Día 6.
LAS EXCELENCIAS DEL SANTÍSIMO CUERPO DE LA VIRGEN MARÍA.
MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
CON SAN JUAN EUDES
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes
Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
Día 6.
LAS EXCELENCIAS DEL SANTÍSIMO CUERPO DE LA VIRGEN MARÍA.
De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.
Para que puedas conocer mejor el Corazón sensible y corporal de la bienaventurada Virgen te es menester considerar algo de las excelencias de su santo cuerpo del que el corazón es la parte principal.
Cuanto hay en María está ennoblecido y santificado hasta un punto inconcebible por su divina maternidad. Nada hay en el cuerpo virginal de la Madre de Dios que no merezca las alabanzas inmortales de todas las criaturas.
La primera excelencia del Santo Cuerpo de la Virgen es el haber sido formado en las benditas entrañas de santa Ana no por las vías naturales de la naturaleza sino por intervención poderosa de Dios, puesto que la concepción inmaculada de la santísima Virgen no se hizo, ni en el orden de la naturaleza ni en el de la gracia, sino por especial milagro. Es posible, en efecto decir, que ha sido obra de la mano del Espíritu Santo y es fruto del Altísimo. De donde se sigue que, con excepción del cuerpo deificado de Jesucristo Nuestro Señor, no ha habido ni habrá nunca en la tierra ningún cuerpo que esté dotado de toda clase de cualidades ventajosas como le es el cuerpo sagrado de su purísima Madre.
La segunda excelencia del cuerpo virginal de la Reina del cielo consiste en que fue formado expresamente por Nuestro Señor Jesucristo, y que solo él lo hizo. El cielo fue hecho para ser morada de los ángeles y de los santos; pero el cuerpo bienaventurado de María es un cielo hecho solo para ser morada del Rey de los ángeles y del Santo de los santos. Tu sangre purísima, oh divina Virgen, fue hecha solo para ser la materia del Corazón admirable de Jesús; tu sagrado vientre para que lo albergara por nueve meses; tus pechos benditos para alimentarlo; tus brazos santos para llevarlo; tu seno y tu pecho virginal para que en él reposara; tus ojos para mirarlo y para regarlo con tus lágrimas de amor y de dolor; tus oídos para escuchar sus divinas palabras; tu cerebro para dedicarse a la contemplación de su vida y de sus misterios; tus pies para acompañarlo en Egipto, en Nazaret, en Jerusalén, en el calvario y en los lugares donde estuvo; tu Corazón divino para amarlo y para amar todo lo que él ama.
La tercera excelencia del sagrado cuerpo de la Madre admirable está en que es animado por el alma más santa que ha existido, aparte el alma adorable de Jesús. Es posible afirmar, en efecto, que los órganos de este santo cuerpo sirvieron para las más santas y excelentes funciones que puede haber, después de las del alma deificada del Hijo de Dios.
Escucho al gran apóstol san Pablo que afirma que, por su vida o por su muerte, Jesucristo será siempre glorificado en su cuerpo (Fp 1, 20). Si Jesucristo es glorificado en el cuerpo de un apóstol, que confiesa ser cuerpo pecador y mortal, con cuanta mayor razón recibe gloria en el cuerpo de su divina Madre, que es fuente de vida inmortal, en el que el pecado jamás ha tenido parte, pues fue santificado en el momento de su inmaculada Concepción.
La cuarta excelencia del sagrado cuerpo de la Madre del Santo de los santos consiste en que cumplió perfectamente el mandato que Dios da a su apóstol con estas palabras: Glorifiquen y lleven siempre a Dios en su cuerpo (1 Co 6, 20).
¿No es verdad que este bienaventurado cuerpo es el vaso más puro y útil para la gloria de quien lo hizo; y el más colmado de buenas obras que jamás ha existido?
¿No es cierto que, aparte la víctima adorable inmolada en la cruz, nunca se ha ofrecido a Dios nada más santo que el purísimo cuerpo de la Reina de los santos?
¿No es verdad que es el más augusto y digno de todos los templos de la divinidad, después del cuerpo sacratísimo del Hijo de Dios?
¿No es cierto que es el primero y más noble de los miembros del cuerpo místico de Jesús?
¿Quién puede dudar que el espíritu de Jesús no esté plenamente viviente en todas las partes del cuerpo de su divina Madre, con la vida más noble y perfecta de todas las vidas, como en el más noble y excelente de todos sus miembros?
Lo glorificó con la práctica de lo que dice san Pablo: Mortifiquen sus miembros (Col 3, 5). Los mortificó con sus ayunos, abstinencias y otras penitencias, y por total privación de los deleites de la naturaleza. Lo glorificó por el uso santo que hizo de sus miembros y sentimientos. Sólo los empleó para gloria de Dios y conforme a su santa voluntad. Lo glorificó por el ejercicio continuo de toda clase de virtudes que reinaban no solamente en su alma sino también en los sentidos y los miembros de su cuerpo.
La quinta excelencia de este nobilísimo cuerpo está expresada en estas divinas palabras que la Iglesia venera hasta el punto que jamás las pronuncia sin hincar la rodilla en el suelo: El Verbo se hizo carne (Jn 1, 14). ¿Cuál es esa carne de que aquí se habla con tantísimo respeto? Es la purísima carne de la Virgen Madre, hasta tal punto honrada por el Verbo eterno que se unió personalmente a ella y la hizo su propia carne; es posible decir con san Agustín que la carne de María es la carne de Jesús, y que la carne de Jesús es la carne de María. ¡Oh dignidad incompresible de la carne de María, oh excelencia admirable de su cuerpo virginal! ¿Qué veneración se debe a un cuerpo dotado de tan extraordinarias perfecciones; qué honor merece un cuerpo que Dios ha honrado tanto?
Jaculatoria: Por tu Inmaculado Corazón, Virgen bendita, conserva mi alma limpia, mi corazón puro y mi cuerpo casto
Propósito: Cuidar el pudor y la modestia.
PARA FINALIZAR
Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
no esperan y no os aman. (3 veces)
***
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco
el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias
con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.