XVII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Comentario al Evangelio de la
Catena aurea de santo Tomás de Aquino
MATEO
22, 34-40
Mas los fariseos cuando oyeron que había hecho callar a los saduceos, se
juntaron a consejo; y le preguntó uno de ellos, que era doctor de la ley,
tentándole: "Maestro, ¿cuál es el grande mandamiento en la ley?"
Jesús le dijo: "Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón y de toda tu
alma y de todo tu entendimiento. Este es el mayor y el principal mandamiento. Y
el segundo, semejante es a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos
dos mandamientos depende toda la ley y los profetas". (vv. 34-40)
San Jerónimo
Como los
fariseos habían sido confundidos en la presentación de la moneda, y vieron que
se había levantado una facción en la parte contraria, debían con esto haberse
decidido a no presentar nuevas asechanzas. Pero la malicia y la envidia
fomentan muchas veces el atrevimiento. Por esto dice: "Mas los fariseos
cuando oyeron que había hecho callar", etc.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Jesús impuso
silencio a los saduceos, queriendo demostrar que la luz de la verdad había
hecho enmudecer la voz de la mentira. Así como es propio del hombre justo
callar cuando es tiempo de callar, y hablar cuando se debe hablar, pero nunca
enmudecer, así también es propio de los doctores de la mentira, enmudecer en
cuanto a la cuestión, pero no callar.
San Jerónimo
Los
fariseos, por lo tanto, y los saduceos que eran enemigos entre sí, están
conformes en cuanto se trata de tentar a Jesucristo, unidos por un mismo fin.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42
Sin duda se
pusieron de acuerdo los fariseos para vencer por medio del número a quien no
habían podido vencer por medio de razones y se confiesan destituidos de verdad
cuando apelan a la muchedumbre. Decían, pues, entre sí: que hable uno solo por
nosotros, y nosotros hablemos por medio de él, y si vence, apareceremos como
que hemos vencido todos. Y si queda confundido, lo será él solo. Por esto
sigue: "Y le preguntó uno de ellos", etc.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Todo el que
pregunta a algún sabio, no para aprender, sino para examinarlo, debemos creer
que es hermano de aquel fariseo, según lo que dice por San Mateo: "Lo que
hicisteis con uno de mis pequeñuelos, lo hicisteis conmigo" (Mt 25,40).
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,73
No llame la
atención que San Mateo diga aquí que hubo un tentador que interrogó a Jesús.
San Marcos omite esta parte, pero al final del pasaje concluye diciendo que el
Señor Jesús le dijo con toda sabiduría: "No estás lejos del reino de
Dios" ( Mt 12,34). Pues puede suceder muy bien que, aun cuando alguien se
aproxime al Señor con intención de tentarlo, obtenga de El una respuesta que le
aproveche. Y verdaderamente no debemos mirar a la tentación como mala e hija de
uno que quiere engañar a su enemigo, sino más bien como causa con que se quiere
examinar a quien no se conoce; no en vano está escrito: "Que el que cree
fácilmente, es porque tiene un alma ligera" ( Ecle 18,4). Lo que pregunta,
es lo que se dice a continuación: "Maestro, ¿cuál es el grande mandamiento
de la ley?"
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Decía
Maestro, como tentándolo, porque no pronunciaba estas palabras como discípulo
del Salvador. Por lo tanto, si alguien no aprende algo del divino Verbo, ni se
entrega a El con toda su alma, aunque le dice Maestro, es hermano del fariseo,
que tienta a Jesucristo. Cuando se leía la ley antes de la venida del Salvador,
quizá se inquiría cuál era el mandamiento grande en ella; y no lo hubiese
preguntado el fariseo si no se hubiese cuestionado esto mucho tiempo, no
habiéndole encontrado solución hasta que viniese Jesucristo a enseñarlo.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42
Le
preguntaba acerca del mandato grande quien no cumplía ni aun el más pequeño.
Debe preguntar acerca del progreso de la santidad, aquel que ya viene
observando algo que pueda conducir a ella.
