DÍA 26.
TESORO INESTIMABLE DE LAS VERDADERAS RIQUEZAS DE LA TIERRA Y DEL CIELO: NOVENA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN
MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
CON SAN JUAN EUDES
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes
Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA 26.
TESORO INESTIMABLE DE LAS VERDADERAS RIQUEZAS DE LA TIERRA Y DEL CIELO: NOVENA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN
De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.
La liberalidad inmensa de la divina bondad nos ha dado cuatro grandes tesoros que poseemos en la tierra.
El primero es la santísima Eucaristía. Ella encierra en sí todo cuanto hay de rico, de precioso y admirable en el tiempo y en la eternidad, en todos los ángeles y los santos, en la Reina de los ángeles y de los santos, en la humanidad sagrada del Hijo de Dios y en su divinidad, en la divina esencia y en las tres Personas eternas.
El segundo tesoro es la Sagrada Escritura. Ella contiene todas las verdades, oráculos, misterios y secretos de la divinidad. Con razón san Agustín y san Gregorio dicen que ella es el Corazón de Dios.
El tercer tesoro son las reliquias de los santos que la Iglesia posee, conserva y honra como precioso tesoro. Son tesoro de su divino Esposo. Nuestro amable Salvador, hablando a santa Brígida sobre las reliquias de los santos, las llama su tesoro.
El cuarto tesoro es el Corazón admirable de la gloriosa Virgen que contiene riquezas inexplicables.
Porque, primeramente, es el tesoro del amor del Padre eterno. Tesoro del amor de Dios Padre, dice el santo obispo y mártir Metodio. En él el Padre adorable ha depositado su amor, es decir, su Hijo único y muy amado, cuando, al enviarlo a este mundo para obrar la salvación del género humano, lo puso en el seno virginal y en el Corazón maternal de la divina María. Ese Hijo amadísimo, que es el Corazón el tesoro de su muy amable Padre, estuvo oculto por espacio de nueve meses en las sagradas entrañas de esta purísima Virgen y estuvo y estará eternamente alojado en su Corazón maternal. Con razón este Corazón virginal debe ser honrado como el precioso tesoro del amor del Padre de las bondades.
Segundo, el Corazón muy augusto de la reina del cielo es el tesoro del Hijo único de Dios. En ese Corazón maravilloso ocultó y conservó todos los misterios y portentos que acaecieron durante su permanencia en la tierra. Es lo que afirman estas divinas palabras: María conservaba todas estas palabras en su Corazón (Lc 2, 51).
Escucho al divino apóstol san Pablo que nos anuncia que todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia están ocultos en este divino Salvador (Col 2, 3). No se los reserva solo para él. Los comunica a sus santos, primera y principalmente a su santísima Madre. En su Corazón él ha depositado todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia con mayor abundancia y plenitud que en los santos profetas, que en los santos apóstoles y en todos los santos del paraíso, e incluso en todos los ángeles. Leo en varios teólogos notables que no temen decir que desde el momento de su Concepción Inmaculada tuvo conocimiento sobrenatural e infuso de todos los divinos misterios y que fue colmada en general de todas las ciencias, y en mayor grado que todos los ángeles y los hombres. Esta mujer admirable no solo fue revestida del sol sino que lleva al sol en sus brazos. San Epifanio escribe: ¡Oh santísima Virgen, tú haces que todos los ejércitos celeste caigan en éxtasis y en admiración ante tus maravillas. Gran milagro es ver a una mujer en el cielo revestida del sol y prodigio maravilloso ver a una mujer en la tierra que lleva al Sol en sus brazos y en su regazo. ¿Qué significa todo esto? Que María es la divina Mujer que, por ser la Madre del Sol, lo llevó en sus entrañas y entre sus brazos. Está del todo rodeada, colmada y penetrada de sus divinas luces que no permiten que ignore algo. Llenan su espíritu y su Corazón, por infusión y privilegio especial de la divina bondad, con todas las ciencias divinas y humanas, naturales y sobrenaturales, que puedan darse en una simple criatura.
