10 de agosto
SAN LORENZO, DIÁCONO Y MÁRTIR
Comentario al Evangelio de la Catena Aurea de santo Tomás de Aquino
Jn
12, 20-26 Y había allí algunos gentiles de aquellos que habían subido a
adorar en el día de la fiesta. Estos, pues, se llegaron a Felipe, que era de
Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: "Señor, queremos ver a
Jesús". Vino Felipe y lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe lo dijeron a
Jesús. Y Jesús les respondió diciendo: "Viene la hora en que sea
glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo, que si el grano
de trigo, que cae en la tierra, no muriese, él solo queda; mas si muriese,
mucho fruto lleva. Quien ama su alma, la perderá; y quien aborrece su alma en
este mundo, para vida eterna la guarda. Si alguno me sirve, sígame; y en donde
yo estoy, allí también estará mi ministro. Y si alguno me sirviese, le honrará
mi Padre". (vv. 20-26)
Beda.
El templo
del Señor, construido en Jerusalén, era tan celebrado, que en los días de
fiesta concurrían a él no solamente los vecinos, sino otras muchas gentes de
lejanos países, como se lee en los Hechos de los Apóstoles del eunuco de
Candace, reina de los etíopes. En fuerza de tal costumbre, habían venido aquí
para adorar los gentiles de que nos ocupamos. "Y había allí algunos
gentiles de aquellos que habían subido a adorar en el día de la fiesta".
Crisóstomo In Ioannem hom., 65.
De los que
estaban dispuestos a hacerse luego sus prosélitos. Y así, habiendo oído hablar
de Cristo, quieren verlo. "Estos, pues, se llegaron a Felipe, que era de
Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: Señor, queremos ver a Jesús".
San Agustín In Ioannem tract., 51.
He aquí que los judíos quieren matarlo, y los gentiles lo quieren ver. Pero, por otra parte, de entre los judíos eran los que clamaban ( Jn 12,13): "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!". Los unos se han sujetado a la ley de la circuncisión, los otros son incircuncisos. Son como dos murallas de distinto origen y que vienen a reunirse por un ósculo de paz en la misma fe de Cristo.
"Vino
Felipe y le dijo a Andrés".
Crisóstomo ut supra.
Felipe le
comunica el asunto a Andrés, pues éste le precedía. Pero él había escuchado
esas palabras: "No vayáis a camino de gentiles" ( Mt 10,5). Entonces
refiere al Maestro lo que habla con el discípulo, de donde se sigue: Andrés y
Felipe dijeron a Jesús.
San Agustín In Ioannem tract., 52.
Oigamos la
voz de la piedra angular, que es la siguiente: "Y Jesús les respondió
diciendo: viene la hora en que sea glorificado el Hijo del hombre". Quizá
creerá alguno que El dijo glorificado porque los gentiles querían verlo. Pero
no es así, sino que veía que los gentiles en todas las naciones habían de creer
en El, después de su pasión y de su resurrección. Con ocasión, pues, de estos
gentiles que deseaban verlo, anuncia la futura plenitud de las naciones y
promete que ya es llegada la hora de esta glorificación en los cielos, después
de la cual las naciones habían de creer, conforme a aquellas palabras del
profeta ( Sal 56,6; 107,6): "Seas ensalzado, oh Dios, sobre los cielos, y
sobre toda la tierra tu gloria". Pero convino que se manifestara la
exaltación de su gloria de tal manera que estuviera precedida de la humildad de
su pasión. Y por eso añade: "En verdad, en verdad os digo, que si el grano
de trigo que cae en la tierra no muere, queda él solo; mas si muere, lleva
mucho fruto ". El decía de sí que era el grano que debía triturar la
infidelidad de los judíos, pero que la fe de las naciones debía multiplicar.
Beda.
Porque El ha
sido sembrado en este mundo de la semilla de los profetas, esto es, se encarnó
para que, muriendo, resucitase multiplicando. El murió solo y resucitó
acompañado de muchos.
Crisóstomo ut supra.
Y como con
las palabras no podía convencerlos suficientemente, se vale de un ejemplo,
porque el trigo da mucho más fruto después que muere. Y si esto sucede en las
semillas, con mayor razón en Mí. Por otra parte, como debía enviar a sus
discípulos a las naciones y ve a los gentiles abrazar la fe, les manifiesta que
ya es tiempo de acercarse a la cruz. No los envió a las naciones sin que antes
los judíos se estrellasen contra El y lo crucificasen. Y como previó que sus
discípulos habían de contristarse por lo que les había dicho acerca de su
muerte, para mayor abundancia les dice: No solamente debéis soportar con
paciencia mi muerte, sino que vosotros mismos debéis morir, si es que queréis
conseguir algún fruto. Y esto es lo que quiere significar por aquellas
palabras: "Quien ama su alma la perderá".
