XII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Comentario al Evangelio de la Catena Aurea de santo Tomás de Aquino
Lucas
10, 23-24 Y volviéndose hacia sus discípulos, dijo:
"Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis. Porque os digo,
que muchos Profetas y Reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron:
y oír lo que oís, y no lo oyeron". (vv. 23-24)
Teofilato
Como antes
había dicho: "Nadie conoce lo que es el Padre, sino sólo el Hijo, y aquél
a quien el Hijo quiere revelarlo", llama ahora bienaventurados a sus
discípulos, a quienes el Padre se da a conocer por su mediación. Por lo que
dice: "Y volviéndose a sus discípulos, dijo: Bienaventurados los
ojos", etc.
San Cirilo
Se vuelve
hacia ellos, porque rechazando a los judíos, sordos, que llevaban la ceguera en
la inteligencia y no querían ver, se daba todo entero a los que le amaban. Y
llama bienaventurados los ojos que ven lo que ellos veían antes que otros. Debe
advertirse que ver no representa exclusivamente la acción de los ojos, sino
también la recreación de la inteligencia en los beneficios recibidos; como
cuando decimos: Este ha visto los buenos tiempos, esto es, se ha alegrado en
los bienes de esta vida, según las palabras ( Sal 127,5): "Veas los bienes
de Jerusalén". Muchos de los judíos vieron al Señor (con los ojos del
cuerpo) hacer milagros y, sin embargo, no a todos convino la beatificación
porque no todos creyeron ni vieron su gloria con los ojos del alma. Son, pues,
beatificados nuestros ojos en que vemos, por medio de la fe, al divino Verbo
hecho hombre por nosotros, imprimiéndonos la hermosura de su divinidad, para
hacernos conformes a El por medio de la santificación y de la justicia.
Teofilato
Beatifica
simplemente a todos los que ven con los ojos de la fe, porque los antiguos
profetas y los reyes desearon ver y oír a Dios. Por lo que sigue: "Porque
muchos Profetas y Reyes", etc.
Beda, cap. 43 in fine
San Mateo
llama más claramente a los profetas, reyes justos ( Mt 13). Son, en efecto,
grandes reyes, porque no cedieron a los movimientos de las pasiones, sino que
reinaron sobre ellas.
Crisóstomo, ex homiliis in Joanes
De aquí
deducen algunos que los profetas no tuvieron noticia de Cristo. Pero sí
desearon ver lo que los apóstoles vieron; conocieron que vendría a los hombres
y les dispensaría las gracias que les dispensó. Ninguno desea lo que no conoce;
luego habían conocido al Hijo de Dios. Por lo que no dice simplemente:
"Quisieron verme", sino "lo que vosotros veis"; ni
"oírme", sino "lo que vosotros oís". Lo habían visto, en
efecto, aunque no ya encarnado, ni tratando con los hombres, ni hablándoles con
tanta majestad.
Beda
Ellos,
viéndolo a lo lejos, lo vieron en espejo y en enigma; los apóstoles, teniendo
presente al Señor y aprendiendo de El cuanto querían, no necesitaban ser
instruidos por los ángeles ni por revelaciones de otras especies.
Orígenes
Y ¿por qué dice que muchos profetas, y no todos, desearon? Porque se dice de Abraham ( Jn 8) que vio el día de Cristo, y se alegró. Esta visión no todos tuvieron, sino pocos. Los otros profetas y justos no fueron tan grandes que alcanzasen la visión de Abraham y la ciencia de los apóstoles; dice que éstos no vieron, sino que desearon.
25-28 Y se
levantó un doctor de la ley, y le dijo para tentarle: "Maestro, ¿qué haré
para poseer la vida eterna?" Y El le dijo: "En la ley, ¿qué hay
escrito? ¿Cómo lees?" El, respondiendo, dijo: "Amarás al Señor tu
Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo
tu entendimiento, y a tu prójimo como a ti mismo". Y le dijo: "Bien
has respondido: Haz eso, y vivirás". (vv. 25-28)
Beda
El Señor había
dicho antes que sus nombres estaban escritos en el cielo; de donde, como creo,
el doctor de la ley tomó ocasión de tentar al Señor. Por lo que se dice:
"Y se levantó un doctor de la ley, y le dijo para tentarle", etc.
