jueves, 6 de noviembre de 2025

7. EJEMPLOS DE DEVOCIÓN A LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO

La baronesa Sturtón en Inglaterra, llamó un día al P. Juan Cornelio, de la Compañía de Jesús, gran siervo de Dios, para mandarle celebrar un misa en sufragio de su difunto esposo, llamado Juan; y a la mitad de la misa, cabalmente después de la consagración hasta el fin del Memento de los difuntos, quedando aquel sacerdote en éxtasis por largo rato, veían sensiblemente los circunstantes en la pared lateral de la capilla, un resplandor que ondeaba, semejante al reverbero de una encendida llama que ardiese en el fondo del altar.

Concluido el sacrificio, deseaban con impaciencia la baronesa y sus compañeros, que el buen religioso les hiciese saber la causa de tan larga demora y del resplandor tan vivo que reverberaba en la pared.

Y prorrumpiendo entonces el siervo de Dios, en aquella expresión de la Sagrada Escritura: Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, comenzó a referir que había visto un vasto recinto lleno de vivo fuego, en medio del cual, el alma del barón con los más dolorosos gemidos, hacia la confesión de su vida pasada, y se acusaba de las culpas cometidas, particularmente de los disimulos que usaba en la corte, por los cuales pagaba tan rigurosa pena: y lloraba por el bien espiritual omitido por respetos humanos, cuyo daño conocía entonces ser incalculable: e imploraba con los gritos más penetrantes la piedad de los fieles para obtener de la misericordia de Dios la pronta remisión de sus culpas.

Más que las palabras, fueron las lágrimas con que acompañó su narración aquel buen religioso, y así como los que la oyeron, sacaron de ella ánimo para evitar en lo sucesivo toda clase de pecados, y para enfervorizarse siempre más en la carrera del bien; así también nosotros saquemos igual fruto pensando que es mejor resolverse ahora a un tenor de vida más regular y perfecto, que llorar en el Purgatorio un tardío deseo y arrepentimiento. P. Daniel Bartolo, en la Hist. de Ing. L. 5, C. 7.