VIII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Lucas
16, 01-07 Y decía también a sus discípulos: "Había un hombre rico
que tenía un mayordomo, y éste fue acusado delante de él como disipador de sus
bienes. Y le llamó y le dijo: ¿Qué es esto que oigo decir de ti? Da cuenta de
tu mayordomía porque ya no podrás ser mi mayordomo. Entonces el mayordomo dijo
entre sí: ¿Qué haré porque mi señor me quita la mayordomía? Cavar no puedo, de
mendigar tengo vergüenza. Yo sé lo que he de hacer, para que cuando fuere
removido de la mayordomía me reciban en sus casas. Llamó, pues, a cada uno de
los deudores de su señor, y dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? Y éste
le respondió: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu escritura, y siéntate
luego, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él
respondió: Cien coros de trigo. El le dijo: Toma tu vale y escribe
ochenta". (vv. 1-7)
Beda
Después que
el Salvador reprendió en tres parábolas a los que murmuraban porque daba buena
acogida a los penitentes, ahora añade la cuarta y después la quinta para
aconsejar la limosna y la moderación en los gastos, porque la buena doctrina
enseña que la limosna debe de seguir a la penitencia. Por esto continúa:
"Decía a sus discípulos: Había un hombre rico", etc.
Crisóstomo
Una opinión
errónea, agravada en los hombres, que aumenta sus pecados y disminuye sus
buenas obras, consiste en creer que todo lo que tenemos para las atenciones de
la vida debemos poseerlo como señores y, por consiguiente, nos lo procuramos
como el bien principal. Pero es todo lo contrario, porque no hemos sido
colocados en la vida presente como señores en su propia casa, sino que somos
huéspedes y forasteros llevados a donde no queremos ir y cuando no pensamos. El
que ahora es rico, en breve será mendigo. Así que, seas quien fueres, has de
saber que eres sólo dispensador de bienes ajenos y se te ha dado de ellos uso
transitorio y derecho muy breve. Lejos, pues, de nosotros el orgullo de la
dominación y abracemos la humildad y la modestia del arrendatario o casero.
Beda
El
arrendatario es el que gobierna la granja o caserío, por lo que toma el nombre
de ella. El ecónomo es el administrador, tanto del dinero como de los frutos y
de todo lo que tiene el Señor.
San Ambrosio
En esto
conocemos que no somos los dueños, sino más bien arrendatarios de bienes ajenos.
Teofilacto
Ahora bien,
cuando en vez de administrar a satisfacción del Señor los bienes que nos han
sido confiados, abusamos de ellos para satisfacer nuestros gustos, nos
convertimos en arrendatarios culpables. Y prosigue: "Y éste fue acusado
delante de él", etc.
Crisóstomo
Entonces se
le quita la administración, conforme a lo que sigue: "Y le llamó y le
dijo: ¿Qué es esto que oigo decir de ti? Da cuenta de tu administración, porque
ya no podrás ser mi mayordomo". Todos los días nos dice lo mismo el Señor,
poniéndonos como ejemplo al que gozando de salud a mediodía muere antes de la
noche y al que expira en un festín. Así es como dejamos la administración de
varios modos. Pero el buen administrador, que tiene confianza debida a su
administración, desea ser separado de este mundo y estar con Cristo, como San
Pablo ( Flp 3,20), mientras que el que se fija en los bienes de la tierra, se
encuentra lleno de angustia a la hora de su salida de este mundo. Por tanto, se
dice de este mayordomo: "Entonces el mayordomo dijo entre sí: ¿Qué haré
yo, porque mi señor me quita la administración? Cavar no puedo, de mendigar
tengo vergüenza". Cuando falta fuerza para trabajar es porque se lleva una
vida perezosa. Nada hubiera temido en esta ocasión si se hubiese acostumbrado