San Cirilo
Había
ciertos charlatanes que recorrían todo el territorio de los judíos, acusando a
Cristo y diciendo que llamaba inútil a la ley de Moisés al mismo tiempo que
enseñaba doctrinas nuevas. Queriendo, pues, aquel doctor de la ley seducir a
Jesús para que hablase algo en contra de la ley de Moisés, se presenta
tentándole, llamándole maestro y no sufriendo ser enseñado. Y como el Señor
acostumbraba a hablar de la vida eterna a todos los que venían a El, el doctor
de la ley se servía de sus propias palabras; y como lo tienta con astucia, no
oye otra cosa que lo que Moisés había enseñado. Por eso sigue: "Y El le
dijo: ¿En la ley qué hay escrito? ¿Cómo lees?"
San Ambrosio
Era uno de
aquellos que creían conocer la ley, y que poseen de ella la letra pero que
ignoran el espíritu; por eso, con el texto mismo de la ley les prueba que la
ignoran, demostrando que la ley anunció desde el principio al Padre, al Hijo y
el misterio de la encarnación del Señor. Prosigue, pues: "Y El
respondiendo dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu
alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento".
San Basilio
En cuanto
dice "con todo tu entendimiento", no admite división con las
criaturas. Porque cualquier afecto que se invierta en las cosas ínfimas, ha de
faltar necesariamente al todo. Así como cuanto se derrame de un vaso lleno de
licor, tanto faltará a su plenitud; así en el alma, cuanto de su amor emanare
para lo ilícito, tanto disminuye necesariamente en el amor que debe a Dios.
San Gregorio Niceno, lib. De hominis creat., cap. 8
Tres
potencias se distinguen en el alma. Una es sólo aumentativa y nutritiva, la
cual se halla también en las plantas; otra que siente y es común en la
naturaleza a los animales irracionales; y otra que es la perfecta actividad del
alma racional, que se observa en la naturaleza humana. Así, diciendo corazón,
significó la sustancia corporal, esto es, la nutritiva; diciendo alma, designó
la del medio o la sensibilidad, y diciendo mente, designó la naturaleza más
elevada, esto es, la potencia inteligente y reflexiva.
Teofilato
Esto debe
entenderse respecto de que todas las potencias del alma deben estar sometidas
al amor divino, ardientemente y no con tibieza; por eso se añade: "Y con
todas tus fuerzas".
San Máximo
Con este fin
la ley nos habla de una triple dirección hacia Dios, para apartarnos de la
triple tendencia del mundo hacia las pasiones, la gloria y la sensualidad; con
las cuales también fue tentado Cristo.
San Basilio
Si alguno
pregunta cómo puede adquirirse el amor divino, diremos que el amor divino no se
aprende. No aprendemos de otro a alegrarnos de la presencia de la luz, ni a
amar la vida, ni amar a nuestros padres, ni a nuestros amigos, ni mucho menos
podemos aprender las reglas del amor divino. Sino que hay en nosotros cierto
sentimiento íntimo, que tiene sus causas intrínsecas, que nos inclina a amar a
Dios; y el que obedece a ese sentimiento, practica la doctrina de los divinos
preceptos y llega a la perfección de la divina gracia. Amamos naturalmente el
bien; amamos también a nuestros prójimos y parientes, y además damos
espontáneamente a los bienhechores todo nuestro afecto. Si, pues, el Señor es
bueno, y todos desean lo bueno, lo que se perfecciona por nuestra voluntad
reside naturalmente en nosotros. A El, aunque no le conozcamos por su bondad,
en el mero hecho de que procedemos de El, tenemos obligación de amarle sobre
todo, como principio nuestro que es. Es también mayor bienhechor que todos los
que se aman naturalmente. El primero y principal mandamiento es, por
consiguiente, el del amor a Dios. El segundo, que completa al primero y es
completado por él, nos manda amar al prójimo. Por esto sigue: "Y a tu
prójimo como a ti mismo". Recibimos de Dios las fuerzas necesarias para
cumplir este precepto; pues ¿quién no conoce que el hombre es un animal manso y
comunicativo, no solitario ni silvestre? Nada hay tan conforme con nuestra
naturaleza como el comunicarse con los demás, favorecerse mutuamente y amar a
los parientes. El Señor, previniéndonos, nos ha infundido la semilla de todo
esto y, por consecuencia, exige los frutos.
