DÍA 30.
MUNDO DE MARAVILLAS: DÉCIMA TERCER EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN
MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
CON SAN JUAN EUDES
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes
Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA 30.
MUNDO DE MARAVILLAS: DÉCIMA TERCER EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN
De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.
Si según san Crisóstomo, la sagrada Virgen es el gran milagro del mundo, y al decir de san Efrén es prestantísimo milagro del orbe de la tierra, y al decir de san Epifanio es milagro estupendo en los cielos, si es abismo de milagros, en palabras de san Juan Damasceno, bien puedo añadir yo que su Corazón augustísimo es mundo de maravillas pues es el principio de todo lo que hay de grande y admirable en esta Virgen incomparable.
Llena de gozo sin igual escuchar las sagradas bocas de la Iglesia, los santos Padres, hablar así de esta divina Madre. Cuando tratan otros temas sus discursos están llenos de ciencia, de piedad y de elocuencia, pero en este tema se sobrepasan a sí mismos. Compiten en quién dirá mayores bellezas, en quien abundará en mayores elogios. Parecen no encontrar términos más elevados para expresar sus profundos sentimientos. Por eso recurren a exclamaciones como: ¡Oh la grande, la santa, la admirable, la incomparable! Hablan como hombres llevados de embeleso y arrobamiento. Son bocas de oro, o mejor, bocas del Espíritu Santo. Se ve bien, en efecto, que es el Espíritu divino quien habla por su medio y que se inunda de soberano placer al predicar y publicar, por su medio, las grandezas y maravillas de su dignísima Esposa.
Hemos escuchado a lo largo de estas páginas esos oráculos celestiales. Abramos todavía los oídos del corazón para escucharlos a fin de inflamar más y más en nuestros corazones el amor ardiente que debemos tener por el honor y la veneración del santísimo Corazón de esta divina Virgen, causa y principio de todos los portentos, excelencias y privilegios que se dan en ella.
Los santos Padres hablan de las excelencias maravillosas de la Madre de Dios nacidas de su Corazón. Detengámonos en el testimonio de los apóstoles de su Hijo.
Es imposible imaginar que los santos apóstoles, que ardían en amor de su buen Maestro, no hayan profesado afecto extraordinario a su queridísima Madre. ¿Quieres pruebas fehacientes? Has de saber en primer lugar que según el testimonio de buenos autores, cuando estuvieron a punto de separarse para ir a predicar el evangelio a toda la tierra, convirtieron la pequeña casa de Nazaret, donde habitaba cuando concibió al Hijo de Dios en sus benditas entrañas en iglesia que dedicaron a esta Virgen Madre. En seguida, una vez que se hubieron propagado por todo el universo, doquiera predicaban el misterio inefable de la encarnación que se había cumplido en ella, y luego el nacimiento del Salvador, su huida a Egipto, su obediencia a su divina Madre, su pasión, su crucifixión, su muerte y las últimas palabras que dirigió desde la cruz a esta Madre inconsolable, nunca faltaron de hablar muy digna y útilmente de aquella en quien, con quien y por quien la omnipotente bondad de Dios había obrado tantas maravillas. Hablaron de sus virtudes admirables, de su santidad prodigiosa, de las perfecciones extraordinarias con que había estado adornada para hacerla digna Madre del redentor del universo, Madre de todos los cristianos y soberana Emperatriz de cielo y tierra.
Algunos autores escriben que los apóstoles escribieron la oración que comienza por estas palabras Salve Regina, otros la atribuyen a Herman, religioso de la orden de San Benito.
Esos mismos apóstoles nos enseñaron a invocar a la bienaventurada Virgen con la oración que añadieron al saludo del ángel: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Algunos refieren que san Pedro, venido de la ciudad de Antioquía a España, llevó consigo cuarenta imágenes de la bienaventurada Virgen, para sembrar e incrementar en esa región, la devoción que el apóstol Santiago había comenzado a difundir allí en el corazón de los primeros cristianos.
Santiago, conocido como el hermano del Señor, ha demostrado la veneración y devoción singular que tenía a su sacratísima Madre. Primero, porque, según atestiguan varios grandes autores, hizo construir en Zaragoza, en España, la primera iglesia que le fue dedicada, estando todavía en vida en la tierra. Segundo, por la mención, muy digna de honor, que hizo de esta gloriosa Virgen en su Liturgia. En ella el sacerdote la saluda en primer lugar de esta manera: Te saludo, María, llena de gracia. El Señor está contigo. Eres bendita ente todas las mujeres y es bendito el fruto de tu vientre, pues nos diste a luz al Salvador de nuestras almas. Acto continuo la llama: María, gloriosa Señora nuestra, Madre de Dios y siempre Virgen, santísima, inmaculada, bendita por encima de todas las criaturas.
En seguida, quienes cantan la misa, entonan así: Es justo, Virgen santa, que te reconozcamos y honremos como a quien es en verdad la bienaventurada Madre de Dios. Eres siempre bienaventurada y en todas las maneras inmaculada, Madre de nuestro Dios. Eres más digna de honor que los querubines, más gloriosa que los serafines, tú que has dado a luz al Verbo de Dios sin corrupción alguna. Por ello te ensalzamos como a verdadera Madre de Dios. Todos los ángeles y los hombres, y todas las criaturas se regocijan, oh llena de gracia, porque eres el templo de la santidad, el paraíso de delicias de la santísima Trinidad; de nosotros y en nosotros Dios se volvió carne nuestra y el que existe antes de todos los siglos se hizo niño sin despojarse de su divinidad. De tu vientre virginal hizo su trono. Lo volvió más espacioso y extendido que los cielos. Por ello todas las criaturas se regocijan, oh llena de gracia; gloria inmortal y eterna te sean dadas por todos los hombres y los ángeles.
JACULATORIA: Oh Inmaculado Corazón de María, mundo de maravillas, me regocijo y te alabo con todos los ángeles y santos, unido a la Iglesia y a las almas piadosas.
PROPÓSITO: Trabajar para que se incremente la devoción a la Virgen en mi familia y en mi parroquia.
PARA FINALIZAR
Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
no esperan y no os aman. (3 veces)
***
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco
el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias
con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.