miércoles, 21 de agosto de 2024

DÍA 22. ABISMO DE HUMILDAD: QUINTA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN. MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


DÍA 22.

ABISMO DE HUMILDAD: QUINTA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN

DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

CON SAN JUAN EUDES

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes

Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

DÍA 22.

ABISMO DE HUMILDAD: QUINTA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN

DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.

 

A este abismo pueden aplicarse estas palabras del Espíritu Santo: Un abismo llama a otro abismo (Sal 42, 8). ¿Qué significa? El Espíritu Santo nos pone ante la vista dos abismos.

El primero es el corazón humilde que se hunde en el abismo de su nada por humildad profunda. Ella lo encierra en ese abismo y no le permite ver en sí mismo nada más que su propia nada, y le hace amar la bajeza y abyección de su nada.

El segundo abismo es un abismo de gracias y bendiciones celestiales que siguen y acompañan por doquier el corazón de veras humilde.

El primer abismo llama al segundo pues la oración de un corazón humilde es tan poderosa ante Dios que siempre es escuchada pues la divina bondad nada le puede rehusar. Es abismo que invoca, que llama, que atrae hacia sí todas las gracias del cielo. Dios las derrama en él a mano llena y sin reservas. Siendo la humildad la guardiana de todas las demás gracias y virtudes, ellas están seguras donde ella está, según el decir de san Basilio: La humildad es el tesoro de todas las virtudes que no corre ningún riesgo de ser robado.

Esto pasa en la profundísima humildad del santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen. No cesó desde el primer momento de su vida hasta el último de llamar y atraer hacia ella gracias y más gracias, perfecciones y más perfecciones, santidades y más santidades hasta conducirla a la mayor altura posible de la gracia y santidad que haya habido o que jamás exista. Así lo expresa san Bernardo: Con todo derecho, la que es la primera de todas las criaturas sea honrada como la más digna y la más santa pues se miraba y se trataba por su humildad como si fuera la última.

¿Quieres conocer los efectos admirables de esta prodigiosa humildad en el Corazón de la reina de los humildes? Obsérvala en todo el curso de su vida y verás que así como toda la vida de Jesús fue un ejercicio continuo de humildad, toda la vida de la Madre de Jesús fue una práctica perpetua de humildad. La humildad se hizo la virtud propia y particular de nuestro Salvador. Nos la predicó incesantemente por su ejemplo y nos la recomendó instantemente con estas palabras: Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 29). Es la proclamación incesante de todos los efectos maravillosos de su humildad.

Cuenta, si lo puedes, todos los momentos de la vida de la Virgen María y habrás contado los actos y los efectos de su humildad. Toda su vida fue ejercicio continuo de esta virtud. Sin ella todas las demás no podrían ser del agrado de Dios. Dice san Bernardo: “Sin la humildad, me atrevo a decir, la virginidad misma de María no hubiera sido agradable a Dios. Si la humildad fue de sus complacencias, lo fue por mérito de su humildad”. Esta virtud la eleva a la dignidad de Madre de Dios. Escucha a san Agustín: “Oh dichosa humildad que dio a luz a un Dios para los hombres. Que dio vida a los mortales. Que ha renovado los cielos. Que ha purificado al mundo. Que ha abierto el paraíso. Que dio libertad a las almas de los hombres. Oh humildad dichosa de María que es la puerta de la Jerusalén celestial. Escala del cielo por la que Dios bajó a la tierra”.

Quiero terminar este capítulo con las santas palabras del muy piadoso Tomás de Kempis: “¿Quiénes son los que se han anonadado más en la tierra y son los más exaltados en el cielo? ¿No son acaso Jesús y María? Jesús tomó la forma de servidor y María el título de esclava. Todo el universo ha sentido los efectos de su caridad; los ciudadanos del cielo proclaman y alaban su dignidad y todos los ejércitos de los ángeles los adoran. ¡Oh, ojalá se nos diera la felicidad de ser asociados a sus bienhadadas tropas y unir nuestros corazones y voces con las suyas en las alabanzas del amadísimo nombre de Jesús y del dulcísimo nombre de María! Es bueno y venturoso servir a quienes nos han servido con tanta fidelidad y humildad. Hijos de los hombres, sirvan de todo su corazón al Señor Jesús que se dignó hacerse su servidor y servirlos con tanto amor”. Y sirvan a la santísima Madre de Dios que les dio tan bellos ejemplos de la humildad con la que deben servir al Creador y a las criaturas.

 

Jaculatoria: Oh Inmaculado Corazón de María, concededme parte de vuestra humildad.

 

Propósito: Aceptar con alegría las humillaciones que nos viniesen en este día.

 

 

PARA FINALIZAR

Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:

 

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen, no adoran,

no esperan y no os aman. (3 veces)

***

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente

y os ofrezco

el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes,

sacrilegios e indiferencias

con que El mismo es ofendido.

Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón

y del Corazón Inmaculado de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.