sábado, 6 de agosto de 2022

EL SEÑOR MANIFIESTA SU GLORIA. San León, Papa

 


6 de agosto. La transfiguración del Señor

 

Lecciones del II Nocturno

 

Sermón de San León, Papa.

Sermón de la Transfiguración, antes de la mitad.

El Señor manifiesta su gloria ante los testigos que Él ha escogido, y hace brillar de tal manera aquella forma corporal, común con los demás hombres, que su rostro resplandece como el sol y sus vestiduras se tornan blancas como la nieve. Con esta transfiguración se proponía substraer el corazón de sus discípulos al escándalo de la cruz, y evitar que la ignominia voluntaria de su pasión afectara la fe de aquellos ante los cuales descubriría la excelencia de su dignidad oculta. Se proponía también su providencia fundar las esperanzas de la Iglesia, haciendo que todo el cuerpo de Cristo conociera la transformación que le está reservada, ya que cada uno de los miembros puede prometerse el participar de la gloria con que resplandeció de antemano la cabeza.

Confirmando más a los Apóstoles para elevarlos a un conocimiento perfecto, quiso incluir otra enseñanza en aquel milagro: Moisés y Elías, a saber, la Ley y los Profetas, aparecieron conversando con Él. En esta reunión de cinco personas, cumplíase lo que dice la Escritura: “Todo se decidirá por deposición de dos o tres testigos”. Porque ¿puede haber algo más cierto que una cosa en cuya predicación se juntan la trompeta del Antiguo Testamento y la del Nuevo, y sobre la cual el testimonio de los antiguos está de acuerdo con la doctrina evangélica? Las páginas de ambos Testamentos se confirman mutuamente, y aquel a quien todas las figuras habían anunciado bajo el velo de los misterios, se manifiesta hoy al descubierto en el esplendor de su gloria.

Animado el Apóstol Pedro por las revelaciones de estos misterios, despreciando las cosas mundanas y hastiado de las terrenas, se sintió arrebatado por el deseo de las eternas; y lleno de gozo ante aquella visión, no pide más que permanecer con Jesús, allí donde se complace en la manifestación de su gloria. Esto le mueve a exclamar: “Maestro, bien estamos aquí; si quieres, haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías”. Mas el Señor nada respondió, como indicando que sin ser malo lo que Pedro deseaba era improcedente, ya que el mundo no podía salvarse sino con la muerte de Cristo. Quisó además conducir la fe de los creyentes a comprender que, aun en medio de las tentaciones de esta vida, no hay que dudar de las promesas de la bienaventuranza, siendo preciso implorar la paciencia más bien que la gloria.

 

Oremos.

Oh Dios, que corroboraste los misterios de la fe en la gloriosa transfiguración de tu Unigénito con el testimonio de los Padres; e hiciste esclarecer maravillosamente la adopción perfecta de tus hijos en la voz que salió de la resplandeciente nube: otórganos propicio que seamos coherederos del mismo Rey de la gloria y sus compañeros en la misma. Por el mismo Señor Nuestro Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.