miguel detuvo el brazo de Abraham y salvó la vida a Isaac; libró al inocente Jacob de las repetidas persecuciones de su pérfido hermano Esaú; se apareció a Moisés representando a Dios en la zarza; sacó al pueblo hebreo del cautiverio de Egipto; le dio la ley en el monte Sinaí, haciendo las veces de Dios; condujo a este pueblo por el desierto a la tierra de promisión y protegió la Sinagoga; se apareció y animó a Josué y a Gedeón, y mató a 185000 soldados del ejército del blasfemo Senaquerib. Él fue quien se apareció a Balaan y le reprendió. Él quien se apareció a los tres jóvenes en el horno de Babilonia y les libró del incendio; él llevó a Habacuc al lago de los leones en que se hallaba Daniel ; y él, por fin, fue el despensero del gran profeta de Dios, Elías.
No solo en la antigua ley prestó san Miguel estos grandes servicios al género humano, sino que también los presta en la ley de gracia, y los continuará hasta al fin del mundo. San Miguel se apareció a Constantino, y se apareció también en el monte Gárgano. Él alegra y anima las reuniones de los Católicos, hace invencibles a los fieles que le siguen, conforta a los pusilánimes, da confianza y ánimo a los pecadores que se quieren convertir, reprime los vicios, calma las pasiones y rechaza el ímpetu de los demonios tentadores.
Ahora san Miguel con sus Ángeles pelea contra Lucifer y sus secuaces, pero será más reñida la batalla al fin del mundo. Entonces a san Miguel se le juntará Elías, gran profeta y santo sacerdote, y con este aquellos sacerdotes que tendrán la virtud y el espíritu de Elías. Se juntará además a san Miguel Enoc, seglar justo y bueno, y con él aquellos buenos seglares que, como Enoc, andan siempre en la presencia de Dios, que son caritativos, que socorren las necesidades corporales y espirituales de los prójimos.
San Miguel con sus Ángeles, Elías con los buenos sacerdotes, y Enoc con los buenos seglares, todos formarán un grande ejército que, dirigido por san Miguel, peleará contra el ejército de Lucifer que se compondrá de demonios, de malos sacerdotes como Judas, y de seglares impíos, injustos e inmorales, y este ejército se llamará del Anticristo, porque será enemigo de Cristo, de sus leyes, preceptos y consejos; de sus santos Sacramentos, y de las almas que Jesucristo redimió.
Todo el ejército de Lucifer o del Anticristo será vencido por Jesucristo; sí, Jesús dará la sentencia, y san Miguel, como príncipe supremo de la justicia divina, la ejecutará, dice santo Tomás.
San Miguel en el día del juicio final, en que Jesús vendrá a juzgar a todos, llevará el estandarte de la santa cruz, ya como príncipe supremo de las tres jerarquías, ya también por la excelencia de su naturaleza, ya finalmente por la dignidad de gracia y gloria.
Todos los buenos sacerdotes y los buenos seglares nos debemos juntar y unir al ejército de los Ángeles, y todos debemos formar un cuerpo bien unido y compacto, con un solo corazón y una sola alma, bajo la protección y dirección de san Miguel, diciendo; ¿Quién como Dios?... Así podremos estar seguros de reportar con él la victoria y alcanzar también con él la corona del triunfo y de la vida. Amen.