25 de julio
SANTIAGO APÓSTOL, PATRONO DE ESPAÑA
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Mateo 20, 20-23
Entonces se acercó a El la madre de los hijos del
Zebedeo con sus hijos, adorándole y pidiéndole alguna cosa. El le dijo:
"¿Qué quieres?" Ella le dijo: "Di que estos mis dos hijos se
sienten en tu reino, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". Y
respondiendo Jesús, dijo: "No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz
que Yo he de beber?" Dícenle: "Podemos". Díjoles: "En
verdad beberéis mi cáliz: mas el estar sentados a mi derecha o a mi izquierda,
no me pertenece a Mí el darlo a vosotros, sino a los que está preparado por mi
Padre". (vv. 20-23)
San Jerónimo
Como había
dicho el Señor que "El resucitaría al tercero día", creyó una mujer
que el Señor reinaría después de resucitado y con la curiosidad propia de su
sexo, desea, sin acordarse de lo que había de realizarse después, lo que ella
ve como presente. Por eso dice: "Entonces se acercó a El", etc.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
Esta mujer
es Salomé, la madre de los hijos del Zebedeo; así es llamada por otro
evangelista y su nombre significa pacífica y realmente lo era, porque fue madre
de los hijos de la paz. Lo que realza más a esta mujer es que no solamente sus
hijos abandonaron a su padre, sino que ella misma dejó a su esposo y siguió a
Cristo. Su marido podía vivir sin ella, pero ella no podía salvarse sin Cristo.
También se puede decir que Zebedeo había muerto en el tiempo que media entre la
vocación de los apóstoles y la pasión del Señor. Ella, a pesar de su sexo débil
y de una edad en que ya no tenía fuerzas, seguía a Cristo, porque la fe no
envejece, ni la religión se fatiga. Su naturaleza la hizo atrevida para pedir y
por eso dice: "Adorándole y pidiéndole alguna cosa"; es decir, que
ella pide con el respeto debido que se le dé lo que pide. Sigue: "El la
dijo: ¿Qué quieres?" Pregunta el Señor, no porque ignore lo que ella
quiere, sino a fin de convencerla, exponiendo ella su petición, de la
imposibilidad de su demanda. Por eso se añade: "Ella dijo: Di que estos
mis dos hijos se sienten", etc.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,64
Marcos pone
en boca de los hijos del Zebedeo lo que San Mateo presenta como cosa dicha por
la madre, no habiendo hecho ésta más que trasmitir los deseos de sus hijos al
Señor. De aquí resulta que San Marcos, para abreviar, puso en boca de los hijos
las palabras de la madre ( Mc 10).
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2
Ellos se
veían más honrados que otros y habían oído aquellas palabras: "Os
sentaréis sobre doce tronos". Por eso exigían el trono más elevado y
creían que eran superiores en dignidad para con Cristo a los otros. Sin
embargo, temían la preferencia de Pedro; por esta razón dice otro evangelista
que ellos imaginaban, cuando estaban cerca de Jerusalén, que ya estaban a las
puertas del Reino de Dios, es decir, que el Reino era una cosa sensible. De
esto debemos concluir que ellos no pedían ninguna cosa espiritual ni se
elevaban hasta la contemplación de un reino superior.
Orígenes, homilia 12 in Matthaeum
Así como en
los reinos del mundo se tienen por más honrados los que se sientan junto al
rey, no es de admirar que una mujer, en su natural sencillez e inexperiencia,
creyera que estaba en el deber de hacer esa petición al Señor. Hasta los mismos
hermanos, por su imperfección, no tenían ideas más elevadas sobre el Reino de
Cristo y abrigaban los mismos sentimientos con respecto a los que se sentarán
con Jesús.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
O de otra
manera, no aplaudimos la petición de esta mujer; pero sí decimos que no deseaba
para sus hijos los bienes terrenales, sino los celestiales. Porque no eran sus
sentimientos como el de las demás madres, que aman los cuerpos de sus hijos y
desprecian sus almas, desean que sean apreciados en este mundo y no se cuidan
de lo que puedan sufrir en el otro, dando a entender con este proceder que son
madres de cuerpos y no de almas. Y yo creo que estos mismos hermanos, cuando
oyeron al Señor hablar sobre su pasión y resurrección, comenzaron a decir en su
interior, puesto que eran fieles. Ved cómo el Rey del cielo baja a los reinos
de los infiernos para destruir el reino de la muerte. Pero después de terminada
su victoria, ¿qué le queda por hacer si no el recibir la gloria de su Reino?
Orígenes, homilia 12 in Matthaeum
Después de
haber destruido Cristo el pecado que reinaba en nuestros cuerpos mortales y
todo el poder de los espíritus infernales, recibe en medio de los hombres la
corona de su Reino, que para El equivale a sentarse en el trono de su gloria.
Porque el obrar El con todo su poder a derecha y a izquierda, no es otra cosa
que destruir todo el mal que ante El se presenta y es indudable que entre los
que se aproximan a Cristo, aquellos que más sobresalen son los que están a su
derecha y los que menos a su izquierda. La derecha de Cristo, ved si lo podéis
comprender, es toda criatura invisible y la izquierda la visible y corporal.
