30 de agosto. Santa Rosa de Lima, virgen
La primera flor de santidad en América meridional fue la virgen Rosa, nacida en Lima, de padres cristianos. Ya en su cuna dio pruebas de su futura santidad, puesto que un día su rostro se mostró como transfigurado y semejante a una rosa, lo que motivó el nombre que se le impuso. Después, la Virgen Madre de Dios añadió otro, para que la llamaran Rosa de Santa María. A los cinco años, hizo voto de perpetua virginidad. En su adolescencia, temiendo que sus padres la obligaran al matrimonio, se cortó su soberbia cabellera. Hacía ayunos que parecen superiores a las fuerzas humanas, pasaba cuaresmas sin probar el pan, comiendo al día sólo cinco pepinos de limón.
Habiendo recibido el hábito de la Orden Tercera de Santo Domingo, redobló la austeridad, fijó en su cilicio pequeñas agujas, y llevaba día y noche, bajo el velo, una corona con agudas púas. A imitación de Santa Catalina de Siena, llevaba como cinturón una cadena de hierro que le ceñía con tres vueltas. Su lecho estaba formado de troncos nudosos cuyos intersticios estaban llenos de fragmentos de cacharros rotos. Hízose construir una celda en un rincón del jardín; y allí, entregada a la contemplación de las cosas celestiales, extenuaba su débil cuerpo con duras disciplinas, privaciones y vigilias; sostenida por el espíritu, salió victoriosa de sus luchas con los demonios, a quienes, sin temerlos, despreciaba y dominaba.
Probada por los sufrimientos, por los insultos de sus familiares y por la calumnia, afligíase de no sufrir tanto como merecía. Consumida 15 años por la desolación y aridez espiritual, soportó con ánimo estos combates, más dolorosos que cualquier género de muerte. Después gustó la abundancia de las delicias celestiales, fue iluminada con visiones, y sentió derretirse su corazón en la llama de seráficos ardores. Favorecida con frecuentes apariciones de su Ángel custodio, de Santa Catalina de Siena y de la Madre de Dios, procedía ante ellos con admirable sencillez, y mereció oír de los labios de Jesucristo estas palabras: Rosa de mi corazón, sé para mí una esposa. Fue introducida en el paraíso de este Esposo divino, y llegó a ser célebre después de su muerte, como lo había sido antes, por numerosos milagros, en vista de los cuales, el Papa Clemente X la inscribió en la lista de las santas Vírgenes.
Oremos.
Omnipotente Dios, dador de todo bien, que quisiste que la bienaventurada Rosa, prevenida por el rocío de la gracia celestial floreciese en las Indias con el resplandor de su virginidad y su paciencia: concédenos a tus siervos, que esforzándonos para seguir el olor de su suavidad, merezcamos ser el buen olor de Cristo. Que vive y reina en unión del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN Y AMOR. SANTA ROSA DE LIMA
EL AMOR A JESÚS EUCARISTÍA DE SANTA ROSA DE LIMA
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Conmemoración de los Ss. Félix y Adaucto, Mártires
Reinando los emperadores Diocleciano y Maximiano, Félix fue detenido por haber abrazado la religión cristiana. Condujéronle al templo de Serapis, donde, en lugar de sacrificar al ídolo, le escupió en el rostro, después de lo cual cayó derribada su estatua de bronce. Ocurriendo lo mismo en los templos de Diana y de Mercurio, fue acusado de magia y de impiedad, y atormentado en el cepo. Mientras le conducían por la vía de Ostia, a dos millas de Roma, para ser decapitado, se toparon con un cristiano, el cual, al reconocerle, exclamó, viéndole ir al suplicio: Yo también vivo según la misma ley y adoro al mismo Jesucristo. Y abrazando a Félix, fueron decapitados juntos, en el día tercero de las calendas de septiembre. No sabiendo los cristianos su nombre, ennobleciéronle con el de Adaucto, es decir: “añadido”, pues se había juntado al santo Mártir Félix para ser coronados.
Oremos.
Te pedimos humildemente, Señor, que, del mismo modo que no dejas de alegrarnos al conmemorar a tus santos, nos concedas siempre la protección de su súplica. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.