Crisóstomo, hom. 32 in 1 ad Cor
Tú
considera, sin embargo, cómo pide con el mismo empeño el cumplimiento de uno y
otro precepto; pues de Dios dice: "Con todo tu corazón"; del prójimo:
"Como a ti mismo". Lo cual si se observase bien, no habría siervo, ni
libre; ni vencedor, ni vencido (mejor aún, ni príncipe ni súbdito); ni rico, ni
pobre; ni el diablo se hubiese conocido nunca. Con más facilidad resistirían
las pajas el fuego, que el diablo los afectos de la caridad. Todo lo vence la
constancia del amor.
San Gregorio, Moralium 19, 20
Cuando se
dice: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", ¿cómo puede ser
compasivo con otro, el que viviendo injustamente es implacable para sí?
Crisóstomo
Cuando el
doctor de la ley respondió lo que en ella se contenía, Cristo, para quien todo
es conocido, le rompió las redes de su malicia; porque sigue: "Y El le
dijo: Bien has respondido: haz eso, y vivirás".
Orígenes
De todo esto se deduce indudablemente que la vida que se predica según Dios, Creador del mundo, y según las antiguas Escrituras, dadas por El, es la vida eterna. El Señor lo atestigua tomando del Deuteronomio aquellas palabras: "Amarás al Señor tu Dios" ( Dt 6,4), y del Levítico: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" ( Lev 19,18). Esto se ha dicho contra los sectarios de Valentino, Basílides y Marción; porque ¿qué otra cosa quiso que hiciésemos para conseguir la vida eterna, sino lo que contienen la Ley y los Profetas?
29-37 Mas
él, queriéndose justificar a sí mismo, dijo a Jesús: "¿Y quién es mi
prójimo?" Y Jesús, tomando la palabra, dijo: "Un hombre bajaba de
Jerusalén a Jericó, y dio en manos de unos ladrones, los cuales le despojaron,
y después de haberle herido, le dejaron medio muerto, y se fueron. Aconteció,
pues, que pasaba por el mismo camino un sacerdote, y, viéndole, pasó de largo.
Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó también
de largo. Mas un samaritano, que iba su camino, se llegó cerca de él: y cuando
le vio, se movió a compasión, y acercándosele, le vendó las heridas, echando en
ellas aceite y vino; y poniéndole sobre su bestia, le llevó a una venta, y tuvo
cuidado de él. Y otro día sacó dos denarios y los dio al mesonero, y le dijo:
Cuídamele, y cuanto gastares de más, yo te lo daré cuando vuelva. ¿Cuál de
estos tres te parece que fue el prójimo de aquél, que dio en manos de los
ladrones?" "Aquél, respondió el doctor, que usó con él de
misericordia". Y Jesús le dijo: "Ve y haz tú lo mismo". (29-37)
San Cirilo
Alabado el
doctor de la ley por el Salvador, porque había respondido bien, se llenó de
soberbia, no creyendo que habría alguien que pudiera ser su prójimo; como si no
hubiese quien pudiera compararse con él en justicia. Por esto dice: "Mas
él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi
prójimo?". Le asediaban, por decirlo así, alternativamente los vicios.
Después de la falacia con que había preguntado, tentando, cae en la arrogancia.
Al preguntar: "¿Quién es mi prójimo?", ya se muestra vacío del amor
del prójimo; y por consecuencia se muestra vacío del amor divino, porque no
amando al hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no se ve ( 1Jn
4,20).
San Ambrosio
Respondió
también que no conocía a su prójimo, porque no creía en Cristo; y quien no
conoce a Cristo, desconoce la ley, porque ignorando la verdad, ¿cómo puede
conocer la ley que anuncia la verdad?
Teofilato
El Salvador
no determina el prójimo por las acciones o por las dignidades, sino por la
naturaleza. Como si dijese: No creas que, aunque seas justo, no tienes prójimo.
Todos los que tienen la misma naturaleza que tú, son tus prójimos. Hazte tú,
pues, prójimo de ellos (no por el lugar, sino por el afecto), y cuídalos. Y a este
fin adujo el ejemplo del samaritano. Por esto sigue: "Y Jesús, tomando la
palabra dijo: Un hombre bajaba", etc.
