martes, 16 de julio de 2024

17 de julio. EL VOTO DE UN MARINERO. MES DE JULIO EN HONOR A LA VIRGEN DEL CARMEN

 


17 de julio

EL VOTO DE UN MARINERO

“Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús.

 

MES DE JULIO EN HONOR

A LA VIRGEN DEL CARMEN

 

Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Oración inicial

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en este ejercicio consagrado a vuestra devoción, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo:

3 Avemarías

A continuación se lee el relato tomado de la obra “Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús.

 

17 de julio

EL VOTO DE UN MARINERO

“Prodigios del Escapulario” del P. Rafael María López-Melús.

 

En "La Hormiga de Oro" correspondiente al 16 de julio de 1887, contaba el popular escritor barcelonés Don Francisco de Paula Capella el siguiente hecho:

Hace treinta años presenció Barcelona un espectáculo conmovedor. Era el 16 de julio, festividad de Nuestra Señora del Carmen, y en las Ramblas y llano de la Boquería se veía a un grupo que iba engrosando por momentos. Los hombres estaban llenos de admiración, y las mujeres lloraban enternecidas.

Un hombre de mediana edad, tostado por el sol de los trópicos, vestido de un hábito burdo, ceñido con una cuerda y atada al cuello una larga cadena que le arrastraba por el suelo andaba a gatas, y desde el barrio marítimo de Barceloneta se dirigía de aquella suerte al templo de Nuestra Señora de Belén.

La fatiga que esto ocasionaba al penitente era indecible. Sus rodillas se habían desollado a causa de la distancia, y las gotas de sangre que marcaban el empedrado eran las huellas que dejara a su paso. El peso de las cadenas, lo violentó de su posición y el sol canicular que caía sobre su cabeza, le hacían sudar a mares y ocasionaban un resuello fatigoso, moviendo los ánimos a la compasión.

Llegado frente al altar de la Virgen del Carmen, besó tres veces el suelo, se incorporó sobre sus rodillas y, poniendo los brazos en cruz, según se lo permitía la fatiga, exclamó sollozando:

- ¡Gracias, Madre mía!, ¡gracias, Virgen del Carmen! No en vano invoqué vuestro auxilio en deshecha tempestad. Nuestro buque iba a sumergirse en el airado Océano.

Íbamos a morir sin remedio, y el recuerdo de mis pobres hijos y de mi desgraciada esposa me hacía llorar. En medio de la desesperación de mis compañeros, recordé las oraciones de mi madre y de mi esposa. Cogí el Escapulario que mi esposa me puso el día de nuestra despedida; le estampé un beso de ternura, y volviéndome hacia el cielo cubierto de nubes y cruzado por el rayo, entre la voz tremenda del trueno y el bramido de las olas que iban a tragarnos, flotando de rodillas, grité:

-"¡Virgen del Carmen, sálvanos, que perecemos! Tened piedad de nuestras esposas y de nuestros inocentes hijos. Hago voto, si nos libras de la muerte, de visitaros en vuestra capilla del Carmelo, en el templo de Belén, Barcelona, arrastrándome por el suelo con una cadena al cuello".

La Virgen escuchó mi voto; calmóse al instante la tempestad, y el arco iris brilló en el firmamento. "Allí os vi a Vos, Madre mía, como en trono de mil colores, con vuestro manto blanco y vuestro hábito pardo del Carmelo".

Así dijo en medio de la conmoción de todos los circunstantes, y empezóse un oficio solemne en honor de la Virgen del Carmen.

 

Oración final para todos los días

Infinitas gracias os damos, soberana Princesa, por los favores que todos los días recibimos de vuestra benéfica mano; dignaos, Señora, tenernos ahora y siempre bajo vuestra protección y amparo; y para más obligaros, os saludamos con una Salve:

 

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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Querido hermano comparte esta devoción con tus familiares y amigos para que muchos conozcan y amen a la Virgen.

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Nuestra Señora del Carmen, ruega por nosotros.