DÉCIMA
MEDITACIÓN
Sobre
las mismas palabras: «Somos hijos de la cólera».
MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD
Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS
San Juan Eudes
Para
comenzar cada día:
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro
enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios,
digamos la siguiente oración:
Profesión de Humildad
Señor Jesucristo,
nada somos,
nada podemos ni
valemos,
nada tenemos a no
ser nuestros pecados.
Somos siervos
inútiles, nacidos en la enemistad,
últimos de los
hombres,
primeros de los
pecadores.
Sea para nosotros
la vergüenza y la confusión,
y para ti, la
gloria y el honor por siempre jamás.
Señor Jesucristo,
compadécete de nosotros. Amén.
DÉCIMA
MEDITACIÓN
Sobre
las mismas palabras: «Somos hijos de la cólera».
No sólo llevamos
en lo íntimo de nuestro ser la fuente de todo pecado y un peso infinito que a
él nos arrastra, sino que somos el fondo y el abismo de todo pecado, por cuatro
razones. La primera es que en cuanto de nosotros depende, aniquilarnos a Dios por
nuestros pecados y, por consiguiente, con él destruimos todas sus obras, lo que
viene a ser el colmo de !a malicia del pecado y del pecador; dejando esta
verdad para meditarla mañana, nos contentaremos hoy con la consideración de las
tres razones restantes, que constituirán el tema de la meditación de hoy.
PUNTO PRIMERO: El pecador usurpa el sitio de Dios y se
constituye en dios de sí mismo.
Nosotros somos el
fondo y el abismo del pecado porque éste y el que lo comete, según sus
posibilidades: no sólo derriba a Dios de su trono para aniquilarlo, sino que,
lo que es peor, se entroniza a sí mismo como dios usurpando a su legítimo dueño
la divinidad. Para comprender esta verdad, es preciso saber que, cuando Dios
creó al hombre y a todos los demás seres, no los creó sino para sí; y que,
siendo el principio, el ejemplar y el fin del hombre y de todas las criaturas,
quiere que vuelvan a Él como a su origen; que le imiten, que informen su vida y
sus acciones en Él, su ejemplar y modelo; que le sigan como a su norma, y que
tiendan a Él con todas sus fuerzas, en pensamientos, palabras y acciones, como
a su fin último. Para lograrlo, dio al hombre un espíritu, un corazón y una
voluntad para conocerle y amarle, para volverse a Él y para imitarlo y tender
sin cesar hacia El como a su centro. Y para que hiciera todo esto con alegría y
facilidad, iluminó su espíritu con las luces de la fe, adornó su alma con la
gracia y sembró el amor en su corazón.
Mas ¿qué hizo el
ingrato? Se alejó de Dios y se reconcentró el¡ sí mismo; en vez de emplear su
amor en Dios, lo gastó en amarse a al mismo; en vez de volverse a Dios como su
principio, se apartó de Él y se replegó sobre sí mismo; en vez de atribuir a
Dios todos los bienes de la naturaleza y gracia recibidos, se los apropió por
la complacencia, por el temor y por la estima personal, como si hubieran salido
de él, que al fin no es sino nada. En lugar de tener a Dios como a ejemplar y
norma, no acepta otra regla que sus pasiones; en lugar de dejarse guiar por el
espíritu de Dios, no quiere otra línea de conducta sino la de su Propio
espíritu; en lugar de tender a Dios como a su fin, de tornar su reposo en Él y
de hacer todas sus acciones por Él, tiende en todo a complacerse a sí mismo,
pretende buscar su descanso en su propia persona y ejecuta sus obras todas por
personal interés.
¿Y qué hace el
pecador? Antepone y prefiere sus voluntades, sus intereses sus satisfacciones y
su honor a las voluntades, intereses, satisfacciones y honor de Dios. Y así
usurpa el sitio de Dios, se hace el Dios de sí mismo, se adora a sí mismo y
tributa a su propia persona homenajes a que sólo Dios tiene derecho.
Este es el colmo
de la iniquidad; y esto es lo que hemos hecho cuando pecamos. He aquí por qué
debemos considerarnos, despreciarnos y aborrecernos como el abismo sin fondo
del pecado.
