DÍA 25.
SAGRARIO DE GRACIAS GRATUITAS:
OCTAVA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN
MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
CON SAN JUAN EUDES
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes
Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA 25.
SAGRARIO DE GRACIAS GRATUITAS:
OCTAVA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN
De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.
Luego de ver cómo el sagrado Corazón de la bienaventurada Virgen es mar de gracias, milagro de amor, espejo de la caridad, abismo de humildad, trono de la misericordia e imperio de la divina voluntad vamos a considerar ahora que es sagrario de gracias gratuitas otorgadas por el Espíritu Santo no tanto para la santificación de los que las reciben sino para la instrucción, consuelo y utilidad de los demás.
San Pablo enumera nueve de estas gracias, a saber: 1. El don de hablar con sabiduría; 2. El don de hablar con ciencia; 3. El don de la fe; 4. La gracia de sanar a los enfermos; 5. El don de hacer milagros; 6. El don de la profecía; 7. El discernimiento de espíritus; 8. El don de hablar en diversas lenguas; 9. El donde interpretar las Escrituras (1 Cor 12, 8-10).
¿Qué es hablar con sabiduría? Es una gracia del Espíritu Santo que da la facilidad de explicar claramente las verdades de la fe.
¿Qué es hablar con ciencia? Es una gracia del Espíritu Santo que da la facilidad de explicar con claridad todo lo referente a las costumbres.
¿Qué es el don de la fe? Según san Crisóstomo, es la confianza particular, necesaria para hacer milagros. O según san Ambrosio, es una gracia del Espíritu Santo que da la fuerza de predicar audazmente y sin temor las verdades evangélicas. O bien, según otros, es la luz celestial que debe iluminar de modo especial las mentes de los que predican el Evangelio.
¿Qué es la gracia de sanar a enfermos y el don de hacer milagros? Son dos gracias que es posible reducir a una. La gracia de sanar enfermos tiene por efecto la sanación del cuerpo mediante milagros; y la gracia de hacer milagros tiene por efecto manifestar el poder de Dios mediante obras milagrosas.
¿Qué es el don de profecía? Es una gracia del Espíritu Santo por la cual se conoce lo que está por venir, y arcanos que no pueden conocerse naturalmente. Este don comprende la gracia de las revelaciones.
¿Qué es el donde discernimiento de los espíritus? Es una luz del Espíritu Santo mediante la cual se conoce si los pensamientos, deseos, mociones y afectos interiores proceden de un principio bueno o malo.
¿Qué es el donde hablar diversas lenguas? Es el don del Espíritu Santo concedido a los santos apóstoles el día de Pentecostés, y la facilidad para hacer entender las verdades del cielo a quienes son enseñadas.
¿Qué es el don de interpretar las Sagradas Escrituras? Es una gracia del Espíritu Santo que ilumina el entendimiento para conocer fácilmente el sentido de la Sagradas Escrituras, y que anima la voluntad para hacerlas comprensibles a los demás.
¿La bienaventurada Virgen gozaba de todas estas gracias? Si, seguramente. Así lo piensan Alberto el Grande, el docto y piadoso Suárez y varios otros grandes teólogos. Aportan estas pruebas. Primero, porque siendo llena de gracia, según las palabras del arcángel san Gabriel, debía poseer todas las gracias. En segundo lugar, porque la dignidad, en cierto modo infinita, de Madre de Dios, debía estar adornada con los dones más excelentes del Espíritu Santo. En tercer lugar, porque por ser, en la santa Iglesia, después de su Hijo, la dispensadora universal de todas las gracias, era necesario que poseyera en sí lo que debía dar a los otros.
Escuchemos al respecto a san Antonino, al doctor angélico y a san Alberto el Grande.
Dice san Antonino: Porque la bienaventurada Virgen estaba con los apóstoles cuando recibieron el Espíritu Santo, es indudable que recibió con ellos este precioso don. Pues si bien, no fue enviada al mundo entero a predicar como lo fueron los apóstoles, convenía que no se viera privada de él a fin de que nada le faltara de todas las gracias y favores espirituales que podía poseer. Más aún, si bien no se empleara en predicar hay sobrados motivos para creer, aunque no conste por escrito, que personas de diversas naciones y de lenguas diferentes venían a entrevistarla para tributarle honor y respeto, y para escuchar las santas palabras que salían de sus labios sagrados, pues estando llena de caridad les hablaba en diversas lenguas para responder a sus preguntas y para instruirlos y consolarlos”.