Griego
Empleó bien
la palabra del género, porque no dijo: "Bajaba un cierto", sino,
"un hombre", porque se refería a toda la humanidad.
San Agustín, De quaest. Evang. 2, 19
Este hombre
representa a Adán y a todo el género humano. Jerusalén, ciudad de la paz,
representa la Jerusalén celestial, de cuya felicidad había caído. Jericó quiere
decir luna, y significa nuestra mortalidad, porque nace, crece, envejece y
muere.
San Agustín, Hypognosticon lib. 3
O Jerusalén,
que se interpreta visión de la paz, representa el paraíso; porque antes que el
hombre pecara, estaba en la visión de la paz, esto es, en el paraíso. Todo lo
que veía era paz y alegría; pero bajó de allí (como humillado y abatido por el
pecado) hacia Jericó, esto es, al mundo, en donde todo lo que nace, desaparece
como la luna.
Teofilato
No dice que
bajó, sino que bajaba, porque la naturaleza humana siempre tendía a descender;
y no en parte, sino con todo lo pasible de la vida.
San Basilio ex illius Ethicis
Para
comprender esto conviene examinar los lugares. Jericó está situado en los
valles de la Palestina, mientras Jerusalén lo está en la altura, ocupando la
cumbre del monte. Bajaba, pues, el hombre de las alturas al valle, cuando fue
cogido por los ladrones que habitaban el desierto. De donde sigue: "Y dio
en manos de los ladrones".
Crisóstomo
En primer
lugar debemos deplorar la desgracia de este hombre, que, solo e indefenso, cae
en manos de los ladrones, y que, despreocupado e incauto, eligiera aquel
camino, donde no podía evadir las manos de los ladrones; pues no podía
ahuyentar el inerme a los armados, el imprevisor a los malvados, el incauto a
los bandidos. Tanto más, cuanto que la malicia siempre está armada de engaños,
cercada de crueldad, fortificada de artificios y dispuesta a la perversidad de
hacer daño.
San Ambrosio
¿Quiénes son
esos ladrones sino los ángeles de la noche y de las tinieblas, en manos de los
que no hubiera caído, de no exponerse a su encuentro, apartándose de los
mandamientos celestes?
Crisóstomo
Al principio, pues, del mundo, empleó el demonio su astucia en tentar al hombre, contra quien ejerció el virus del engaño e hizo el blanco de su malicia.
San Agustín, ut sup
Cayó, pues,
en poder de los ladrones, esto es, del diablo y sus ángeles, que por la
desobediencia del primer hombre despojaron al género humano del ornato de la
inocencia; y le hirieron, incapacitándolo para el buen uso de su libre
albedrío. Por esto sigue: "Los cuales le despojaron, y, después de haberle
herido, se fueron". Le hicieron una llaga, induciéndole al pecado; y a
nosotros más, porque al pecado que hemos contraído añadimos muchos pecados.
San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, q. 19
O despojaron
al hombre de la inmortalidad; y, cubriéndolo de llagas (inclinándolo al
pecado), lo dejaron medio muerto, porque por la parte que puede entender y
conocer a Dios es hombre vivo; mas por la parte que sucumbe y es oprimido por
el pecado es hombre muerto; y esto es lo que se añade: "Dejándole medio
muerto".
San Agustín, Hypognosticon lib. 3
Estaba medio
muerto el movimiento vital (esto es, el libre albedrío), herido el cual no era
suficiente para volver a la vida eterna que había perdido. Por esto se
encontraba tendido, porque no le bastaban sus propias fuerzas para levantarse,
sino que necesitaba un médico para sanar (esto es, a Dios).
Teofilato
O se dice medio muerto el hombre después del pecado, porque su alma es inmortal, pero su cuerpo mortal; de modo que la mitad del hombre sucumbe a la muerte. O porque la naturaleza humana esperaba conseguir la salvación en Cristo, y así no morir enteramente. O porque la muerte, que había entrado en el mundo por el pecado de Adán, debía ser vencida por la redención de Cristo.
San Ambrosio
O nos
despojan de los vestidos de la gracia espiritual, que hemos recibido, y después
nos hieren; porque, si guardamos íntegros los vestidos que hemos recibido, no
podremos sentir las llagas de los ladrones.