al trabajo. Si tomamos esta parábola en sentido alegórico, comprendemos que
después que hayamos salido de esta vida, no será ya tiempo de trabajar. La vida
presente es para el cumplimiento de los mandamientos y la venidera para el
consuelo. Si aquí no hacemos nada, en vano esperamos merecer en la otra vida,
porque ni el mendigar nos servirá. Prueba de esto son las vírgenes imprevisoras
que en su necedad pidieron a las que eran prudentes, pero nada alcanzaron ( Mt
25). Cada uno, pues, se reviste de sus obras como de una túnica y no puede
quitársela, ni cambiarla por otra. Pero el mayordomo infiel perdona a los
deudores, sus compañeros, lo que deben, para tener en ellos el remedio de sus
males. Sigue, pues: "Yo sé lo que he de hacer para que cuando fuere
removido de la mayordomía me reciban en sus casas"; porque todo el que,
previendo su fin, alivia el peso de sus pecados con buenas obras (perdonando al
que debe o dando a los pobres buenas limosnas) y da generosamente los bienes
del señor, se granjea muchos amigos, que habrán de dar buen testimonio de él
delante de su juez, no con palabras sino manifestando sus buenas obras. Y
habrán de prepararle además con su testimonio, la mansión del consuelo. Nada
hay que sea nuestro, pues todo es del dominio de Dios. Prosigue: "Llamó,
pues, a cada uno de los deudores de su señor y dijo al primero: ¿Cuánto debes a
mi señor? Y él le respondió: Cien barriles de aceite".
Beda
Un barril es
entre los griegos el ánfora que contenía dos cántaros 1.
Prosigue: Y le dijo: "Toma tu escritura y siéntate luego y escribe
cincuenta", perdonándole así la mitad. Prosigue: "Después dijo a
otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él respondió: Cien coros de trigo". Un coro
tiene treinta modios o celemines. "El le dijo: Toma tu vale y escribe
ochenta", perdonándole la quinta parte. Este pasaje da a entender que al
que alivia la miseria del pobre en la mitad o en la quinta parte, se le
recompensará por su misericordia.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,34
Respecto a
lo que dice que de cien barriles de aceite hizo que el deudor escribiese sólo
cincuenta y que al que debía cien coros de trigo le hizo escribir sólo ochenta,
creo que debe entenderse en el sentido de que lo que cada judío daba a los
sacerdotes y a los levitas debe aumentarse en la Iglesia de Cristo. Es decir,
que si aquéllos daban la décima parte, éstos den la mitad, como hizo de sus
bienes Zaqueo ( Lc 19), quien daba dos décimas partes (o una quinta) para
superar a los judíos.
Notas
1. Cada cántaro es equivalente aproximadamente a 13,13 litros.
08-13 "Y
loó el señor al mayordomo infiel, porque lo hizo cuerdamente; porque los hijos
de este siglo, más sabios son en su generación, que los hijos de la luz. Y yo
os digo: Que os ganéis amigos de las riquezas de iniquidad, para que cuando
falleciereis, os reciban en las eternas moradas. El que es fiel en lo menor,
también lo es en lo mayor; y el que es injusto en lo poco, también es injusto
en lo mucho. Pues en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os fiará
lo que es verdadero? Y si no fuisteis fieles en lo ajeno, lo que es vuestro,
¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o al uno se llegará y al otro despreciará:
no podéis servir a Dios y a las riquezas". (vv. 8-13)
San Agustín, ut sup
El señor
alabó al mayordomo a quien despedía de su administración, porque había mirado
al porvenir. Prosigue: "Alabó el señor al mayordomo infiel, porque lo hizo
prudentemente". No debemos, sin embargo, imitarlo en todo, porque no
debemos defraudar a nuestro señor para dar limosnas de lo que le quitemos.
