Lecciones del II Nocturno de Maitines
Sermón de San Juan Crisóstomo.
Homilía 22 sobre la 2ª Epístola a los Corintios.
No tardes en convertirte al Señor, ni lo difieras de un día para otro, porque ignoras lo que dará de sí el día que ha de venir. Hay que temer la tardanza en convertirse por los peligros que encierra; en cambio el que se convierte sin demora asegura su salvación. Vive virtuosamente. Así, partirás seguro de este mundo aun en caso de morir joven; y si llegas a la vejez, lo dejarás fácilmente y sin pesar; le gozarás por dos conceptos: por haberte apartado del mal y por haber practicado la virtud. No digas: Ya vendrá el tiempo de convertirme; porque estas palabras provocan la cólera divina.
Pues, ¿qué? ¿Dios te ha prometido siglos eternos, y tú no toleras los trabajos de la vida presente, tan corta, tan fugitiva? ¿Por qué esta conducta ruin y disoluta, como si te dirigieras a una vida más corta todavía? ¿Por ventura esos festines diarios, esas mesas bien servidas, esos libertinajes, esos teatros, esas riquezas no atestiguan la insaciable exigencia de tus perversas pasiones? Pues has de saber bien que cuantas veces te manchas, otras tantas te condenas, porque es propio del pecado que, apenas cometido, ya atrae sobre sí la sentencia.
¿Te has embriagado? ¿has comido con exceso? ¿has robado? Detente, y sigue otro camino. Agradece a Dios que no te haya llamado en el curso de tus desórdenes. No busques pretextos para continuarlos. Muchos murieron súbitamente con una vida culpable y viciosa y cayeron en una condenación cierta; teme que no te ocurra a ti lo mismo. Tal vez dirás: Dios ha concedido a muchos tiempo para confesarse en la extrema vejez. ¿Te lo concederá a ti? ¿por qué? ¿Porque eso ocurre alguna vez? Estás deliberando sobre la salvación de tu alma. Piensa que lo contrario es posible, y di: ¿Y si Dios no me concede esa tregua? Verdad es que puede concederla; pero no esperarla es más seguro y más ventajoso que contar con ella.