San Jerónimo
No le
pregunta acerca de los mandamientos, sino cuál sea el mandato primero y más
grande. Porque como todo lo que Dios manda es grande, cualquier cosa que
responda servirá para calumniarle.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42
El Señor,
para humillar con su primera contestación la conciencia engañosa del que le preguntaba,
respondió así: "Amarás al Señor tu Dios", etc. Amarás, dijo, y no
temerás, porque amar es más que temer; temer es propio de los siervos, y amar
es propio de los hijos. El temor procede de la necesidad, el amor, de la
libertad; el que sirve a Dios por temor, evita el castigo, es verdad, pero no
tiene la gracia de la santidad, puesto que obligado, practica el bien por
miedo. No quiere el Señor que le teman los hombres de un modo servil, y como a
amo, sino que se le ame como padre, puesto que ha concedido a los hombres el
Espíritu de adopción. Amar a Dios de todo el corazón, es tanto como no tener su
corazón inclinado al amor de alguna cosa, sino al amor de Dios. Amar a Dios con
toda el alma, es tanto como tener un conocimiento ciertísimo de la verdad, y
estar firme en la fe; por lo tanto, una cosa es el amor del corazón, y otra el
amor del alma. El amor del corazón, es carnal en cierto sentido; en tal
concepto amamos a Dios de una manera carnal, lo que no podemos hacer sin
abstenernos del amor de las cosas terrenas; por lo tanto, el amor del corazón
se siente en el corazón. Pero el amor del alma no se siente, sino que se
comprende, porque consiste en el juicio del alma. El que cree que todo bien
está en Dios, y que nada bueno está fuera de El, éste le ama con toda su alma.
Amar a Dios con toda la mente, es tanto como consagrarle todos los sentidos, y
aquél cuyo entendimiento sirve a Dios, y cuya sabiduría se fija en Dios, y cuya
inteligencia se ocupa de las cosas de Dios, cuya memoria recuerda lo bueno,
puede decirse que ama a Dios con toda su mente.
San Agustín, de doctrina christiana, 1,22
Se te manda
que ames a Dios de todo corazón, para que le consagres todos tus pensamientos;
con toda tu alma, para que le consagres tu vida; con toda tu inteligencia, para
que consagres todo tu entendimiento a Aquel de quien has recibido todas estas
cosas. No deja parte alguna de nuestra existencia que deba estar ociosa, y que
dé lugar a que quiera gozar de otra cosa. Por lo tanto, cualquier otra cosa que
queramos amar, conságrese también hacia el punto donde debe fijarse toda la
fuerza de nuestro amor. Un hombre es muy bueno, cuando con todas sus fuerzas se
inclina hacia el bien inmutable.
Glosa
De todo tu
corazón, esto es, con tu entendimiento; con tu alma, esto es, con tu voluntad;
con tu inteligencia, esto es, con tu memoria, a fin de que nada quieras,
sientas ni recuerdes, que pueda contrariarle.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Con todo tu corazón, esto es, con toda tu memoria, todas tus acciones y todos tus deseos. Con toda tu alma, esto es, que estén preparados a ofrecerla por la gloria de Dios. Con toda tu inteligencia, esto es, no profiriendo más que lo que pertenezca a Dios. Y ve si puedes someter tu corazón a tu entendimiento por medio del cual conocemos las cosas inteligibles; también tu inteligencia, para manifestarlas, pues con ella las explicamos todas. Por cada una de estas cosas que se dan a conocer, como que crecemos y avanzamos en nuestra mente.
Si el Señor,
no hubiese contestado al fariseo que le tentaba, podríamos creer que un
mandamiento no es mayor que el otro. Pero el Señor le responde: "Este es
el mayor y el primer mandamiento"; en lo que comprendemos que hay
diferencia entre los mandamientos, que hay uno mayor y otros inferiores hasta
el último. Le responde el Señor, no sólo que éste es el mandamiento grande,
sino también el primero: no según el orden con que está escrito, sino según su
mayor importancia. Unicamente reconocen la magnificencia y el primado de este
mandamiento, aquellos que no sólo aman al Señor su Dios, sino que también le
aman con aquellas tres condiciones, a saber: con todo su corazón, con toda su
alma y con todo su entendimiento. Le enseñó que no sólo es grande y el primero,
sino que también tiene un segundo que se parece a éste. Por esto sigue: "Y
el segundo semejante es a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Por
lo tanto, si el que ama la iniquidad aborrece su alma ( Sal 10,6), claro está
que no ama a su prójimo como a sí mismo, porque ni aun a sí mismo se ama.
