DÍA 11
Consuelo y tormento de la esperanza.
MES DE NOVIEMBRE
EN SUFRAGIO DE
LAS BENDITAS ALMAS
DEL PURGATORIO
Francisco Vitali
Por la señal…
ORACIÓN INICIAL
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA 11
MEDITACIÓN
Consuelo y tormento de la esperanza.
La esperanza unas veces sirve de consuelo otras de tormento al corazón humano. Ninguna espera tanto como las almas del Purgatorio y ninguno siente más que ellas las contrarias impresiones de tan violento afecto. El objeto de su esperanza es Dios, Dios que se promete y se da por merced al justo, y si en consideración de tan grande premio los mayores santos del antiguo y nuevo Testamento rebosaban de júbilo entre las más acerbas desgracias de la vida y las más crueles persecuciones de los tiranos, con más razón las almas del Purgatorio en medio de los tormentos de aquella cárcel dolorosa experimentan dignación y consuelo reflexionando que en breve Dios mismo enjugará todas sus lágrimas de dolor y llegarán a recrearse en el seno del sumo Bien. ¿Por qué en las atribulaciones de la vida no levantamos también nosotros los ojos al cielo y no nos animamos a sufrir con paciencia aquellas penas que serán recompensadas con tan grande gloria? Pero la esperanza es tanto más consoladora cuanto es más cierta, y ¿quién puede explicar suficientemente la seguridad con que las almas del Purgatorio esperan la posesión de Dios? Ellos dan una ojeada al inmutable decreto de la Divina Predestinación y se hayan de antemano elegidas para la gloria eterna, se acuerdan de las promesas de Jesucristo y adornadas con su gracia no pueden dudar de ser justamente con él herederas de su bienaventurado reino; contemplan las obras que hicieron en vida y esperan la corona inmarcesible de justicia que no puede el soberano Juez negar a su mérito. En estos tres fundamentos se consolida su esperanza de tal modo que, no sólo excluye toda desconfianza y temor sino que también se desarrolla toda la fuerza y la eficacia de una posesión que están próximas a obtener y no puede faltar. ¡Oh qué soberano consuelo! ¡Qué áncora tan fume y segura para el Purgatorio! Y nosotros, ¿tenemos más fundamentos de temer o de esperar?, ¡oh profundo pensamiento que debe poner en solicitud todo nuestro espíritu!
No obstante, que las almas del Purgatorio estén segurísimas de poseer a Dios, su Majestad empero difiere el comunicarse a ellas hasta que estén enteramente purificadas de toda mancha, para que esta misma dilación redoble y acreciente el ardor de sus deseos, y ensanchándose el ánimo con multiplicarse y sucederse sus ansias, se haga más capaz de poseer y gozar un bien infinito. De este modo, si la certidumbre de la esperanza, por una parte, consuela, por otra aflige la dilación del bien deseado y a manera de un verdugo doméstico atormenta y martiriza con aquellos mismos deseos que forman el alimento y la vida de la esperanza. De aquí es que este suplicio es tanto mayor cuanto mayor es el objeto que se espera, y tanto más violento cuanto más intenso es el amor que se le tiene. No hablo a los mortales fríos e insabibles, dice S. Agustín, pero dadme un corazón que ame, un corazón que espere el soberano Bien, dadme un corazón tal, y sentirá toda la fuerza de cuanto digo.
ORACIÓN
Nosotros, ¡oh Señor!, aunque fríos e insensibles, sentimos el fiero contraste que deben sufrir las almas del Purgatorio por los contrarios afectos de la esperanza en vos. Ahí vos que, así como sois el Dios de la esperanza, lo sois también del consuelo y de la paz, aquietad su espíritu y contentad sus deseos; poned término a la larga dilación que las atormenta; gocen, finalmente, de vos, que sois el soberano objeto de su esperanza. Lleguen por último a vos, ¡oh gran Dios!, pues con poseeros serán plenamente consoladas y felices para siempre. Amén.
JACULATORIA
Eterno Padre, por la preciosísima sangre de Jesús, misericordia.
(x3)
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padre nuestro… (se recita en silencio)
V. Libra, Señor, sus almas.
R. De las penas del infierno.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, especialmente por las almas de nuestros familiares, amigos y bienhechores (pueden nombrarse por su nombre propio), para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para ellos luz perpetua.
V. Descansen en paz.
R. Amén.