Entre los que se aproximan a Cristo hay algunos que se colocan a su derecha,
como son las cosas inteligibles y otros a su izquierda, como son las sensibles.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
¿Cómo aquel
que se entregó a sí mismo a los hombres, no hará partícipes de su Reino a los
hombres? Es reprensible la negligencia en pedir cuando no hay duda de la
misericordia del que da. Si pedimos al Maestro, probablemente moveremos los
corazones de los demás hermanos. Porque, aunque no los pueda vencer el placer
carnal, puesto que ya están como regenerados por el espíritu, pueden, sin
embargo, conmoverse dado que aún tienen sentimientos carnales. Luego pongamos
en nuestro lugar a nuestra madre, para que en su nombre pida por nosotros.
Porque si ella es reprensible, fácilmente será perdonada. Su mismo sexo la
excusa de todo error y si ella no fuere importuna, alcanzará con más facilidad
cuanto pida para sus hijos. Porque el Señor, que ha llenado el corazón maternal
de cariño para con sus hijos, escuchará con más facilidad los sentimientos de
la madre. Entonces el Señor, que conoce las cosas que están ocultas, no
contesta a las palabras de la madre sino a la intención de los hijos que
inspiraron esa súplica. El deseo de ellos era efectivamente bueno, pero su
petición inconsiderada. De ahí es que, aunque no debían obtener nada, sin
embargo no merecían ser reprendidos por su sencilla petición nacida del amor
que tenían al Señor. Por esto el Señor solamente les reprende su ignorancia:
"Y respondiendo Jesús, dijo: No sabéis lo que pedís".
San Jerónimo
No es
extraño que el Señor reprenda su ignorancia, habiendo dicho de Pedro ( Lc
9,33): "No sabía lo que decía".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
Porque el
Señor permite con frecuencia que los discípulos digan o piensen algunas cosas
inconvenientes con el objeto de tener en ello una ocasión para enseñarles
alguna regla de piedad, comprendiendo que en su presencia no podía traer ningún
mal resultado el error que ellos cometían y que la doctrina que con este motivo
les exponía edificaba, no sólo para el presente, sino también para el porvenir.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2
El Señor les
responde de esa manera, o bien para manifestarles que lo que pedían no era un
bien espiritual, o bien para hacerles ver que si ellos hubieran comprendido lo
que pedían, jamás se hubieran atrevido a hacer una petición cuya realización
excede a las más elevadas virtudes.
San Hilario, in Matthaeum, 20
Tampoco
saben lo que piden porque no podía ser objeto de duda alguna la gloria de los
apóstoles. Y las palabras que preceden indican de un modo terminante que serán
ellos los jueces del mundo ( Hch 19).
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
O también:
"No sabéis lo que pedís", que equivale a decir: Yo os he llamado
desde el lado izquierdo a mi derecha y vosotros, por elección vuestra, queréis
volver a pasar a la izquierda y quizás la mujer fuera la causa de esta
elección. El diablo puso en juego sus acostumbradas armas: la mujer; y así como
por una mujer despojó a Adán, así también quiso separar a los discípulos por
sugestión de una madre. Pero desde que la salvación del mundo vino de una
mujer, ya no podía perder a los santos por una mujer. O también dice: "No
sabéis lo que pedís". Porque no solamente debemos pensar en la gloria que
podemos conseguir sino también en el modo de evitar las consecuencias del
pecado. Porque en las batallas del mundo difícilmente vence el que no piensa
más que en el botín de la victoria. Por eso debieron ellos haber hecho esta
petición: "Danos el auxilio de tu gracia para que triunfemos de todo
mal".
Rábano
No sabían lo
que pedían aquellos que pretendían del Señor el trono de una gloria que aún no
merecían. Se complacen ante la perspectiva de la cumbre del honor pero les
falta ejercitarse antes en el camino del trabajo. Por eso añade: "Podéis
beber el cáliz".
San Jerónimo
Por cáliz se
entiende en la Escritura Santa la pasión, como en el Salmo: "Tomaré el
cáliz de la salud" ( Sal 115,13) y a continuación dice lo que es este
cáliz: "La muerte de los santos es preciosa en la presencia del
Señor" ( Sal 115,14).
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
El Señor
sabía que los discípulos podían imitar su pasión pero les hace esa pregunta con
el objeto de que sepamos que nadie puede reinar con Cristo si no lo imita en la
pasión pues una cosa preciosa no se adquiere a bajo precio. Entendemos por
pasión del Señor, no solamente la persecución de los gentiles, sino también
todo lo que tengamos que sufrir en nuestras luchas con el pecado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2
Dice, pues:
"Podéis beber", etc., como si dijera: Vosotros me habláis de honor y
de coronas y yo os hablo de combates y esfuerzos, porque éste no es aún el
tiempo de las recompensas. La pregunta del Señor atrae a sus discípulos, porque
no les dijo: Podéis derramar vuestra sangre, sino, "¿Podéis beber el cáliz
que Yo he de beber?"
