DÍA 29.
SER EL PRIMER OBJETO, ENTRE LAS PURAS CRIATURAS, DEL AMOR DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD: DUODÉCIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN
DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN.
MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
CON SAN JUAN EUDES
ORACIÓN PARA COMENZAR
TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes
Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA 29.
SER EL PRIMER OBJETO, ENTRE LAS PURAS CRIATURAS, DEL AMOR DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD: DUODÉCIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN
DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN.
De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.
Entre los más bellos elogios que los santos doctores tributan a la bienaventurada Virgen hay uno que regocija el corazón de sus verdaderos hijos. Se contiene en pocas palabras: La amadísima entre los amados. Así la llama el santo abad Ruperto: La amadísima de Dios y entre los muy amados la más amada. En efecto, es cierto que Dios la ama más a ella sola que a todo lo creado, aparte de la humanidad adorable de su Hijo. ¿Y por qué Dios la ama tanto? Él mismo nos da la razón: Amo a los que me aman.
Pues bien, hay más amor a Dios en el Corazón de la bienaventurada Virgen que en todos los corazones del universo. Es cierto por tanto que este Corazón tan amable y tan amante es el primer objeto del amor de la santísima Trinidad.
¿Quieres conocer de qué manera este Padre de bondades ama a la Madre del amor hermoso? La ama como a su hija única y únicamente amable. Si, hija única y bajo cierto modo hija muy única. En ella el pecado original jamás tuvo parte. Hija única que vino al mundo toda bella pura e inmaculada. Hija única en quien jamás hubo, durante todo el curso de su vida, algo que le hubiera sido desagradable. Hija única que empezó a amar a su Padre desde el momento en que empezó a existir. Hija única que en quien no existió jamás en su vida un momento en que no estuviera amándolo más ardientemente que todos los ángeles y los santos. Hija única que por amor de su Padre hizo voto de virginidad desde el primero momento de su vida. Hija única a quien este Padre divino encontró digna, entre todas las hijas, de ser Madre de su Hijo único y amadísimo. Hija única que mereció ser Virgen y Madre al tiempo; finalmente hija única tan santa y perfecta que todas las demás hijas y mujeres, incluidas las de mayor eminente santidad, no son más que siervas muy pequeñas en comparación de la admirable María. Por todo ello el Padre muy amable la ama muy únicamente.
La ama tanto que la hace partícipe en forma maravillosa de su primera y más sublime perfección que es su divina paternidad, al hacerla Madre del mismo Hijo de quien él es Padre. Puede decirse entonces con verdad que la divina María no tiene sino un solo Hijo con su divino Padre.
La ama tanto que le dio su divino Corazón, que es su Hijo único, para ser su Hijo, su Corazón, su amor, tesoro, gloria y vida, sus delicias y su todo.
La ama tanto que le dio todas las obras de sus manos al hacerla Señora soberana de todos los seres creados. Hizo todo ese mundo para Adán y todos sus hijos. Pero como ama más a su queridísima Hija María que a Adán y a todos sus hijos puede decirse que lo hizo más para ella que para todos los mortales e inmortales. Por esta razón es llamada por un excelente autor548 Virgen más digna y más excelente y por consiguiente más amable que todos los mortales e inmortales.
Pasemos ahora al amor del Hijo a su dignísima Madre. La ama como a su verdadera Madre. De ella recibió nuevo ser y nueva vida. La ama como a la que ocupa para él lugar de padre y de madre. La ama como a la que lo alimentó y nutrió en su seno virginal. La ama tanto que se entregó a ella en calidad de Hijo y de Hijo único, sometido a su autoridad y poder (Lc 2, 51). La ama como a su Madre, su Hermana, su Hija y su Esposa juntamente. La ama tanto que le dio su mayor tesoro, es decir, su Iglesia, que adquirió con el precio de su sangre. La ama tanto que se encarnó, se hizo niño, nació en un establo, comenzó a derramar su sangre ocho días después de su nacimiento, sufrió todos los tomentos de su pasión, murió en la cruz, resucitó y subió al cielo, instituyó el santísimo Sacramento, y obró todos estos misterios más por amor de ella que por todos los demás hombres juntamente, pues tiene mayor amor por ella que por todo el universo.
