jueves, 22 de agosto de 2024

DÍA 23. TRONO DE LA MISERICORDIA: SEXTA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN. MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


DÍA 23.

TRONO DE LA MISERICORDIA: SEXTA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN  DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

CON SAN JUAN EUDES

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes

Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

DÍA 23.

TRONO DE LA MISERICORDIA: SEXTA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN  DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.

 

En el Padre eterno adoramos dos grandes e inefables perfecciones. Le son infinitamente preciosas y gloriosas y serán por siempre el objeto de nuestras adoraciones y alabanzas en el cielo. La primera es su divina Paternidad. Por ella es el Padre de su Hijo amadísimo como también de todos los miembros de ese mismo Hijo. Ella no da un derecho infinitamente honorable y provechoso como es el poder llamarlo Padre nuestro y repetirle estas palabras llenas de consuelo indecible: Padre nuestro que estás en el cielo. La segunda perfección de este muy bueno y amabilísimo Padre es la que él mismo toma de las Sagradas Escrituras al hacerse llamar Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo (2 Cor 1, 3). Nos quiere manifestar que él lleva en su Corazón todas nuestras angustias; que lo conmueven vivamente según estás divinas palabras: afectado de dolor en lo íntimo del corazón (Gn 6, 6); que si fuera capaz de sufrir padecería por ello dolores incomprensibles; y que tiene deseos infinitos de liberarnos y de hacernos partícipes de sus felicidades eternas.

Como comunicó la primera de estas dos adorables perfecciones a la bienaventurada Virgen al hacerla Madre de su Hijo Jesús y por ende de todos los miembros de su amadísimo Hijo, la hizo igualmente partícipe de la segunda al darle, por boca de su Iglesia, el nombre y la calidad de Madre de misericordia y consoladora de los afligidos. Así puede ella llevar también nuestras aflicciones en su Corazón y sea por tanto nuestro consuelo en la desolación. Su muy benigno Padre dijo un día estas palabras a santa Catalina de Siena como se lee en su vida, escrita por su confesor, el beato Raimundo, aprobada por varios doctores muy conocidos: “Mi divina bondad dio a María, Madre de mi Hijo, por haberse encarnado en ella, el privilegio de que quien quiera, por gran pecador que sea, recurra a ella con devoción no caerá en la posesión eterna del demonio, pues la escogí, la preparé y la puse en el mundo para atraer a mí a los pecadores por este medio”. Por ello Ricardo de San Lorenzo la llama tesoro de las misericordias de Dios, y san Cirilo de Jerusalén tesoro de misericordia incomparable. Puede decirse entonces, muy en verdad, que el Corazón muy benigno de esa bienaventurada Virgen es el trono de misericordia. Como los efectos de la misericordia de Dios sobresalen por encima de todas sus otras obras, también la misericordia de la Madre de Dios estableció su trono en su Corazón virginal para reinar en él con mayor resplandor que todas las otras virtudes.

Hemos escuchado ya, varias veces, a San Bernardo, muy amado del Corazón de la Madre de amor y de sus grandes misericordias. Añade ahora lo que antes no había dicho: “La causa de que muchos no se conviertan a Dios estriba en se figuran un Dios lleno de rigor y severidad, que sin embargo no tiene sino bondad y benignidad. Un Dios terrible e implacable que por el contrario es todo amor y misericordia. Gente de poca fe, ¿por qué temen que no quiera perdonar sus pecados si los ha clavado con sus manos en la cruz? ¿Por qué tienen temor de presentarse ante él? Él es hermano y carne de ustedes. María se lo dio como su hermano. Es posible que su divina Majestad los amedrente, pues a pesar de ser hombre sigue siendo Dios. ¿Quieren tener un abogado ante él? Recurran a María. Ella encuentra siempre gracia ante él”.

Son sus palabras. Pero tiene otras con las que se dirige a la Madre de bondad: “Todos somos pecadores. Nos estremecemos de pavor ante el rostro temible del soberano juez. Su mano terrible, armada de la espada de su ira, se cierne sobre nuestras cabezas para exterminarnos. ¿Quién la puede desviar? No existe nadie capaz de hacerlo sino tú, la muy amada de Dios. Eres la primera por quien hemos recibido en la tierra la misericordia de su divina Majestad. Eres tú, oh Señora, ante quien vertemos las lágrimas de nuestros ojos. Hacia ti gritamos desde lo profundo de nuestros corazones suplicando que apagues la ira de tu Hijo, que hemos encendido con nuestros pecados y volvamos a encontrar su gracia. Mira, Señora compasiva, contempla las llagas de nuestras almas que exponemos confiados ante los ojos de tu misericordia. Rendimos homenaje a tu dignidad incomparable y tu maternidad admirable. Pasaste por este mundo lleno de veneno y corrupción sin haberte manchado con ningún pecado. Por el contario estás adornada de santidad tan maravillosa que eres la única que te has acercado muy cerca del trono del rey eterno. Sin embargo, no desdeñas ni miras con horror a ningún pecador si suspira por ti y si con corazón penitente implora tu socorro. Tu mano muy benigna lo retira del abismo de la desesperanza y empleas todos los medios para reconciliarlo con su juez”.

Finalmente, este gran santo dice osadamente que está de acuerdo en que no se hable jamás de la misericordia de la Madre de gracia si se llega a encontrar a alguien que haya quedado defraudado cuando la invoca en su necesidad.

 

Jaculatoria: Míranos con compasión y sé para nosotros Madre de Misericordia, oh Inmaculado Corazón de María.

 

Propósito: Imitar al Inmaculado Corazón en el perdón de las ofensas.

 

PARA FINALIZAR

Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:

 

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen, no adoran,

no esperan y no os aman. (3 veces)

***

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente

y os ofrezco

el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes,

sacrilegios e indiferencias

con que El mismo es ofendido.

Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón

y del Corazón Inmaculado de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.