martes, 27 de agosto de 2024

DÍA 28. CENTRO DE LA CRUZ Y REY DE LOS MÁRTIRES, AUREOLADO CON LA CORONA DEL MARTIRIO, GLORIA DE LOS SANTOS DOCTORES Y SANTAS VÍRGENES: UNDÉCIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN. MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


DÍA 28.

CENTRO DE LA CRUZ Y REY DE LOS MÁRTIRES,  AUREOLADO CON LA CORONA DEL MARTIRIO,  GLORIA DE LOS SANTOS DOCTORES Y SANTAS VÍRGENES: UNDÉCIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN

DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

CON SAN JUAN EUDES

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes

Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

DÍA 28.

CENTRO DE LA CRUZ Y REY DE LOS MÁRTIRES,  AUREOLADO CON LA CORONA DEL MARTIRIO,  GLORIA DE LOS SANTOS DOCTORES Y SANTAS VÍRGENES: UNDÉCIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN

DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.

 

El primer objeto del amor de nuestro Salvador, después de su Padre eterno, es la cruz. Por ella rindió gloria infinita a su Padre y reparó el deshonor infinito que el pecado le causó. Por ella elevó a su bienaventurada Madre a la santidad, dignidad y gloria muy sublime que posee. Por la cruz santificó a todos los santos en la tierra y los glorificó en el cielo. Por ella estableció su Iglesia y la enriqueció con los sacramentos que posee y con todas las gracias, misterios y maravillas que la adornan y son tesoros inestimables. Finalmente por la cruz destruyó todo el mal e hizo todos los bienes.  Todos los santos que han caminado tras las huellas de este adorable redentor y han sido animados por su espíritu amaron tanto la cruz que por su amor pusieron su gloria y sus delicias en los sufrimientos por amor de su amadísimo Crucificado. Pero la bienaventurada Virgen, por estar llena del espíritu, de los sentimientos y del amor de su Hijo, ella sola lo amó más que todos los santos juntos. Lo amó tanto que puede decirse con verdad que, mientras estuvo en la tierra, su Corazón era el centro de la cruz. La cruz venía numerosa de todas partes a ocupar su Corazón como en su centro. Venía de la parte de Dios, de parte de los hombres, de los judíos que perseguían a su Hijo, de parte de los gentiles que lo crucificaban, de parte de Herodes, de Pilatos, de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, de parte incluso de sus amigos, los apóstoles y discípulos de su Hijo; de parte de Judas, de san Pedro que renegaba de él; de parte de los demás que lo abandonaron; de parte incluso de las criaturas insensibles e inanimadas, quiero decir, de parte del sol que iluminaba a los que atormentaban a su Hijo; de parte de la tierra que los sostenía en lugar de devorarlos; de parte del aire que les daba respiración en lugar de ahogarlos; de parte de las cuerdas y cadenas con que fue atado; de parte de las varas y azotes que lo desgarraron; de parte de las espinas que punzaron su santa cabeza; de parte de los clavos que traspasaron sus pies y sus manos; de parte de la hiel que llenó su boca de amargura; de parte de la lanza que penetró en su santo costado y en su divino Corazón; de parte de cuanto ha contribuido a hacerlo sufrir. Además,  este Corazón virginal padeció infinidad de otros dolores.

Todas estas cruces fueron sobrellevadas con sumisión, paciencia, serenidad y amor admirable.

Con sobrada razón puede decirse entonces que este santísimo Corazón es el centro de la cruz.

Estas cruces fueron muy sensibles y dolorosas para la Madre de nuestro redentor, que hubiera muerto si la divina omnipotencia no la hubiera fortalecido extraordinariamente. Ella es mártir y más que mártir. Algunos afirman con énfasis que sufrió más que todos los mártires juntos, por diversas razones.

La primera, porque las almas sufren más que los cuerpos, pues son de naturaleza más noble y excelente. Pues bien, todos los mártires sufrieron en sus cuerpos pero la bienaventurada Virgen sufrió en su alma, traspasada por dolorosa espada. 1225

La segunda, porque los demás mártires dieron su vida y su sangre por la gloria de Dios pero la sacratísima Virgen sacrificó a su divina Majestad una vida más excelente y una sangre más preciosa infinitamente que todas las vidas de los hombres y los ángeles y que toda la sangre de todos los hijos de Adán. Quiero decir, la dignísima vida y la preciosísima sangre de su Hijo amadísimo. Eran su propia vida y sangre pues una y otra salieron de sus entrañas virginales. Ella se las había dado. Vida santísima y sangre muy adorable que amaba más infinitamente que su propia vida y su propia sangre. Las amaba mucho más que todos los santos mártires amaron su vida y su sangre, inmoladas en honor de su Creador.

La tercera, porque los suplicios de los otros santos mártires duraron poco tiempo. Pero el martirio de la Madre del Salvador duró tanto tiempo cuanto fue su vida. Ella comenzó a sufrir desde que empezó a amar a este amabilísimo redentor, por el conocimiento que el Espíritu Santo y la lectura de los santos Libros le brindaron sobre los sufrimientos que debía padecer por la salvación de los hombres.

La cuarta muestra que la reina del cielo sufrió más que todos los mártires juntos. Es posible contar las heridas y los tormentos que cada mártir sufrió pero las heridas y los dolores del sacratísimo Corazón de la Madre de Dios son incontables, ya que este amor con el que amaba a su Hijo era en cierto modo infinito, los dolores también que el Corazón de María sufría a la vista de las injurias muy atroces que se hacían al que ella amaba infinitamente más que a sí misma son imposibles de expresar por palabras ni comprender por ninguna inteligencia.

La quinta razón que muestra que el martirio de la Madre de nuestro redentor es más doloroso que todos los demás es el hecho de haber sufrido el martirio de su Hijo que es infinitamente más cruento que todos los otros. Ciertamente el martirio de Jesús es el martirio de María. Primeramente porque este amable Salvador, al querer comunicar a su santísima Madre el mayor de los dones que recibió de su Padre y el que amó como a ninguno, imprimió en su Corazón una imagen perfecta de su cruz y de su pasión. Y esta divina Madre, al ver a su Hijo amadísimo sumergido en un abismo de dolores y suplicios muy atroces, sufría en su Corazón todos los tormentos que él padecía en su cuerpo, y los sufría con tanto dolor como amor tenía a él, y por consiguiente con un dolor en cierto modo infinito. De modo que el amor que consolaba a los otros mártires crucificaba a la bienaventurada Virgen y hacía que los tormentos de su Hijo le fueran más sensibles como si ella misma los estuviera padeciendo. Hubiera preferido sufrir todos los suplicios de todos los mártires e incluso los tormentos todos de la tierra y del infierno que ver a su queridísimo Hijo, presa del furor de los judíos y de todas las crueldades que su rabia le hacía padecer.

 

Jaculatoria: Oh Corazón Doloroso e Inmaculado de María, tened compasión de todos los que sufren.  

 

Propósito: Visitar y consolar a aquellos que sufren ya en el cuerpo o en el alma.

 

PARA FINALIZAR

Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:

 

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen, no adoran,

no esperan y no os aman. (3 veces)

***

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente

y os ofrezco

el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes,

sacrilegios e indiferencias

con que El mismo es ofendido.

Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón

y del Corazón Inmaculado de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.