DÍA 15.
EL CORAZÓN DIVINO DE LA MADRE DE DIOS
MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
CON SAN JUAN EUDES
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes
Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA 15.
EL CORAZÓN DIVINO DE LA MADRE DE DIOS
De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.
Para saber qué es el Corazón divino de la sagrada Madre de Dios se requieren dos datos:
El primero es recordar lo dicho: que hay tres Corazones en Nuestro Señor Jesucristo, que sin embargo no forman sino un solo Corazón. Son su Corazón corporal, la parte más noble de su sagrado cuerpo; su Corazón espiritual, la parte superior de su alma santa; y su Corazón divino que es el Espíritu Santo, Corazón de su Corazón. Tres Corazones divinos pero de distintas maneras.
El segundo es saber que el Hijo de Dios es el Corazón de su Padre eterno. Así lo piensa un antiguo Padre de la Iglesia, san Clemente de Alejandría. Pero lo que es infinitamente más, es el lenguaje de este Padre divino, es el nombre que dio a su Hijo, pues de él habla a la santa Virgen al decirle que ha herido, o según el texto hebreo y Los Setenta, que ha embelesado su Corazón arrebatándolo de su seno paternal a su seno virginal (Cantar 4, 9).
Con esta suposición, puedo decirte que, en primer lugar, el Corazón corporal de Jesús es el Corazón de María, pues, siendo la carne de Jesús carne de María, como dice san Agustín: Caro Christi est caro Mariae, se deduce necesariamente que el Corazón corporal de Jesús es el Corazón de María.
Te digo, en segundo lugar, que el Corazón espiritual de Jesús es también el Corazón de María por su muy íntima unión de espíritu y de voluntad. Si se dijo de los primeros cristianos que no tenían sino un solo corazón y una sola alma (Hech 4, 32), cuanto más es cierto decirlo del Hijo único de María y de su sacratísima Madre.
Si san Bernardo se toma la audacia de decir que siendo Jesús su cabeza, el Corazón de Jesús es su Corazón y que no tiene sino un solo Corazón con Jesús; con cuanta mayor razón la Madre del Salvador puede decir: “El Corazón de mi Cabeza y de mi Hijo es mi Corazón y no tengo sino un solo mismo Corazón con él”.
En tercer lugar, puedo decir que el Corazón divino de Jesús, que es su Espíritu Santo, es el Corazón de María. Si este Espíritu divino ha sido dado por Dios a todos los verdaderos cristianos, para ser su espíritu y su corazón, según la promesa que la divina bondad les hizo por el profeta Ezequiel con mayor razón lo hizo a la reina y la madre de los cristianos.
Son, pues, tres Corazones en Jesús que no son sino un Corazón, Corazón del todo divino, del que puede decirse con verdad que es el Corazón de la santísima Virgen. “Ten por cierto, dice la Madre de Dios a santa Brígida, que amé a mi Hijo tan ardientemente y que él me amó con tanta ternura, que él y yo, no éramos sino como un Corazón.”
Añado además, que este mismo Jesús, que es el Corazón del Padre eterno, es igualmente el Corazón de su divina Madre.
¿No es el Corazón el principio de la vida? ¿Y qué es el Hijo de Dios en su divina Madre, donde ha estado y estará eternamente, sino el Espíritu de su espíritu, el alma de su alma, el Corazón de su corazón, principio único de todos los movimientos, acciones y funciones de su santísima vida? ¿No escuchas a san Pablo que nos asegura que no es él el que vive sino que es Jesucristo quien vive en él (Ga 2, 20) y que él es la vida de todos los cristianos verdaderos: Christus vita vestra? (Col 3, 4). ¿Quién puede poner en duda que Cristo viva en su preciosa Madre y que en ella sea la vida de su vida, el Corazón de su corazón, de manera incomparablemente más excelente que en san Pablo y en todos los fieles?
Esto dijo a santa Brígida: “Mi Hijo era en verdad como mi corazón. Cuando él sufría yo sentía el dolor como si mi Corazón hubiera padecido las mismas penas y experimentado los mismos tormentos que padecía. (…). Me atrevo a decir que su dolor era mi dolor pues su Corazón era mi Corazón.”
Percibes cómo el Hijo de Dios es el Corazón y la vida de su divina Madre, de la manera más perfecta que es dable pensar. Si según el lenguaje del Espíritu Santo, por boca de san Pablo, ese adorable Salvador debe vivir de tal manera en sus servidores que incluso su vida se manifieste en sus cuerpos: Que la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal (2 Cor 4, 11), quién pude pensar de qué manera y con qué abundancia y perfección él comunica su vida divina a aquella de la que recibió una vida humanamente divina y divinamente humana, pues engendró y dio a luz a un Hombre-Dios? Vive en su alma y en su cuerpo, y en todas las facultades de su alma y de su cuerpo; vive totalmente en ella, o sea, que todo lo que es de Jesús vive en María. Su Corazón vive en su Corazón; su alma en su alma; su espíritu en su espíritu; la memoria, el entendimiento, la voluntad de Jesús están vivos en la memoria, el entendimiento y la voluntad de María; sus sentidos interiores y exteriores viven en sus sentidos interiores y exteriores; sus pasiones en sus pasiones; sus virtudes, sus misterios, sus divinos atributos viven en su Corazón. ¿Qué quiero decir cuando digo viven? Todas estas cosas han estado siempre allí, están y estarán vivientes y reinantes soberanamente, obrando en ella efectos maravillosos e inconcebibles, e imprimiendo en ella viviente imagen.
Es así como Jesús es principio de vida en su santísima Madre. Así él es el Corazón de su Corazón y la vida de su vida. Podemos afirmar entonces con plena seguridad que tiene un Corazón del todo divino. Lo entendió así santa Brígida al decir: “Todas las alabanzas que se rinden a mi Hijo son mis alabanzas; quien lo deshonra, a mí me deshonra; lo he amado siempre tan ardientemente y él me ha amado siempre tan perfectamente que él y yo hemos sido siempre como un mismo Corazón: Quasi unum Cor ambo fuimus”.
Jaculatoria: Corazones de Jesús y de María, hacedme un solo corazón con vosotros.
Propósito: Ofrecer la comunión, al menos espiritualmente, en reparación a los Sagrado Corazones de Jesús y de María.
PARA FINALIZAR
Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
no esperan y no os aman. (3 veces)
***
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco
el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias
con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.