miércoles, 19 de noviembre de 2025

20. CON LOS SUFRAGIOS, SE IMITA Y COMPLETA LA REDENCIÓN. MES A LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO

DÍA 20

Con los sufragios hechos en favor de las almas de los difuntos, se imita y se completa la Redención del Salvador

 

MES DE NOVIEMBRE

EN SUFRAGIO DE

LAS BENDITAS ALMAS

DEL PURGATORIO

Francisco Vitali

 Por la señal…

ORACIÓN INICIAL

Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.

Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.

 

Se lee lo propio de cada día.

DÍA 20

MEDITACIÓN

Con los sufragios hechos en favor de las almas de los difuntos, se imita y se completa la Redención del Salvador

La obra de la Redención fue la obra digna de un Dios y el imitarla es casi lo mismo que hacerse semejante a la Divinidad. Alegrémonos pues, ¡oh cristianos!, porque todos podemos ser fieles imitadores de una obra tan santa enviando al Purgatorio copiosos sufragios. Jesucristo con la redención libró al hombre del reato de la culpa y nosotros con los sufragios borramos también en aquellas almas las manchas de sus defectos; Jesucristo salvó al hombre da la deuda de la pena eterna y nosotros con los sufragios satisfacemos también por el resto de la pena de que son deudoras aquellas almas a la Divina Justicia; Jesucristo, con su gracia hizo recobrar al hombre la amistad de Dios y rehabilitarse de nuevo en sus derechos a la eterna felicidad, y nosotros con los sufragios enviamos también a aquellas almas al seno de Dios y las ponemos en plena posesión del reino bienaventurado. Podemos pues, todos, hacernos redentores del Purgatorio y dignos imitadores de Jesucristo. ¿Quién será el que no quiera participar de tanta gloria? Jesucristo, para redimir al mundo, descendió del cielo, se vistió de nuestra frágil humanidad y derramó toda su preciosísima sangre para nuestro rescate. No se exige tanto de nosotros para ser redentores del Purgatorio, no es necesario que sacrifiquemos nuestra vida ni que nos privemos de todos nuestros bienes. Si los sacrificios que se hacen en el mundo, si todo lo que se emplea en juegos, en vanidades, en pecados lo aplicásemos en sufragio de aquellas almas santas, ¡oh cuánta parte de su deuda quedaría satisfecha! Si cuanto padeció Jesucristo por la redención del mundo fuese aplicado por nosotros, como lo hacían los primeros cristianos, por la redención del Purgatorio, ¡oh cuántas de aquellas infelices volarían continuamente al seno de Dios! Valgámonos, pues, como es debido, de los medios que Dios nos da en el orden de la naturaleza y de los que Jesucristo nos suministra en el orden de la gracia y podremos enviar del Purgatorio al Cielo un infinito número de almas. Elevemos aún nuestro pensamiento, ¡oh cristianos!, y conoceremos que, así como en esta tierra la Divina Sabiduría no deja al justo penar solo en medio de sus trabajos, sino que desciende con él a la cárcel y no le abandona entre las cadenas, así Nuestro Señor Jesucristo en la cárcel del Purgatorio no abandona a las almas entre las llamas, sino que las acompaña y padece en ellas como Redentor en sus redimidas, como Padre en sus hijas, como amante en sus esposas, como cabeza en sus miembros, por cuya libertad es tan solícito como si fuese propia y nos repite con la voz más conmovedora lo que decía en el mundo de sus pobrecitas, a saber, que cuanto hagamos en favor de aquellas almas, Él lo acepta como hecho a sí mismo, como si Él fuese el paciente que por nuestros sufragios debiese ser redimido de tanta pena. ¿Pueden desearse motivos más fuertes y más poderosos para decidirse a una obra de tanta piedad? Alentémonos, pues, a hacerla con todo empeño y a semejanza de Él, que descendió después de la muerte con el espíritu al Purgatorio para hacer felices a aquellas almas, descendamos también nosotros con abundantes sufragios para granjearles la verdadera paz y la libertad sempiterna.

 

ORACIÓN

¡Oh Señor Nuestro Jesucristo!, nosotros vemos muy bien que la causa del Purgatorio no es solamente propia de aquellas almas, sino que es también vuestra, porque por el afecto son comunes entre vos y ellas las penas y los gozos. Ya vos nos enseñasteis con vuestra Redención cuánto merecen las almas y nuestros deberes nos enseñan cuánto merecéis vos. Por vos, pues, y por ellas, queremos hacer todo esfuerzo posible por vaciar el Purgatorio de todas las almas que están allí prisioneras. Tomaremos de vos el ejemplo que nos diste para que te imitásemos, más imitando nosotros tal ejemplo, haced que podamos ser vuestros verdaderos secuaces y discípulos, no sólo por la intención, sino aún más, por el afecto, procurando una completa redención al Purgatorio, con una serie no interrumpida de sufragios valorados con el mérito de vuestra preciosísima sangre. Amén.

 

JACULATORIA

Eterno Padre, por la preciosísima sangre de Jesús, misericordia.

(x3)

V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.

R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.

R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.

R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

 

Padre nuestro… (se recita en silencio)

 

V. Libra, Señor, sus almas.

R. De las penas del infierno.

V. Descansen en paz.

R. Amén.

V. Señor, escucha nuestra oración.

R. Y llegue a ti nuestro clamor.

 

Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, especialmente por las almas de nuestros familiares, amigos y bienhechores (pueden nombrarse por su nombre  propio), para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

V. Dales, Señor, el descanso eterno.

R. Y brille para ellos luz perpetua.

V. Descansen en paz.

R. Amén.