PUNTO SEGUNDO: El pecador pretende constituirse en
Dios de las criaturas.
No sólo el pecador
se convierte en Dios de sí mismo, sino que pretende llegar a ser el Dios de
todas las criaturas; en efecto, quiere que le rindan homenajes a que sólo Dios
tiene derecho, que prefieran sus inclinaciones, sus intereses, sus placeres y
sus honores a los de Dios. Y cuando la criatura todo debiera atribuirlo y
referirlo a Dios sólo, fuente única de todo bien, el pecador pretende que se le
estime como si de sí propio poseyera algún bien, y que le alabe y aplauda en
cuanto hace, como si pudiera dé al mismo salir algo bueno; quiere que se le
imite en todo.
Igualmente, en sus
malas acciones pretende seguir únicamente la regla de su torcido apetito,
guiándose por su espíritu, y que a él sólo se ame y por él trabajen Y se
sacrifiquen los demás aún con perjuicio de los derechos de Dios. Y esto lo
hemos hecho nosotros centenares de veces, suplantando a Dios en cada ocasión en
sus derechos. ¡Oh, qué abominación! ¡Qué vergüenza! Ciertamente yo soy el colmo
de la bajeza y el abismo de toda iniquidad. ¡Oh Dios mío! grabad estas verdades
en mi espíritu y haced que me considere, me trate, y me odie, y que me sienta
feliz de verme tratado en la misma forma por mis semejantes.
PUNTO TERCERO: El pecador pretende constituirse en
dios de Dios mismo.
Hay más, y he aquí
este último colmo del pecado, extremo inconcebible de la malicia del pecado: el
pecador se constituye en dios del mismo Dios. Efectivamente, él querría que
Dios prefiriera sus propios intereses, voluntades, satisfacciones y honores a los
intereses voluntades, honores y satisfacciones de su divina Majestad; querría
que su voluntad fuera norma y guía de la de Dios, y que éste se gobernara Según
su espíritu y opinión; pretendería ser el fin de Dios hasta el punto de que lo
adorara y lo convirtiera en una deidad. ¡Oh abominación de las abominaciones!
Este es el fondo insondable del pecado; esto es lo que hemos hecho cuantas
veces pecando ofendimos a Dios.
Ahí tenéis un
motivo más de humillaros hasta lo infinito. ¡Oh Dios mío!, haced que yo
comprenda estas verdades a la luz de la fe y que espiritualmente aproveche
estas tremendas lecciones de mi orgullo. ¡Oh Dios mío!, que logre yo por fin
conocerme a mí mismo y que sepa que no soy sino nada y que Vos sois todo. ¡Oh
Dios mío!, que no piense tanto en mí y que no trabaje tanto por m i persona y
mis intereses sino por la Vuestra y los vuestros; que no me importe ya que
nadie Piense en mí, que nadie hable de mí, que nadie se interese por mi Persona
y que nadie se preocupe por mí, sino sólo de Vos; que Vos mismo dejéis de
mirarme, de otorgarme vuestros favores, de ocuparos de Mí; que yo, nada y menos
que nada, sea aniquilado a la faz de todas las criaturas del cielo y de la
tierra y de Vos mismo, y que Vos, que sois el gran Todo, seáis siempre
precisamente eso, el Todo de todo cuanto existe.
ORACIÓN JACULATORIA: ¡Oh mi Señor! No me reproches
encolerizado mi conducta ni me corrijas airado». Sal 6, 2
Para
finalizar cada día:
LETANÍAS DE LA HUMILDAD
Venerable Cardenal Merry del Val
Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús
Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros,
líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, líbrame
Jesús
Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,
líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia,
líbrame Jesús
Que otros sean más estimados que yo. Jesús
dame la gracia de desearlo
Que otros crezcan en la opinión del mundo
y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean alabados y de mí no se haga
caso. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean empleados en cargos y a mí
se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo
Que otros sean preferidos a mí en todo.
Jesús dame la gracia de desearlo
Que los demás sean más santos que yo con
tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo
Oración:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste
hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda
nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu
ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la
tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.
***
Sagrado Corazón de
Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón
de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca
san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles
Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes,
ruega por nosotros.
Todos los santos y
santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano,
si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María
Purísima, sin pecado concebida.