San Basilio
Puede
entenderse también que le robaron después de haberlo herido. Las heridas
siempre se hacen antes del despojo, para que conozcamos que el pecado precede
siempre a la pérdida de la gracia.
Beda
Los pecados
se llaman heridas, porque por ellos se destruye la integridad de la naturaleza
humana. Se marcharon, no cesando de poner acechanzas, sino ocultando el fraude
de sus insidias.
Crisóstomo
Este hombre,
a saber, Adán, estaba tendido sin auxilio saludable, traspasado por las heridas
de sus pecados, a quien ni el sacerdote Aarón, pasando, pudo socorrer con el
sacrificio. Pues sigue: "Y aconteció que pasaba por el mismo camino un
sacerdote, y cuando le vio, pasó de largo", etc. Ni aun su hermano, que
era levita, pudo curarle por medio de la ley. Por esto sigue: "Y así
mismo, un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, también pasó de
largo".
San Agustín, ut sup
En el
sacerdote y en el levita se representan los dos tiempos, el de la Ley y el de
los Profetas; en el sacerdote la ley, por la cual se instituyeron el sacerdocio
y los sacrificios; en el levita los vaticinios de los profetas, en cuyo tiempo
no pudo curarse la humanidad, porque la ley daba a conocer los pecados, pero no
los perdonaba.
Teofilato
Dice:
"Pasó", porque la ley vino y duró hasta el tiempo ya marcado; y no
pudiéndole curar pasó. Nótese también que la ley no había sido dada en la
previsión de que curase al hombre, porque al principio el hombre no podía
recibir el misterio de Cristo; por eso dice: "Aconteció, pues, que cierto
sacerdote", como acostumbramos a decir de aquellas cosas que no se hacen
premeditadamente.
San Agustín, De Verbo Dom., serm. 37
O porque el hombre,
que bajaba de Jerusalén a Jericó, era israelita; y entonces puede entenderse
que el sacerdote que pasó cerca de él era su prójimo por la raza y que el
levita que le despreció era también de su raza.
Teofilato
Acaso el
primer pensamiento de ellos fue de compasión, pero después, vencidos por la
dureza, retrocedieron; esto significa lo que dijo: "Pasó de largo".
San Agustín ut sup
Pero un
samaritano, lejano por la raza, próximo por la misericordia, hizo lo que sigue:
"Mas un samaritano, que iba su camino, llegó a él", etc. Nuestro
Señor Jesucristo quiso ser representado por ese samaritano. En efecto,
samaritano quiere decir guarda, y de El se dice: "No dormitará ni dormirá
el que guarda a Israel" ( Sal 120,4), porque resucitando de entre los
muertos ya no muere ( Rom 6,9). Finalmente, cuando se le dijo: "Porque
samaritano eres, y tienes demonio" ( Jn 8,48); negó que tuviese demonio,
puesto que expulsaba a los demonios; pero no negó que era el guarda del
enfermo.
Griego
Cristo se
llama aquí samaritano oportunamente; porque hablando a un legista, que se
enorgullecía con la ley, quiso manifestar que ni el sacerdote, ni el levita, ni
los que vivían en la ley, cumplían las prescripciones de la misma, pero que El
vino a consumarlas.
San Ambrosio
Este
samaritano también bajaba: "¿Quién es, pues, el que baja del cielo y que
sube al cielo, sino el Hijo de Dios que está en el cielo?" ( Jn 3,13).
Teofilato
Dice "yendo de camino", como para especificar que había venido a curarnos.
San Agustín Hypognosticon lib. 3
Vino en
semejanza de carne de pecado ( Rom 8,3), por tanto cerca de él, para semejarse
a él.
Griego
O vino junto
al camino, porque fue verdaderamente viador, no desviador, bajando a la tierra
para nuestro bien.
San Ambrosio
Viniendo, pues,
se hizo nuestro prójimo, tomando nuestra naturaleza; y nuestro vecino, por el
don de la misericordia. De donde sigue: "Y cuando le vio se movió a
compasión", etc.
San Agustín ut sup
Viéndole
tendido, sin fuerzas y sin movimientos, se movió a compasión. No halló mérito
alguno en él, que le hiciese digno de ser curado; pero él condenó el pecado en
la carne del pecado; por esto sigue: "Y acercándose, le vendó las heridas,
echando en ellas aceite", etc.