San Agustín, de doctrina christiana 1,30
Debe tenerse
en cuenta que se ha de considerar como prójimo a todo hombre y que por lo tanto
con nadie se debe obrar mal. Si se llama propiamente nuestro prójimo aquel a
quien se debe dispensar o de quien debemos recibir oficios de caridad, se
demuestra por medio de este precepto de qué modo tenemos obligación de amar al
prójimo, y aun comprendiendo también a los santos ángeles, de quienes recibimos
tantos oficios de caridad, como podemos ver fácilmente en las Escrituras. Así,
el mismo Dios quiso llamarse nuestro prójimo, cuando Nuestro Señor Jesucristo
se nos presenta como aquel tullido que se encontraba medio muerto y tendido en
el camino ( Lc 10).
San Agustín, de Trinitate, 8,6
El que ama a
los hombres, debe amarlos, ya porque son justos, o ya para que lo sean. De este
modo debe amarse al prójimo, y así es como se ama al prójimo como a sí mismo,
sin peligro alguno; ya porque es justo, o ya para que sea justo.
San Agustín, de doctrina christiana, 1, 22
Si debes
amarte a ti mismo, no es por ti, sino por aquél a quien debe encaminarse tu
amor, como a fin rectísimo; no se extrañe nadie, si le amamos también por Dios.
El que ama con verdad a su prójimo, debe obrar con él de modo que también ame a
Dios con todo su corazón.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42
El que ama
al hombre es semejante al que ama a Dios, porque como el hombre es la imagen de
Dios, Dios es amado en él como el rey es considerado en su retrato. Y por esto
dice que el segundo mandamiento es semejante al primero.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
El hecho de
ser semejante el segundo mandamiento al primero, demuestra que es uno mismo el
proceder y el mérito de uno y de otro: no hay pues, amor que aproveche para
salvarse como aquel que se tiene a Dios en Jesucristo, y a Jesucristo en Dios.
Prosigue: "De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 1,33
Dijo que
depende; esto es, esta referida allí a donde tiene su cumplimiento.
Rábano
Todo el decálogo está comprendido en estos dos mandamientos: los preceptos primeros afectan al amor de Dios, y los segundos al del prójimo.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Aquel que cumplió todo lo que está mandado, respecto del amor de Dios y del prójimo, es digno de recibir gracias divinas, para que comprenda, que toda la Ley y los Profetas dependen de un solo principio: a saber, del amor de Dios y del prójimo.
San Agustín, de Trinitate, 8, 7
Siendo,
pues, dos los preceptos de los cuales dependen la Ley y los Profetas -el amor
de Dios y del prójimo- con razón la sagrada Escritura los presenta muchas veces
como uno solo. Ya como amor de Dios, según aquello de San Pablo: "Sabemos
que a los que aman a Dios todo les sale bien" ( Rom 8,28), ya como amor
del prójimo, como dice el mismo Santo; "Toda la ley está comprendida en un
solo punto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" ( Gál 5,14). Por lo
tanto, como el que ama a su prójimo consiguientemente amará también a Dios,
amamos a Dios y al prójimo con la misma caridad, aunque debemos amar a Dios por
sí mismo, y al prójimo por Dios.
San Agustín, de doctrina christiana, 1,30,26
Mas, como la esencia divina es mucho más excelente que nuestra naturaleza, se le ama de una manera diferente a como amamos al prójimo, según está mandado. Y si te comprendes a ti mismo y si comprendes también a tu prójimo (esto es, alma y cuerpo), verás que no hay diferencia alguna entre estos dos preceptos: cuando va primero el amor de Dios y está circunscrito al modo con que se le puede amar, le sigue el amor del prójimo para que le ames como a ti mismo; por lo tanto, tu amor a ti no queda excluido de la cooperación a uno y otro amor.
41-46
Y estando juntos los fariseos, les preguntó Jesús, diciendo: "¿Qué os
parece del Cristo? ¿De quién es hijo?" Dícenle: "de David".
Díceles: "¿Pues cómo David en espíritu lo llama Señor, diciendo: Dijo el
Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga tus enemigos por peana
de tus pies. Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?" Y nadie le
podía responde palabra: ni alguno desde aquel día fue osado más a preguntarle.