Orígenes
Pero como
los gentiles dicen que la prudencia es una virtud y la definen como el
conocimiento de lo bueno, de lo malo y de lo indiferente, o el conocimiento de
lo que se debe hacer o dejar de hacer, es preciso considerar si esta definición
significa muchas cosas o una sola. Se dice, pues, que Dios dispuso los cielos
con prudencia. Entonces es cierto que es buena la prudencia, porque con ella
dispuso el Señor los cielos. Se dice también en el libro del Génesis ( Gén 3,1)
según los Setenta, que la serpiente era prudentísima, y no se llama virtud a
esta prudencia, sino astucia que se inclina a obrar mal. En este sentido, pues,
se dice que el amo alabó al mayordomo porque obró con prudencia, esto es, con
astucia y ligereza. Y acaso se usó por error la palabra alabó y no en su
verdadera significación; como cuando decimos que alguno se deja llevar por
cosas mediocres e indiferentes y que deben admirarse las disputas y agudezas en
que brilla el vigor del ingenio.
San Agustín, ut sup
Estas
parábolas se llaman contradictorias para que comprendamos que si pudo ser
alabado por su amo aquél que defraudó sus bienes, deben agradar a Dios mucho
más los que hacen aquellas obras según sus preceptos.
Orígenes
Los hijos de
este siglo se dice que no son más sabios, pero sí más prudentes que los hijos
de la luz esto no en sentido absoluto ni sencillamente, sino en su generación.
Sigue pues: "Porque los hijos de este siglo son más prudentes en su
generación".
Beda
Se llaman
hijos de la luz e hijos de este siglo, como hijos del reino e hijos de la
perdición, porque cada uno se llama hijo de aquél cuyas obras hace.
Teofilacto
Llama hijos
de este siglo a los que piensan en adquirir las comodidades de la tierra, e
hijos de la luz a los que obran espiritualmente, mirando sólo al amor divino.
Sucede, pues, que en la administración de las cosas humanas disponemos con
prudencia de nuestros bienes y andamos solícitos en alto grado para tener un
refugio en nuestra vida si llega a faltarnos la administración, pero cuando
debemos tratar las cosas divinas, no meditamos lo que para la vida futura nos
conviene.
San Gregorio, Moralium 18,11 super Iob 27,19
Para que los
hombres encuentren algo en su mano después de la muerte, deben poner antes de
ella sus riquezas en manos de los pobres. Prosigue: "Y yo os digo que os
ganéis amigos de la mammona de la iniquidad", etc.
San Agustín, De verb. Dom. serm. 35
Llaman mammona
los hebreos, a lo que los latinos llaman riquezas. Como si dijese: "Haceos
amigos de las riquezas de la iniquidad". Interpretando mal estas palabras,
roban algunos roban lo ajeno y de ello dan algo a los pobres y creen que con
esto obran según está mandado. Esta interpretación debe corregirse. Dad limosna
de lo que ganáis con vuestro propio trabajo. No podréis engañar al juez, que es
Jesucristo. Si de lo que has robado al indigente das algo al juez para que
sentencie a tu favor, es tanta la fuerza de la justicia, que, si lo hace así el
juez, te desagradará a ti mismo. No quieras figurarte a Dios así, porque es
fuente de justicia. Por tanto, no des limosna del logro y de la usura. Me
dirijo a los fieles, a quienes distribuimos el cuerpo de Jesucristo. Pero si tales
riquezas tenéis, lo que tenéis es malo. No queráis obrar más de este modo.
Zaqueo dijo ( Lc 19,8): "Yo doy la mitad de mis bienes a los pobres".
He aquí cómo obra el que se propone hacerse amigos con la riqueza de la
iniquidad y para no ser considerado como reo, dice: "Si he quitado algo a
otro, le daré el cuádruple". También puede entenderse así: Riquezas de la
iniquidad son todas las de este mundo, procedan de donde quiera. Por esto, si
quieres la verdadera riqueza, busca aquella en que Job abundaba cuando, a la
vez que estaba desnudo, tenía su corazón lleno de Dios. Se llaman riquezas de
iniquidad las de este mundo porque no son verdaderas, estando llenas de pobreza
y siempre expuestas a perderse, pues si fuesen verdaderas te ofrecerían
seguridad.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,34
También se
llaman riquezas de iniquidad, porque no son más que de los inicuos y de los que
ponen en ellas la esperanza y toda su felicidad. Mas cuando son poseídas por
los justos, son ciertamente las mismas, pero para ellos no son riquezas más que
las celestiales y espirituales.