Remigio
Esto con el
objeto de unirlos más a El mediante el lazo de la pasión. Aquellos que poseían
la libertad y la constancia del martirio prometen que lo beberían. Por eso sigue:
"Dícenle: Podemos".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 35
O también
dicen esto, no tanto por la confianza que les inspiraba su fortaleza, sino por
la ignorancia de su fragilidad; porque para ellos, que no tenían experiencia,
era cosa ligera la pasión y la muerte.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,2
O también prometen eso por efecto de su buen deseo. Porque jamás se hubieran comprometido de ese modo si no hubieran esperado obtener lo mismo que pedían. El Señor les profetiza grandes bienes, es decir, hacerlos dignos del martirio.
Sigue:
"Díjoles: En verdad beberéis mi cáliz".
Orígenes, homilia 12 in Matthaeum
No les
contestó el Señor: Podéis beber mi cáliz, sino que, mirando a su futura
perfección, les dijo: "En verdad beberéis mi cáliz".
San Jerónimo
Se pregunta
cómo los hijos del Zebedeo (a saber, Santiago y Juan) han bebido el cáliz del
martirio, siendo así que, según la Escritura, Santiago fue decapitado por
Herodes ( Hch 12) y Juan murió de muerte natural; pero leemos en la historia
eclesiástica que Juan fue arrojado a una caldera de aceite hirviendo y
desterrado a la isla de Patmos. Por consiguiente, nada le faltó para lo
esencial del martirio y para beber el cáliz de confesor; cáliz que bebieron los
tres jóvenes echados al horno de fuego, aunque su perseguidor no derramó la
sangre de ellos. 1
San Hilario, in Matthaeum, 20
Aplaudiendo
el Señor la fe de los discípulos, les dijo que en verdad podían sufrir con El
el martirio, pero el sentarse a su derecha o izquierda era cosa reservada a
otros por su Padre. Por eso sigue: "Mas el estar sentados a mi derecha o a
mi izquierda", etc. Y efectivamente opinamos que de tal manera está
reservado a otros ese honor, que no serán extraños a él los apóstoles, los
cuales juzgarán a Israel sentados en los doce tronos de los patriarcas. Y
Moisés y Elías -de quienes el Señor apareció rodeado en la montaña con todo el
brillo de su gloria- estarán sentados en el Reino de los Cielos, en cuanto es
posible concluirlo de lo que dicen los mismos Evangelios.
San Jerónimo
Mas yo opino
de otra manera. Los nombres de los que estarán sentados en el Reino de los Cielos
no se dicen aquí, a fin de que la designación especial de algunos no parezca la
exclusión de otros. Porque el Reino de los Cielos no está tanto a la
disposición del que lo da como del que lo recibe. Para Dios no hay distinción
de personas y aquel que se presentare digno del Reino de los Cielos, recibirá
el reino que está preparado, no para tal persona, sino para tal conducta. De
donde resulta que si vosotros os portáis de tal manera que merecéis el Reino de
los Cielos (que mi Padre ha preparado a los victoriosos), vosotros lo
recibiréis también. Y no dijo el Señor "no os sentaréis", a fin de no
cubrir de confusión a los dos hermanos, ni tampoco "os sentaréis",
para no irritar a los demás.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 65,3
O de otro
modo, este primer lugar parece imposible a todos, no sólo a los hombres, sino a
los ángeles, porque el apóstol San Pablo nos dice en estos términos, que tal es
el principal puesto del Hijo único de Dios ( Heb 1,13.): "¿A cuál de los
ángeles dijo alguna vez: "Siéntate a mi derecha?" Contesta el Señor
por condescender con los que le preguntaban, mas no con el fin de designar
quiénes de los presentes debían sentarse a su lado. Porque el único objeto que
efectivamente se proponían los dos discípulos en su petición era el estar
sentados inmediatamente después de El y delante de los demás. Pero el Señor
responde: Efectivamente moriréis por causa mía pero esto no es suficiente para
que obtengáis el primer puesto. Porque si se presentara algún otro con mayor virtud
además del martirio, no le quitaré a él el primer puesto y os lo daré a
vosotros por el amor que os tengo. Y para que viéramos que no cabía en El esa
debilidad, no dijo simplemente: No es cosa mía el dar, sino no es cosa mía el
darlo a vosotros, sino a aquéllos para quienes ha sido preparado, es decir, a
aquellos que se pueden distinguir por sus obras.
Remigio
O de otro
modo: no es cosa mía el darlo a vosotros, esto es, a los que son tan soberbios
como vosotros, sino a los humildes de corazón, para quienes lo ha preparado mi
Padre.
San Agustín, de Trinitate, 1,12,24-25
O también de
otro modo, la respuesta del Señor: "Mas el estar sentado a mi derecha no
me pertenece a Mí el darlo", fue dada según la forma de siervo de que
estaba revestido. Mas lo que está preparado por el Padre, preparado está
también por el mismo Hijo. Porque el Padre y el Hijo son una sola cosa.
Notas
1. Ver Dan 3.