(vv. 41-46)
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42
Los judíos,
creyendo que Jesús era únicamente hombre, le tentaban; no le hubiesen tentado
si hubiesen conocido que era Hijo de Dios. Queriendo Jesucristo manifestar que
conocía las torcidas intenciones de los judíos y que a pesar de ser El Dios, no
quería decir claramente la verdad, para evitar que tomándolo los judíos como
blasfemia se enfurecieran más; ni tampoco callar en absoluto, porque había
venido a enseñar la verdad. Por esto, les preguntó de tal manera que la misma
pregunta les manifestase quién era El; prosigue: "Y estando juntos los
fariseos, les preguntó Jesús, diciendo: ¿Qué os parece del Cristo?, etc.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 71,2
Primero
había interrogado a sus discípulos, sobre qué decían otros del Cristo, y ahora
les pregunta qué es lo que ellos dicen. Pero a éstos no les preguntaba del
mismo modo, porque hubiesen dicho que era seductor y malo, como a El le
consideraban, porque le creían únicamente hombre, le dijeron que era hijo de
David. Y esto es lo que sigue: "Dícenle: de David". Y el Salvador,
reprendiendo esto, cita al Profeta, manifestando su dominio y la propiedad de
la filiación y el testimonio de autoridad procedente del Padre; por esto añade:
"Díceles: ¿pues cómo David, en espíritu, lo llama Señor, diciendo: Dijo el
Señor a mi Señor?", etc.
San Jerónimo
Este
testimonio ha sido tomado del Salmo 109 (v.1): es llamado Señor por David, no
por haber nacido de él, sino porque nacido del Padre subsistió siempre,
anticipándose a su padre según la carne. Y le llama su Señor, no por error de
duda, ni por su propia voluntad, sino porque así se lo dicta el Espíritu Santo.
Remigio
Cuando dice:
"Siéntate a mi derecha", no debe entenderse que Dios tenga cuerpo
para que pueda tener derecha e izquierda, sino que estar sentado a la diestra
de Dios, es tanto como tener un honor igual a aquél.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 42
Creo
también, que esta pregunta no la hizo contra los fariseos únicamente, sino
también contra los herejes, porque según la carne, era hijo de David; pero era
Dios, según la divinidad.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 71,2
No se
contenta con esto, sino que para que le teman, añade: "Hasta que ponga tus
enemigos por peana de tus pies"; sin duda para que los guíe.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Dios
ciertamente no pone precisamente a sus enemigos por peana a los pies de Cristo
para su perdición, sino para su salvación.
Remigio
Cuando dice
hasta, se refiere a lo infinito, como desde luego da a conocer: siéntate
siempre, y tus enemigos estarán sujetos bajo tus pies eternamente.
Glosa
Que los
enemigos sean sometidos por el Padre al Hijo, no manifiesta que haya debilidad
en el Hijo, sino unidad de esencia: pues el Hijo sujeta sus enemigos al Padre,
porque da a conocer al Padre sobre la tierra ( Jn 17). Concluye hablando de
este testimonio con estas palabras: "Pues si David le llama Señor, ¿cómo
es hijo suyo?"
San Jerónimo
Esta
pregunta nos aprovecha hasta hoy contra los judíos; porque los que dicen que el
Cristo ha de venir, afirman que es un simple hombre, aunque Santo, de la
descendencia de David. Preguntémosles, por lo tanto, como nos enseñó el Señor:
si es únicamente hombre, y tan sólo hijo de David, ¿cómo es que David le llama
su Señor? Los judíos, para desvanecer la verdad de la pregunta, forjan muchas
frivolidades asegurando que procedía de Abraham, cuyo hijo fue Damasco Eliezer
( Gén 14 y 15), y acerca de su persona está escrita en el Salmo, que después de
la muerte de los cinco reyes, el Señor Dios había dicho a Abraham:
"Siéntate a mi derecha hasta que ponga", etc. Preguntémosles cómo
dijo a Abraham, lo que sigue: de qué modo habría sido engendrado Abraham antes
que Lucifer, y cómo hubiese sido sacerdote, según el orden de Melquisedec, por
quien Melquisedec habría ofrecido el pan y el vino, y de quien además habría
recibido los diezmos del botín.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 71,2
Esto dio por
terminadas aquellas cuestiones, cerrando así sus bocas; por esto sigue: "Y
nadie le podía responder palabra, ni alguno desde aquel día fue osado más a
preguntarle". Callaron por entonces aunque contra su voluntad, porque no
tenían ya qué decir.
Orígenes, homilia 23 in Matthaeum
Si la
pregunta de los fariseos hubiese sido hija del deseo de saber nunca les hubiese
propuesto tales cuestiones para que no volvieran a atreverse a preguntar.
Rábano
Por esto comprendemos que el veneno de la envidia puede ser vencido pero que difícilmente será extinguido.