San Agustín de verb. Dom. serm 37
¿Qué cosa más distante, ni más apartada que Dios de los hombres, el inmortal del mortal, el justo de los pecadores, no lejos no por el espacio, sino por la desemejanza? Como tenía en sí dos bienes (la justicia y la inmortalidad), y nosotros dos males (la injusticia y la mortalidad), si hubiese tomado dos males, sería nuestro igual, y hubiera tenido necesidad de libertador para nosotros. Para ser, pues, no lo que nosotros, sino estar cerca de nosotros, no se hizo pecador como nosotros, sino que se hizo mortal como nosotros; tomando sobre sí la pena, no la culpa, y borrando la pena y la culpa.
San Agustín, de quaest. evang. 2, 19
El vendaje de las heridas representa la represión de los pecadores; el óleo es el consuelo de la buena esperanza, dada por el perdón para la reconciliación de la paz; el vino es exhortación para obrar fervientemente en el Espíritu.
San Ambrosio
O liga
nuestras heridas con una ley más austera; así como con el óleo reanima,
perdonando el pecado, y con el vino excita el arrepentimiento, anunciando el
juicio.
San Gregorio, 20, Moral., cap. 8 super Job 29, 25
O el vino es
el rigor de su justicia y el óleo la dulzura de la misericordia. El vino baña
las llagas corrompidas, el óleo reanima las que deben curarse. Debe, pues,
mezclarse la dulzura con la severidad y temperar la una con la otra, para que
no se llenen de úlceras los súbditos con la excesiva aspereza, ni se relajen
con la excesiva benignidad.
Teofilato
O de otro
modo: El óleo representa su naturaleza humana y el vino su naturaleza divina,
la cual sola nadie podría soportar; por eso obró ciertas cosas como hombre y
otras como Dios, y derramó el óleo y el vino, salvándonos con su humanidad y
divinidad.
Crisóstomo
También
derramó el vino (esto es, la sangre de su pasión), y el óleo (esto es, la
unción del crisma), para que se nos diese el perdón por medio de su sangre y se
confiriese la santificación por medio de la unción del crisma. El Médico
celestial liga las heridas abiertas, que reteniendo en sí mismas la medicina,
por sus efectos saludables se restituyen a su salud primera. Derramado que hubo
el vino y el óleo, lo colocó sobre un jumento; por ello sigue: "Y
poniéndole sobre su jumento", etc.
San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, cap. 19
Su jumento
es la carne en la que se dignó venir a nosotros. Ser puesto sobre el jumento es
creer en la encarnación de Cristo.
San Ambrosio
O nos pone
sobre la bestia, cargando con nuestros pecados y sufriendo por nosotros ( Is
53); porque el hombre se había hecho semejante a la bestia ( Sal 48). Nos puso
sobre su jumento a fin de que no seamos ya como el caballo o el mulo ( Sal 31);
y así, por la asunción de nuestro cuerpo, destruyó la enfermedad de nuestra
carne.
Teofilato
También
puede entenderse que nos colocó sobre su bestia, esto es, sobre su cuerpo,
porque nos hizo miembros suyos y participantes de su cuerpo. La ley no admitía
a todos, porque se dice: "Los mohabitas y ammonitas no entrarán en la
Iglesia de Dios" ( Dt 23,3); mas ahora todo el que teme a Dios en toda
nación es recibido por El, queriendo creer y formar parte de la Iglesia; por
esto dice que lo llevó a un hospedaje.
Crisóstomo
La Iglesia
es un hospedaje, colocado en el camino de la vida, que recibe a todos los que
vienen a ella, cansados del viaje o cargados con los sacos de sus culpas, en
donde, dejando la carga de los pecados, el viajero fatigado descansa, y,
después que ha descansado, se repone con saludable alimento. Y esto es lo que
dice con aquellas palabras: "Y tuvo cuidado de él". Todo lo que es
contrario, perjudicial y malo está fuera, mientras que dentro del hospedaje se
halla el descanso completo y toda salubridad.
Beda
Y se díce
bien que puesto sobre el jumento lo llevó al hospedaje, porque ninguno entrará
en la Iglesia si no se une al cuerpo de Cristo por medio del santo Bautismo.
