En
efecto, el mal, anidando en el alma, ata al hombre con los lazos de la mentira,
la ira, la envidia y los demás pecados, y poco a poco lo paraliza. Por eso
Jesús, suscitando el escándalo de los escribas presentes, dice primero: "Tus pecados quedan perdonados", y
sólo después, para demostrar la autoridad que le confirió Dios de perdonar los
pecados, añade: "Levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa" (Mc 2, 11), y lo sana completamente. El mensaje
es claro: el hombre, paralizado por el
pecado, necesita la misericordia de Dios, que Cristo vino a darle, para que,
sanado en el corazón, toda su existencia pueda renovarse.
También
hoy la humanidad lleva en sí los signos del pecado, que le impide progresar con
agilidad en los valores de fraternidad, justicia y paz, a pesar de sus
propósitos hechos en solemnes declaraciones. ¿Por qué? ¿Qué es lo que entorpece
su camino? ¿Qué es lo que paraliza este desarrollo integral? Sabemos bien que,
en el plano histórico, las causas son múltiples y el problema es complejo. Pero
la palabra de Dios nos invita a tener una mirada de fe y a confiar, como las
personas que llevaron al paralítico, a quien sólo Jesús puede curar
verdaderamente.
Benedicto XVI