OCTAVA
MEDITACIÓN
Sobre
estas palabras: «Siervos inútiles somos».
MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD
Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS
San Juan Eudes
Para
comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
digamos la siguiente oración:
Profesión de Humildad
Señor Jesucristo,
nada somos,
nada podemos ni
valemos,
nada tenemos a no
ser nuestros pecados.
Somos siervos
inútiles, nacidos en la enemistad,
últimos de los
hombres,
primeros de los
pecadores.
Sea para nosotros
la vergüenza y la confusión,
y para ti, la
gloria y el honor por siempre jamás.
Señor Jesucristo,
compadécete de nosotros. Amén.
OCTAVA
MEDITACIÓN
Sobre
estas palabras: «Siervos inútiles somos».
PUNTO PRIMERO: Dios se hasta a sí mismo y para nada
nos necesita.
Consideremos que
la principal causa de la inutilidad de nuestros servicios como esclavos de Dios
se desprende de su misma grandeza, suficiencia y plenitud infinitas. En efecto,
se le llama, «el que se basta a sí mismo»
por estar en posesión de toda suerte de bienes hasta el punto de que no sabría
qué hacer con nosotros ni con todas las criaturas del cielo y de la tierra,
pues el mismo Hombre-Dios, Jesucristo Nuestro Señor, le dice: «Tú eres mi Dios
ya que no necesitas de mis bienes»; luego esa es la característica infalible de
la divinidad. He aquí por qué, cuando se ofrece o se da algo a Dios, se le
sacrifica, es decir, se le inmola o destruye ante El para testificarle con ello
que eso de nada le sirve.
Si alguien
obsequiara a un rey un precioso caballo, y al ofrecérselo, lo matara,
ciertamente no lo complacería, pues este regalo era al monarca de gran
utilidad; mas, el mayor servicio que podamos tributar a Dios consiste en
sacrificarle e inmolarle lo que le ofrecemos a fin de confesar su divinidad con
nuestro sacrificio e inmolación. Por esta razón Jesucristo mismo se sacrificó
en la cruz; ahora bien, si Jesús mismo no es necesario a Dios y si todos los
ángeles, y todos los santos y aún la Santísima Virgen pueden decir: «Somos
siervos inútiles», ¡y con cuánta mayor razón hemos de repetir nosotros esa
humilde profesión de humildad!
Alegrémonos de la
plenitud y suficiencia de Dios Nuestro Señor y contentémonos con ser sus
servidores inútiles, aunque siempre llenos de generosidad en su santo servicio.
PUNTO SEGUNDO: Nada somos, tanto en el orden de la
naturaleza, corno en el de la gracia.
La segunda razón
de nuestra inutilidad en el servicio divino radica en nuestra propia pobreza y
en nuestra doble nada, en el dominio de la naturaleza y en el de la gracia.
Efectivamente, nuestro origen mismo arranca de la nada, de la cual nos extrajo
la divina bondad y omnipotencia; y por el pecado en que incurrimos
originalmente por culpa de nuestro padre común, Adán, de nuevo nos precipitó en
el abismo todavía más execrable de la nada espiritual, que nos incapacita hasta
para tener un buen pensamiento. Ahora bien, de la nada, nada puede resultar;
tenemos, pues, que reconocer nuestra total inutilidad.
Roguemos a Dios
que imprima estas verdades en nuestro corazón y guardémonos de abrigar el menor
pensamiento de que podamos ser necesarios jamás o útiles siquiera para cosa
alguna. Sólo Dios es necesario.
PUNTO TERCERO: Aun sirviendo a Dios perfectamente,
nada le podemos dar que de Él no hayamos recibido.
La tercera razón
de nuestra inutilidad está expresada en la comparación que Nuestro Señor nos
manifiesta en su Evangelio. Un servidor acompaña a su señor hasta su casa; al
llegar a ella, no tiene tiempo para descansar sino que tiene que ocuparse de
poner la mesa y presentarle los alimentos, sin que su amo le exprese siquiera
su agradecimiento, ya que el servidor no ha hecho sino cumplir con un deber.
Del mismo modo, dice Nuestro Señor, Cuando hayáis vos otros hecho todo cuanto
esté en vuestras manos, repetid: Somos siervos inútiles y no hemos hecho otra
casa sino lo que debíamos por obligación ejecutar. Lc 17,10.
Pues bien, en
relación con esta verdad, tenemos que meditar tres cosas, que deben contribuir
a aumentar nuestra humildad:
Primero, que
cuando hayamos ejecutado lo que podemos hacer en servicio de nuestro Dueño y
Señor, no hemos hecho sino cumplir con nuestro deber.
Segundo, que en
realidad no hacemos todo cuanto debemos hacer ni practicamos todas las virtudes
que por obligación debiéramos practicar.
Tercero, que aun
cuando cumpliéramos con esa doble obligación, ciertamente jamás lo hacemos a
cabalidad, sino con mil deficiencias. Y aun cuando de hecho desempeñáramos con
toda perfección y exactitud nuestro ministerio y escrupulosamente sirviéramos a
Dios, en realidad nada hemos hecho puesto que, Dios es quien nos inspira, El
quien nos capacita, y El, en suma, quien al fin y al cabo es él verdadero autor
del bien que hacemos. De suerte que en todas nuestras acciones, no damos nada a
Dios, sino que antes bien de El sin cesar recibimos. He aquí por qué, aunque
hagamos todas las buenas obras de los ángeles y de santos y aunque
practicáramos todas sus virtudes, perfectísimamente tendríamos a la postre que
exclamar: «Somos servidores inútiles». Pidamos a Dios que grabe poderosamente
estas verdades en nuestras almas y
que nos conceda la gracia de aprovechar la meditación de las mismas,
destruyendo nuestro orgullo y otorgándonos la verdadera humildad.
ORACIÓN JACULATORIA: «¡Oh Señor Jesucristo, somos
siervos inútiles»
Para
finalizar cada día:
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros,
líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame
Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,
líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia,
líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús
dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo
y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga
caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí
se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo.
Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con
tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste
hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda
nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu
ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la
tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón
de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles
Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
Todos los santos y
santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano,
si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María
Purísima, sin pecado concebida.