lunes, 19 de agosto de 2024

DÍA 20. MILAGRO DE AMOR: TERCERA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN. MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


DÍA 20.

MILAGRO DE AMOR: TERCERA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN  DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN.

MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

CON SAN JUAN EUDES

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes

Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

DÍA 20.

MILAGRO DE AMOR: TERCERA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN  DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN.

De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.

 

La gracia santificante es una gran reina que jamás va sola. La sigue un cortejo magnífico que la acompaña siempre doquiera esté. Son las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza, la caridad; las cuatro virtudes cardinales: la justicia, la prudencia, la fortaleza, la temperancia; los siete dones del Espíritu Santo: la sabiduría, el don de inteligencia, el don de consejo, el don de fortaleza, el don de ciencia, el don de piedad y el don del temor de Dios; los doce frutos del Espíritu Santo: la caridad, la felicidad, la paz, la paciencia, la longanimidad, la bondad, la mansedumbre, la benignidad, la fe, la modestia, la continencia y la castidad; y las bienaventuranzas evangélicas.

Todas estas virtudes y gracias están contenidas en el Corazón muy augusto de la Madre de Dios. Por ser la morada de la gracia santificante, como acabamos de decir, es también el palacio de estas princesas del cielo, inseparables de su reina.

Siendo este Corazón un mar de gracias, que encierra en sí todas las gracias que nuestro Salvador nos adquirió con su sangre, contiene también todas las virtudes que acompañan a la gracia santificante; esta gracia eleva la santidad de este divino Corazón por encima de todas las santidades de la tierra y del cielo; y también todas las virtudes que reinan en este mismo Corazón resplandecen mucho más que en todos los corazones de la Iglesia, triunfante y militante; y esto por tres razones.

La primera, Alberto Magno escribe que durante la permanencia de la santísima Virgen en la tierra sus virtudes no conocieron falta ni imperfección alguna. Mantuvieron firmeza y vigor tales que siempre produjeron actos con igual perfección.

La segunda, estas mismas virtudes de la Madre de Dios jamás estuvieron inactivas, dice Ricardo de San Víctor. Estuvieron en ejercicio continuo sin dejar escapar ocasión alguna de producir sus actos. De inmediato actuó sin diferir nunca su acción.

La tercera, si el deseo que tuvo santa Teresa de agradar siempre a Dios la condujo a obligarse por voto a practicar lo que supiera ser lo más perfecto y más provechoso para su gloria, ¿quién podrá dudar que la Madre de Jesús, que lo amaba incomparablemente más que esta santa no practicó siempre lo que juzgó ser más de su agrado? No ignoraba ella que lo que se hace por voto da más gloria a su divina Majestad que lo que se hace sin voto. Es muy probable por tanto que estuviera comprometida por voto a la práctica de todas las virtudes, y notables autores dicen incluso que hizo voto de virginidad desde el momento de su Concepción Inmaculada. Otros sostienen que desde ese momento hizo lo mismo respecto de las demás virtudes.

Esto es un poco rápidamente lo referente a las virtudes muy eminentes que reinan en el Corazón de la reina del cielo. Me sentiría muy satisfecho si pudiera entretenerme en lo tocante a las perfecciones maravillosas de cada una en particular. Pero para no dar demasiado tamaño a esta obra hablaré solamente de su amor ardentísimo a Dios, de su caridad muy excelente con nosotros, de su humildad profundísima, de su misericordia incomparable y de su sumisión muy perfecta a la divina voluntad.

Comencemos por el amor y digamos atrevidamente que el sagrado Corazón de la Madre del Salvador es un milagro de amor. Ya dije varios puntos al respecto que no voy a repetir aquí. Me propongo demostrar: 1) el principio y el origen del amor a Dios de que el Corazón de la bienaventurada Virgen está encendido. 2) Las cualidades y perfecciones de este amor. 3) Los privilegios de que está adornado. 4) Sus efectos maravillosos.

¿Quieres conocer el origen y el principio de este amor incomparable? Levanta los ojos de tu fe hacia el Corazón adorable del Padre de las bondades; hacia el Corazón inefable del Hijo del amor de este divino Padre, y hacia el  Corazón amable del Espíritu Santo, que es el amor increado y esencial, y verás la fuente primitiva y eterna del más grande amor que ha existido jamás y que nunca habrá semejante en el corazón de una pura criatura.

En primer lugar, el Padre eterno, al escoger a la santísima Virgen para comunicarle su divina paternidad y al hacerla así la Madre del mismo Hijo del que él es el Padre, y al obligarla por tanto a amar a su queridísimo Hijo con el mismo amor con que él lo ama, es decir, un amor conforme y proporcionado a su calidad de Madre y de Madre de tal Hijo, la hizo con este fin partícipe de su amor de Padre para este mismo Hijo.

En segundo lugar, el Hijo de Dios, habiendo unido a sí a su sagrada Madre tan íntimamente, que después de la unión hipostática no ha existido jamás ni habrá nunca unión tan estrecha como la que hay entre tal Hijo y tal Madre, no puede dudarse de que le haya comunicado el amor infinito que él tiene a su Padre, a fin de disponerla a cooperar con él en el cumplimiento de las voluntades de este divino Padre respecto de la gran obra que puso entre sus manos, la obra de la redención del mundo.

En tercer lugar, el Espíritu Santo, al escoger a esa Virgen de las vírgenes para ser su esposa, es natural que haya puesto en su Corazón virginal un amor apropiado a tal calidad, es decir, el amor que la esposa de un Dios debe tener a tal Esposo, que por ser todo amor, la transformó completamente en amor, a fin de que la Esposa sea semejante a su Esposo.

Este es el principio y la fuente del divino amor que arde en el Corazón de la Reina del cielo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Que estas divinas Personas sean alabadas, amadas y glorificadas por siempre.

 

Jaculatoria: Oh Inmaculado Corazón de María, que yo me abrase en el amor a la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

Propósito: Practicar alguna obra de misericordia en unión al Inmaculado Corazón de María.

 

PARA FINALIZAR

Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:

 

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen, no adoran,

no esperan y no os aman. (3 veces)

***

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente

y os ofrezco

el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes,

sacrilegios e indiferencias

con que El mismo es ofendido.

Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón

y del Corazón Inmaculado de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.