lunes, 1 de agosto de 2022

1 de agosto. San Pedro Ad Víncula

 


1 de agosto. San Pedro Ad Víncula

Bajo el reinado de Teodosio, el Joven, su mujer Eudoxia vino para cumplir un voto a Jerusalén donde recibió muchos presentes, entre ellos, una cadena de hierro ornamentada con oro y pedrerías, la cual, según se decía, era la que sirvió para encadenar a Pedro, por orden de Herodes. La emperatriz, después de venerar piadosamente la reliquia, la mandó a Roma para su hija Eudoxia, que la entregó al Pontífice. Este, a su vez, mostró a Eudoxia otra cadena con la que había sido atado el mismo apóstol en tiempo del emperador Nerón.

Al comparar el Pontífice la cadena romana con la que había sido traída de Jerusalén, se juntaron ambas tan perfectamente, que no parecieron sino una sola cadena fabricada por el mismo operario. Y tal veneración granjeó este milagro a aquellos hierros sagrados que, con el nombre de San Pedro en las cadenas, fue dedicada la iglesia que Eudoxia había levantado en el Esquilino. En memoria de esta dedicación, fue instituida una fiesta en las calendas de agosto.

La fiesta que en este día celebraban los gentiles en honor de sus celebridades profanas, se celebró en adelante en honor de las cadenas de Pedro, a cuyo contacto los enfermos sanaban y los demonios eran expulsados; es lo que sucedió en el año de gracia 969 de Jesucristo a un conde familiar del emperador Otón, que estaba poseído por el espíritu inmundo, y desgarraba sus carnes con los dientes. El Emperador mandó conducir al poseso ante el Papa Juan, y cuando la cadena tocó el cuello del conde, salió el mal espíritu y le dejó libre. Por este prodigio la devoción a las sagradas cadenas se propagó mucho en Roma.

 

Oremos.

Oh Dios, que al bienaventurado Pedro Apóstol, libre de las ligaduras, hiciste que saliese ileso; te suplicamos que nos libres de las ataduras de nuestros pecados, y propicio ahuyentes de nosotros todos los males. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.

 

 

Conmemoración de los Ss. Macabeos

Sermón de San Gregorio Nacianceno.

20ª elevación.

¿Qué diré de los Macabeos? Pues, para celebrar su fiesta se ha juntado una gran concurrencia. Aunque su culto no se haya extendido a ciertos lugares por no haber sostenido ellos su combate después de la venida de Jesucristo, son, sin embargo, merecedores de que todo el mundo honre la generosidad y la constancia de que dieron pruebas en la observancia de las leyes y costumbres de sus antepasados. Si antes de la Pasión de Jesucristo se ofrecieron al martirio, ¿qué no habrían hecho si hubieran sido perseguidos después de Jesucristo, teniendo a la vista la muerte sufrida por Él para nuestra salvación? Si tal fue su virtud en ausencia de todo modelo, ¿no habrían descendido con más ardor a la palestra estimulados por el ejemplo del Salvador? Por una razón de carácter misterioso, plausible para todos los que tienen fe en Dios, nos inclina a creer que ninguno de los que obtuvieron la corona del martirio antes de la venida de Jesucristo pudo alcanzar esta gloria sino por la fe en el Redentor.

 

 

Oremos.

El gran número de estos santos hermanos mártires nos llene de alegría, Señor, aumente el vigor de nuestra fe, y nos consuele con su múltiple intercesión. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.