San Ambrosio
Llama
inicuas las riquezas, porque sus atractivos tientan nuestros afectos por la
avaricia, para que nos hagamos esclavos suyos.
San Basilio
Si heredases
un patrimonio, recibirás lo acumulado por los injustos, porque entre tus
antepasados necesariamente debe encontrarse alguno que las haya adquirido por
usurpación. Supongamos que ni aun vuestro padre lo haya robado, ¿de dónde
tienes el dinero? Si dices de mí, desconoces a Dios no teniendo noticia del
Creador. Si dices que de Dios, dinos la razón por qué las has recibido. Por
ventura ¿no es de Dios la tierra y cuanto en ella se contiene? ( Sal 23,1).
Luego si lo que nosotros tenemos pertenece al Señor de todos, todo ello
pertenecerá también a nuestros prójimos.
Teofilacto
Se llaman
riquezas de la iniquidad, todas las que el Señor nos ha concedido para
satisfacer las necesidades de nuestros hermanos y semejantes pero que
reservamos para nosotros. Debíamos, por tanto, entregarlas a los pobres desde
el principio. Pero, como en verdad fuimos administradores de iniquidad,
reteniendo inicuamente todo aquello que se nos ha concedido para la necesidad
de los demás, no debemos continuar de ningún modo en esta crueldad, sino dar a
los pobres para que seamos recibidos de ellos en los tabernáculos celestiales.
Prosigue, pues: "Para que cuando falleciereis os reciban en las eternas
moradas".
San Gregorio, Moralium 21,24
Si
adquirimos las eternas moradas por nuestra amistad con los pobres, debemos
pensar, cuando les damos nuestras limosnas, que más bien las ponemos en manos
de nuestros defensores que en las de los necesitados.
San Agustín, De verb. Dom. serm. 35
¿Y quiénes
son los que serán recibidos por ellos en las mansiones eternas, sino aquellos
que los socorren en su necesidad y les suministran con alegría lo que les es
necesario? Estos son los menores de Cristo, que todo lo han dejado por seguirlo
y todo lo que han tenido lo han distribuido entre los pobres, para poder servir
a Dios desembarazados de los cuidados de la tierra y, libres del peso de los
negocios mundanos, levantarse como en alas hacia el cielo.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,34
No debemos
entender que aquellos por quienes queremos ser recibidos en los eternos
tabernáculos, son deudores de Dios, puesto que son los santos y los justos a
quienes se alude en este lugar y que serán los que introduzcan a aquellos de
quienes recibieron en la tierra remedio para sus necesidades.
San Ambrosio
Haceos
amigos de la riqueza de la iniquidad, con el fin de que, dando a los pobres,
podamos conseguir la gracia de los ángeles y de los demás santos.
Crisóstomo, hom. 33 ad pop. Antioch
Obsérvese
que no dijo: para que os reciban en sus mansiones, porque no son ellos mismos
los que admiten. Por esto cuando dice: "haceos amigos", añade
"con las riquezas de la iniquidad", para manifestar que no nos
bastará su amistad si las buenas obras no nos acompañan y si no damos en
justicia salida a las riquezas amontonadas injustamente. El arte de las artes
es, pues, la limosna bien ejercida. No fabrica para nosotros casas de tierra,
sino que nos procura una vida eterna. Todas las artes necesitan unas de otras,
pero cuando conviene hacer obras de misericordia, no es necesario otro auxilio
que la sola obra de la voluntad.