San Agustín ut supra.
De dos
maneras puede entenderse este pasaje: el que ama, perderá; esto es, si amas
perecerás; si deseas vivir en Cristo, no temas morir por Cristo. Y también de
este otro modo: el que ama su alma, la perderá. No la ames en esta vida, para
no perderla en la eterna. Este último me parece que es el sentido del
Evangelio, pues añade: "Y el que aborrece su alma en este mundo",
etc. Luego, lo dicho más arriba, se entiende en este mundo.
Crisóstomo In Ioannem hom., 66.
Ama su alma
en este mundo aquel que pone por obra los deseos desordenados, y la aborrece el
que resiste sus malas pasiones. Y no dijo aquel que no cede a ella, sino aquel
que la aborrece. Y a la manera que nosotros no podemos ni aun soportar la voz
ni la presencia de aquellos que aborrecemos, del mismo modo debemos apartar
nuestra alma cuando nos induce a que hagamos cosas contrarias a Dios, y que por
lo mismo le desagradan.
Teofilacto.
Mas como era
demasiado duro oír que "es necesario aborrecer al alma", da el
consuelo con las palabras "en este mundo", enseñando la circunstancia
de tiempo, pues no manda que aborrezcamos eternamente al alma, y a continuación
señala la recompensa: "Para vida eterna la guarda".
San Agustín In Ioannem tract., 51.
Pero mira,
no te asalte la tentación de querer matarte a ti mismo, entendiendo que de este
modo aborreces en este mundo a tu alma; de aquí toman motivo muchos malignos y
perversos homicidas para entregarse a las llamas, arrojarse al agua o por un
precipicio, y perecen. No es esto lo que enseñó Cristo: antes, por el
contrario, al diablo, que le sugería para que se arrojase desde una altura, le
respondió ( Mt 4,10): "Vete, Satanás". Pero cuando las circunstancias
sean tales que se te ponga en la alternativa de obrar contra la Ley de Dios, o
salir de esta vida amenazándote con la muerte el perseguidor, entonces es
cuando debes aborrecer tu alma en este mundo para conservarla en la otra vida.
Crisóstomo ut supra.
Cara es esta
vida para aquellos que están apegados a ella; pero si alguno elevase los ojos
al cielo, considerando que allí es donde están todos los bienes, menospreciará
pronto la vida presente. Porque cuanto más claro se viere lo mejor, se
desprecia lo peor. Y esto es lo que Cristo quería infundirnos, cuando añade:
"El que me sirve, sígame", esto es, imíteme. Dice esto de la muerte y
de la imitación por medio de las obras, porque es preciso que el que sirve siga
a aquel a quien sirve.
San Agustín ut supra.
Qué sea
servir a Cristo, lo encontramos en sus mismas palabras: "Si alguno me
sirve", etc. Ahora bien, sirven a Jesús los que no buscan su gloria
propia, sino la de Jesucristo. Esto es lo que quiere decir "sígame";
ande mis caminos, no los suyos, haciendo por Cristo no solamente aquellas obras
de misericordia que pertenecen al cuerpo, sino hasta aquélla de sublime
caridad, que es dar la vida por sus hermanos. ¿Pero cuál será el fruto de esto?
¿Cuál la recompensa? Hela aquí: "Y en donde yo estoy, allí también estará
mi ministro". Amese de balde a fin de que el precio de la obra con que se
sirve sea estar con El.
Crisóstomo ut supra.
Manifiesta de esta manera que la resurrección sucederá a la muerte. "En donde yo estoy" dice, porque antes de la resurrección Cristo estaba en los cielos; elevemos, pues, allí, nuestro corazón y nuestra alma.
"Y si
alguno me sirviese, le honrará mi Padre".
San Agustín ut supra.
Estas
palabras debemos tomarlas como explicación de lo que antes había dicho:
"Allí también estará mi ministro". Porque, ¿qué mayor honra puede
recibir el hijo adoptado que la de estar allí en donde está el Unico?
Crisóstomo ut supra.
No dijo, pues, Yo le honraré, sino "le honrará mi Padre"; porque aún no tenían de El la opinión que convenía, y creían que era mayor la gloria del Padre.