domingo, 21 de agosto de 2022

FUERA DE DIOS, NADA PUEDE SATISFACERLOS. San Gregorio

 


FUERA DE DIOS, NADA PUEDE SATISFACERLOS. San Gregorio

 

Lecciones del II Nocturno de Maitines

 

Del Libro de los Morales de San Gregorio, Papa.

Lib. 1, cap. 10, sobre el cap. 1 de Job.

Hay en algunos negligencia para reformar su vida. Entregados enteramente a la pasión de los bienes pasajeros, ignorando los bienes eternos o desdeñándolos, si los conocen, muéstranse insensibles a su estado e incapaces de una buena resolución. Sin echar de menos los bienes de lo alto, ponen su felicidad, los desdichados, en los de aquí abajo. Formados para la luz de la verdad, jamás elevan a ella el alma; jamás dirigen un deseo hacia la contemplación de la eterna patria. Abandonándose a los goces, aman como si fuera su patria el destierro que padecen, y se gozan en su ceguedad como si una luz brillante los iluminara.

Los elegidos, al contrario, que en nada tienen los bienes pasajeros, buscan aquéllos para los cuales fueron creadas sus almas. Como fuera de Dios nada puede satisfacerlos, su mente, fatigada por el trabajo de esta solicitud, descansa en la esperanza y contemplación de su Creador, y se sienten inflamados por el deseo del cielo. Retenidos en este mundo por la carne, trasládanse en espíritu más allá, deploran las miserias de su destierro, y no cesan de aspirar a su excelsa patria, excitándose a sí mismos con los estímulos del amor. Y al considerar que es eterno lo que perdieron, toman la saludable resolución de despreciar lo pasajero, y más crece en ellos la tristeza de no gozar aún de las cosas eternas.

Quien obra inconsideradamente no experimenta intranquilidad. El que vive sin reflexionar y se entrega ciegamente al azar de los acontecimientos, jamás es presa del tormento de las preocupaciones. Pero el que aplica su espíritu a razonar su conducta, se observa a sí mismo, y procede con prudencia en todos sus actos. Para no verse sorprendido por un resultado adverso, su mente tantea el terreno, avanzando con pie cauteloso. Pesa sus acciones; no sea que el temor le detenga cuando es preciso obrar, que la precipitación le impulse cuando sería conveniente detenerse, que le venza el mal con las armas de la concupiscencia, o que en el camino del bien, la vanagloria lo haga caer en sus lazos.