Y Santo Tomás añade, que no debe dudarse que la bienaventurada Virgen haya recibido el don de sabiduría, la gracia de los milagros y el don de profecía de forma sobresaliente. No recibió estos dones para emplearlos en la forma como su Hijo Jesús lo hizo, sino según lo que convenía a su condición. Hizo uso del don de sabiduría en el ejercicio de la contemplación y no para predicar pues eso no convenía a su condición de mujer”.
Podemos decir entonces, en primer lugar, que el Espíritu Santo dio a la bienaventurada Virgen clara inteligencia de las Sagradas Escrituras e igualmente la facilidad de explicar las verdades de la fe que están contenidas en ellas y además las que miran a las costumbres.
En segundo lugar, que tuvo altísimo grado de confianza, necesaria para hacer milagros.
En tercer lugar, tuvo con mayor perfección que los demás santos el don de hacer milagros. Sin hablar del milagro de los milagros que hizo al cooperar con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en el misterio inefable de la encarnación; hay sobrados motivos para creer que hizo varios otros aunque no consten por escrito.
En cuarto lugar, tuvo el don de profecía. Es posible aportar varias pruebas. Pero la que se contiene en estas palabras de su divino Cántico: Todas las generaciones me llamarán bienaventurada (Lc 1, 48) es más que suficiente pues encierra todos los honores y alabanzas que serán tributadas a esta gloriosa Virgen en el cielo y en a tierra hasta el fin de los siglos y por toda la eternidad.
En quinto lugar, puesto que la sagrada Virgen gozó del don de profecía tuvo también el de revelaciones, de manera más amplia que todos los demás santos. Ciertamente durante toda su vida, dice san Andrés de Candia, fue ilustrada con infinidad de revelaciones divinas. ¿Cuántos misterios el Espíritu Santo le manifestó, desde el momento de su Concepción Inmaculada? ¿Cuántas maravillas escuchó de la boca misma de su Hijo Jesús durante los muchos años que permaneció con él? ¿Cuántos secretos conoció en la conversación familiar que sostenía con los ángeles?
En sexto lugar, esta misma Virgen poseyó el don de discernimiento de los espíritus con mayor perfección que los más grandes santos, pues este don está comprendido en el de profecía.
En séptimo lugar, recibió el don de hablar diversas lenguas en el día de Pentecostés, junto con los apóstoles. Alberto el Grande, san Antonino y san Atanasio aseguran que ella lo recibió con mayor plenitud que los mismos apóstoles. Esto le era en cierto modo necesario para la instrucción y el consuelo de numerosos fieles que acudían a ella venidos de todas las partes del mundo y para consultarla como a un oráculo del Espíritu Santo.
En octavo lugar, pues poseyó el don de sabiduría, de la fe y del espíritu de profecía, tuvo por tanto la gracia de la interpretación de las Sagradas Escrituras de manera más perfecta que todos los que han tenido esta misma gracia.
¿Qué relación tienen estas gracias con el santísimo Corazón de la divina Madre? Se relacionan como efecto con su causa, como los arroyos con su fuente, como los rayos al sol. ¿No es cierto que el amor y la humildad de este amable Corazón, al atraer hacia sí al Espíritu Santo, consiguientemente atraía a sí todos sus dones y sus gracias? Con muchísima razón este Corazón virginal es llamado sagrario de las gracias de este divino Espíritu. ¿No es justo que el cielo y la tierra, los hombres y los ángeles, y todas las criaturas se empleen en bendecir, alabar y glorificar al tres veces Santo que depositó tantas gracias, tanta santidad y tantas maravillas en este Corazón incomparable? Loores, honor y gloria inmensa, infinita y eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.
Jaculatoria: Loores, honor y gloria inmensa, infinita y eterna al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por las maravillas que obró en el Inmaculado Corazón de María.
Propósito: Hablar a otros de la grandeza del alma elevada por la gracia a templo del Espíritu Santo.
PARA FINALIZAR
Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
no esperan y no os aman. (3 veces)
***
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco
el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias
con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.