San Ambrosio
Mas como
este samaritano no podía permanecer mucho en la tierra, debía volver al lugar
de donde había bajado. Por eso sigue: "Y al día siguiente sacó dos
denarios", etc. ¿Cuál es este día siguiente, sino acaso el de la
resurrección del Señor, del que se ha dicho: "Este es el día que hizo el
Señor" ( Sal 117,24)? Los dos denarios representan los dos Testamentos,
que llevan impresa en sí la imagen del Rey inmortal, con cuyo precio se curan
nuestras heridas.
San Agustín, de quaest. evang. 2, 19
Los dos
denarios también representan los dos preceptos de caridad que recibieron los
apóstoles del Espíritu Santo para predicar la promesa de la vida presente y de
la futura.
Orígenes in Lucam hom. 34
Los dos
denarios me parece que son el conocimiento del misterio por el que el Padre
está en el Hijo y el Hijo en el Padre; conocimiento que el ángel de la Iglesia
recibe como recompensa para que cure con todo celo al hombre que se le ha
confiado, a quien El había curado también algún tiempo. Y se promete pagarle
inmediatamente todo lo que gastare en su curación; por lo que sigue: "Y
cuanto gastares de más, yo te lo daré cuando vuelva".
San Agustín ut sup
El hospedero
fue el apóstol que gastó de más, ya sea por aquel consejo que da: "En
cuanto a las vírgenes, no tengo mandamiento del Señor: mas doy consejo" ( 1Cor
7,25); o porque también trabajó con sus manos para no gravar a alguno de los
enfermos con la nueva del Evangelio (1 Tes 2,9), aunque le era lícito vivir del
Evangelio (1Cor 9,14). Los apóstoles gastaron también mucho de más, y en el
transcurso del tiempo los doctores (que expusieron el Antiguo y Nuevo
Testamento) por lo cual recibirán retribución.
San Ambrosio
Bienaventurado,
pues, el hospedero, que puede curar las heridas de otro. Bienaventurado aquél a
quien dice Jesús: "Y cuanto gastares de más, yo te lo daré cuando
vuelva". Pero ¿cuándo volverás, Señor, sino en el día del juicio? Porque
aunque estás siempre en todas partes, y aun cuando estando entre nosotros no te
vemos, llegará tiempo en que toda carne te verá volver. Entonces darás lo que
debes a los bienaventurados de quienes eres deudor. ¡Ojalá que nosotros seamos
buenos deudores, que podamos pagar lo que hemos recibido!
San Cirilo
Una vez
dicho esto, pregunta el Señor al doctor de la ley: "¿Cuál de estos tres te
parece que fue el prójimo de este hombre que cayó en manos de los
ladrones?". Y el doctor le respondió: "El que usó misericordia con
él". Ni el sacerdote ni el levita se hicieron prójimos del paciente, sino
aquel que se compadeció de él. Es inútil la dignidad del sacerdocio y el
conocimiento de la ley, si no se confirma con las buenas obras; por esto sigue:
"Pues ve, le dijo entonces Jesús, y haz tú lo mismo", etc.
Crisóstomo in eaden ex hom. ad hebraeo homil 10
Como
diciendo: Si ves alguno abatido, no digas: "Es un necio", sino que,
sea gentil o judío, si necesita auxilio, no caviles; tiene derecho a tu favor,
cualquiera que sea el daño que le haya sobrevenido.
San Agustín de doctr.christ. 1, 30
Vemos por
esto que el prójimo es aquel a quien debemos prestar asistencia y misericordia,
si la necesita, o a quien la deberíamos prestar si la necesitase. De lo cual se
deduce que aquel de quien debemos recibirla es también nuestro prójimo; pues la
palabra prójimo es relativa, y ninguno es prójimo sin reciprocidad. Pero ¿quién
no ve que a nadie debe negarse el oficio de caridad, cuando dice el Señor:
"Haced bien a los que os aborrecen" ( Mt 5,44)? Además, es manifiesto
que este precepto de amar al prójimo se extiende hasta los santos ángeles, que
nos dispensan tantos beneficios de caridad. También el mismo Señor quiso
llamarse nuestro prójimo, dando a entender que fue El quien ayudó al que estaba
medio muerto tendido en el camino.
San Ambrosio
No es el parentesco el que hace el prójimo, sino la misericordia, porque la misericordia es según la naturaleza; y nada hay tan en armonía con la naturaleza, como favorecer a un consorte de naturaleza.