DÍA 4
Atrocidad del fuego
MES DE NOVIEMBRE
EN SUFRAGIO DE
LAS BENDITAS ALMAS
DEL PURGATORIO
Francisco Vitali
Por la señal…
ORACIÓN INICIAL
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA 4
MEDITACIÓN
Atrocidad del fuego
Para formarnos alguna idea de la atrocidad del fuego del Purgatorio, imaginémonos que, según la frase de la Sagrada Escritura, Dios nuestro Señor reúne y acumula todos los males que hay en este mundo, y poniéndolos como en alambique, extrae de ellos la esencia más pura y el espíritu más subido, y que con semejante espíritu enciende el horno del Purgatorio. ¿Podrá imaginarse incendio más vivo y más terrible que este?
Ahora bien, el fuego del Purgatorio es llamado precisamente por el Profeta, espíritu de ardor, espíritu que con la mayor actividad penetra y despedaza, no ya los cuerpos, sino las almas de los difuntos en lo más íntimo de todos sus sentidos.
¿Y qué corazón hay tan duro que no se conmueva a la suma acerbidad de este suplicio? Aquel fuego produce en las almas que lo sufren, no sólo una sensación dolorosa, sino tantas cuantas son las varias especies de tormentos que hay en el universo. Serán diversos entre sí por su naturaleza, opuestos por sus principios, contrarios por sus efectos; más por un prodigio de la Divina Justicia, todos se coligan, se reúnen y conspiran juntamente a atormentar cuánto puede imaginarse a las almas del Purgatorio. De allí es que calor y frío, hambre y sed, fastidio y congojas, tinieblas y espantosísima luz, todo a un tiempo se padece en sólo el fuego, y todo forma el continuado martirio de cada alma. ¡Oh que inexplicable cúmulo de penas contiene en sí mismo aquel fuego vindicativo! Ahora se comprende bien lo que dicen los Santos Padres, a saber, que el fuego del Purgatorio es mucho más atroz que cualquiera otra pena causada o por la postración de la naturaleza, o por el rigor de la humana justicia, o por la crueldad de los más bárbaros verdugos, porque de cualquier especie que sea, se encuentra no menos intensa en el Purgatorio, y se encuentra privada de toda cualidad que la mitigue, y reunida con todo otro cualquier género de tormentos en el vivísimo fuego encendido y alimentado por la Divina Justicia. Pues si nosotros somos tan delicados que no podríamos sostener un dedo en las llamas de la tierra, ¿qué no debemos hacer para evitar las atrocísimas del Purgatorio?
ORACIÓN
Salvadnos, ¡oh Señor!, de las llamas de un fuego tan cruel, y no permitáis jamás que caigamos en él, antes bien, librad y salvad a las infelices almas allí detenidas que experimentan al presente todo género de tormentos y penas. Sea vuestra soberana clemencia para nosotros el escudo de defensa que piadosamente nos salve de tan gran castigo, y para ellas el bálsamo de refrigerio y de salud que sane toda llaga, mitigue todo dolor y haga suceder a las congojas padecidas la dulce felicidad del gozo eterno. Amén.
JACULATORIA
Eterno Padre, por la preciosísima sangre de Jesús, misericordia.
(x3)
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padre nuestro… (se recita en silencio)
V. Libra, Señor, sus almas.
R. De las penas del infierno.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, especialmente por las almas de nuestros familiares, amigos y bienhechores (pueden nombrarse por su nombre propio), para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para ellos luz perpetua.
V. Descansen en paz.
R. Amén.