San Cirilo
Así,
enseñaba Jesucristo a los ricos que estimasen sobre todo la amistad de los
pobres, y que atesorasen en el cielo. Conocía también la pereza de la
humanidad, que es causa de que los que ambicionan riquezas no hagan ninguna
obra de caridad con los pobres. Manifiesta, por tanto, con ejemplos claros, que
éstos no obtendrán ningún fruto de los dones espirituales, añadiendo: "El
que es fiel en lo menor, también lo es en lo mayor; y el que es injusto en lo
poco, también lo es en lo mucho". En seguida nos abre el Señor los ojos
del corazón aclarando lo que había dicho antes, diciendo: "Pues si en las
riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo que es verdadero?".
Lo menor son, pues, las riquezas de iniquidad, esto es, las riquezas de la
tierra, que nada son para los que se fijan en las del cielo. Creo, por tanto,
que es fiel alguno en lo poco cuando hace partícipes de su riqueza a los
oprimidos por la miseria. Además, si en lo pequeño no somos fieles, ¿por qué
medio alcanzaremos lo verdadero, esto es, la abundancia de las mercedes
divinas, que imprime en el alma humana una semejanza con la divinidad? Que sea
éste el sentido de las palabras del Señor, se conoce claramente por lo que
sigue: "Y si no fuisteis fieles en lo ajeno, lo que es vuestro, ¿quién os
lo dará?", etc.
San Ambrosio
Son para
nosotros ajenas las riquezas, porque están fuera de nuestra naturaleza y no
nacen y mueren con nosotros. Jesucristo es nuestro porque es la vida de los
hombres y vino a lo que es suyo.
Teofilacto
Así, pues,
nos enseñó hasta aquí con cuánta caridad debemos distribuir las riquezas. Pero
como la distribución de ellas no puede verificarse, según Dios, más que por la
impasibilidad del alma, desprendida de ellas, añade: "Ningún siervo puede
servir a dos señores".
San Ambrosio
No porque
haya dos señores, siendo uno el Señor, pues aun cuando hay quien se esclaviza
por las riquezas, sin embargo no da a éstas derecho ninguno de dominio, siendo
él mismo el que se impone el yugo de la esclavitud. El Señor es uno sólo,
porque sólo hay un Dios en lo que se manifiesta que el Padre y el Hijo tienen
el mismo poder. Y explica la razón de ello cuando añade: "Porque o
aborrecerá al uno y amará al otro, o al uno se llegará y al otro
despreciará".
San Agustín, De quaest. Evang. 2,36
No habla así
casualmente o sin reflexión, porque a nadie a quien se le pregunte si ama al
demonio contestará que lo ama, sino más bien que le aborrece, mientras que casi
todos dicen que aman a Dios. Así, pues, o aborrecerá al uno (esto es, al
diablo) y amará al otro (esto es, a Dios), o se unirá con uno (esto es, con el
diablo, buscando sus recompensas temporales) y despreciará al otro, esto es, a
Dios, como acostumbran a hacerlo aquellos que, lisonjeándose con que su bondad
los deje impunes, no hacen consideración de sus amenazas por satisfacer sus
pasiones.
San Cirilo
Da fin a
este discurso con lo que sigue: "No podéis servir a Dios y a las
riquezas". Renunciemos, pues, a las riquezas y consagrémonos a Dios con
todo celo.
Beda
Oiga esto el avaro y vea que no puede servir a la vez a Jesucristo y a las riquezas. Sin embargo, no dijo: quien tiene riquezas, sino el que sirve a las riquezas, porque el que está esclavizado por ellas las guarda como su siervo, y el que sacude el yugo de esta esclavitud, las distribuye como señor. Pero el que sirve a las riquezas sirve también a aquel que por su perversidad es llamado con razón dueño de las cosas terrenas y el príncipe de este siglo ( Jn 12; 2Cor 4).