Veamos el amor del Espíritu Santo. ¡Oh divino Espíritu, tú tienes tanta bondad que miras y amas a todas las almas cristianas como a esposas. Sin embargo, ella es tu Esposa, la que se ha hecho digna de esta gloriosa calidad. La esposa debe ser semejante a su esposo: esta divina Virgen es la única entre todas las vírgenes que se te asemeja perfectamente. Tú eres santo y la santidad misma. Ella es toda santa y la reina de todos los santos. Tú eres todo espíritu y ella es totalmente espiritual. San Buenaventura la llama Cielo espiritual. Vaso espiritual la proclama la santa Iglesia. Tú eres la fuente de todas las gracias y ella es la Madre de gracia. Tú eres la luz increada y el hontanar de todas las luces creadas; y ella es Estrella del mar, la que da a luz al Sol. Por ella la noche del pecado ha sido desterrada de la tierra, y se ha dado paso al día de la gracia: De ella nació la luz. Tú eres el amor personal y la caridad eterna. Ella es la Madre del amor hermoso y el espejo claro de la caridad divina. Por esta causa tienes tanto amor a ella, Espíritu admirable, que la has escogido para tu santísima y digna Esposa. En su comparación todas las demás almas cristianas se sienten honradas al llamarse tus siervas.
Este amabilísimo Espíritu tiene tanto amor a esta divina María que la escogió para obrar en ella, con ella, por ella y para ella su admirable obra maestra, el Hombre-Dios. Tiene tanto amor a ella que la hizo Dueña absoluta de todos sus bienes. Puso entre sus manos las llaves de todos los tesoros de sus gracias y la ha constituido su dispensadora. Un santo autor la llama dispensadora de la gracia y la misericordia; y san Bernardo la proclama: La dispensadora de los dones de Dios. Es la mano del Espíritu Santo por la que él nos depara todos sus favores.
Estos son algunos destellos del amor ardentísimo de las tres Personas eternas a la gloriosa Virgen. Pero van más allá. Además de todos estos favores tan especiales, le comunican las adorables perfecciones de su divina esencia de que hablamos ya556. Son su omnipotencia, sabiduría, bondad, misericordia y las otras. Pero de manera tan excelente y tan admirable que san Crisóstomo asegura que esta Virgen sacratísima es abismo de las inmensas perfecciones de Dios. Y san Andrés de Candia añade que es compendio de las incomprensibles perfecciones de la divinidad; y el santo abad Blosio afirma soberanamente que está revestida y adornada de hermosuras y perfecciones divinas.
Jaculatoria: Con San Juan Eudes digamos: ¡Oh Madre de amor, mi corazón se inunda de gozo al verte tan amable, perfecta y admirable pues has merecido ser el primer objeto del amor de mi Dios. Me regocijo por ello infinitamente y le doy gracias infinitas. Conjuro a todas las criaturas del universo que lo bendigan, alaben y glorifiquen por siempre. Pero deseo también ardientemente que después de mi Creador y Salvador, seas el primer y único objeto de todos los afectos de mi corazón, de la manera que se más agradable a mi Salvador y a su queridísima Madre que es también mía.
Propósito: Hacer que los niños y los jóvenes, amen a la Virgen, rezando con ellos, enseñándoles alguna oración, visitándola en alguna de sus iglesias, etc.
PARA FINALIZAR
Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:
Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.
Os pido perdón por los que no creen, no adoran,
no esperan y no os aman. (3 veces)
***
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
os adoro profundamente
y os ofrezco
el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad
de Nuestro Señor Jesucristo,
presente en todos los sagrarios de la tierra,
en reparación de los ultrajes,
sacrilegios e indiferencias
con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón
y del Corazón Inmaculado de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.