Con sobrada razón dice san Bernardo que María está revestida del Sol porque penetró el profundísimo abismo de la Sabiduría divina en forma inconcebible, y que, después de la humanidad santa del Hijo de Dios, ella fue sumergida y abismada en esta luz inaccesible más profunda y ventajosamente que todas las criaturas humanas y angélicas. Y el mismo santo añade: Como la luz del sol resplandece por encima de todas las claridades de las estrellas, así la reina del cielo sobrepasa, después de su Hijo, todas las criaturas razonables por el esplendor de su santidad y de su ciencia.
Dice san Eusebio Emisenio al respecto: Esta reina de los ángeles tuvo más conocimiento, no solo de los misterios de la humanidad de su Hijo, sino también de su divinidad, que todos los hombres y los ángeles.
San Bernardino escribe: Desde el primer momento de su Concepción Inmaculada estuvo llena de gran iluminación de la sabiduría y conoció muy bien al Creador y a las criaturas.
Suárez y otros ilustres doctores van más allá. Dicen que vio claramente la divina esencia en el momento de su Concepción Inmaculada, en el momento de la encarnación del Hijo de Dios en ella y en otras varias ocasiones.
¿Quién puede comprender y expresar entonces la profundidad, la altura y la extensión de las divinas luces de que la Virgen sagrada estuvo colmada?
San Anselmo anota: Finalmente Jesús es la sabiduría de Dios y todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios están en Jesús y Jesús está en María, y por consiguiente todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de Dios están en María.
De este modo su Hijo amadísimo derramó en su Corazón los tesoros de la sabiduría y de la ciencia que están ocultos en el suyo. Pero además, puso todos los tesoros de gracias y misericordias que nos adquirió por su sangre y por su muerte y le dio el poder de distribuirlos a quien quiere, dice san Bernardo, cuando quiere y como quiere, a quien le place, cuando le place y de la manera que le place. Y el sabio Dionisio el Cartujo añade: En tus manos están todos los tesoros de as misericordias de Dios.
Este Corazón muy augusto de la Reina de los ángeles no es solo el tesoro del amor del Padre y de la bondad del Hijo sino igualmente el tesoro de la caridad del Espíritu Santo. En este tesoro depositó un océano de gracias: todas las gracias de los santos apóstoles y evangelistas, todas las gracias de los santos mártires y de los santos sacerdotes y levitas, todas las gracias de los santos confesores y de las santas vírgenes, todas las gracias de los demás santos, y todas las gracias gratuitas. En este tesoro ese Espíritu divino puso todas las virtudes teologales, cardinales y morales en más alto grado sin comparación que en los corazones de todos los ángeles y los santos. En este tesoro este Espíritu adorable depositó todos sus dones que son siete principales; todos sus frutos que son doce, y las ocho bienaventuranzas evangélicas como lo veremos más adelante. Por ello es posible afirmar con san Andrés de Candia que este Corazón sacratísimo es el santísimo tesoro de toda santidad.
Digamos también con san Epifanio: Este santísimo Corazón es tesoro admirable de la santa Iglesia. Es tesoro de gloria, de felicidad, de júbilo para la Iglesia triunfante. Y san Bernardo anota: Por ti, Virgen santa, el cielo está lleno, el infierno es despojado, y las ruinas de la Jerusalén celestial son restauradas.
Es tesoro de gracias y misericordia para la Iglesia militante, pues, al decir de san Germán, patriarca de Constantinopla, nadie es liberado ni preservado de las asechanzas de Satanás, de que la tierra está cubierta, sino por María. Nadie hay a quien este don se conceda que no sea por ti, oh Purísima.
Es tesoro de alivio y consuelo para la Iglesia sufriente, pues, como ya dijimos, todas las penas del purgatorio son abreviadas y mitigadas, a cada hora, por medio de la caridad maravillosa del muy benigno corazón de la Madre de bondad. 1206
Finalmente ninguna gracia brota ni desciende, ningún favor viene del trono de Dios, sea para la Iglesia triunfante, militante o sufriente, dice Ricardo de San Víctor, que no pase por las caritativas manos de la divina Madre.
JACULATORIA: ¡Todo lo estimo basura comparado con el conocimiento de los Sagrados Corazones de Jesús y de María!
PROPÓSITO: Al sentir las tentaciones del mundo, sus pompas y vanidades, despreciarlas repitiendo: ¡Todo lo estimo basura comparado con el conocimiento de los Sagrados Corazones de Jesús y de María!
PARA FINALIZAR
Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
no esperan y no os aman. (3 veces)
***
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco
el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias
con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.