III DOMINGO DE ADVIENTO
DE LA CATENA AUREA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO
Comentarios al Evangelio
del III domingo de Adviento
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Juan
1, 19-23 Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a
él de Jerusalén sacerdotes y Levitas a preguntarle: "¿Tú quién eres?"
Y confesó y no negó: y confesó: "Que yo no soy Cristo". Y le
preguntaron: "¿Pues qué cosa? ¿Eres tú Elías?" Y dijo: "No
soy". "¿Eres tú el Profeta?" Y respondió: "No". Y le
dijeron: "¿Pues quién eres, para que podamos dar respuesta a los que nos
han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?" El dijo: "Yo soy la voz del que
clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías
profeta". (vv. 19-23)
Orígenes, ut sup
Según se lee, este testimonio
lo dio San Juan Bautista refiriéndose a Jesucristo, empezando por aquellas
palabras: "Este es el que yo dije: el que ha de venir en pos de mí".
Y concluye con aquélla: "El mismo lo ha declarado".
Teofilacto
Después de haber dicho el Evangelista que San Juan hablaba de Jesucristo, diciendo: "Ha sido engendrado antes de mí", ahora añade que San Juan en este testimonio volvía a referirse a Jesucristo, diciendo: "Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a él de Jerusalén sacerdotes y Levitas".
Orígenes, ut sup
Los judíos, en verdad, como
parientes del Bautista por pertenecer a la familia sacerdotal, destinan
sacerdotes y levitas para que vengan desde Jerusalén a preguntarle quién era
San Juan. Esto es, enviaron a aquéllos que se consideraban como diferentes de
los demás, por la elección, y desde un lugar escogido de Jerusalén. Buscan, por
lo tanto, a Juan, con tanto respeto, cuanto no leemos que en alguna época
dispensasen los judíos al Salvador. Pero lo que los judíos hacían respecto de
San Juan, éste lo hacía respecto de Jesucristo, preguntándole por medio de sus
discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?" ( Lc
7,19).
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
Creyeron a San Juan tan digno
de ser creído que admitieron su contestación como verdadera, a pesar de ser él
mismo quien daba testimonio de sí. Por esto se dice: "A preguntarle, ¿tú
quién eres?"
San Agustín, in Ioannem, tract.14
No hubieran enviado esta
comisión si no se hubiesen extrañado de su ilimitado poder, en virtud del cual
se atrevía a bautizar.
Orígenes
Pero San Juan (según parece)
observaba cierta indeterminación en la pregunta de los sacerdotes y de los
levitas, porque sin duda creían que sería el mismo Cristo cuando bautizaba,
aunque se abstenían de decirlo con claridad para no ser tenidos por temerarios.
Por eso, para destruir la opinión errada que habían concebido desde el
principio respecto de él, y así después brillase mejor la verdad, les dice ante
todo que él no es el Cristo. Por esto sigue: "Y confesó y no negó: y
confesó, que yo no soy el Cristo". Añadamos también a esto que ya en el
tiempo de la venida de Jesucristo se alegraba el pueblo como si ya le tuviese
delante, manifestando los doctores de la ley que según las Sagradas Escrituras
era llegado el tiempo en que debía aparecer el Salvador. Por esta razón, Teodas
había reunido muchos discípulos manifestándose como si fuera el Salvador. Y después
de él Judas Galileo hizo lo propio en tiempo de los hechos de los apóstoles ( Hch
5,36-37). Esperándose, pues, con tal vehemencia la venida del Salvador, los
judíos mandaron a preguntar a San Juan: "¿Tú quién eres?", queriendo
saber si él se anunciaba como el verdadero Cristo. Y no porque él dijo "Yo
no soy el Cristo", lo negó respecto de Jesús, sino que declaró la verdad
en estas mismas palabras.
San Gregorio, in Evang. hom 7
Negó claramente lo que no
era, pero no negó lo que era. Porque así, diciendo la verdad, se hacía miembro
suyo, no usurpando engañosamente ni apropiándose su nombre.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15, sparsim
Experimentaron los judíos
cierta pasión humana respecto de San Juan. Creían indigno que él se sometiese a
Jesucristo, porque las muchas cosas que hacía San Juan demostraban su
excelencia y, en realidad, que descendía de familia ilustre (puesto que era
hijo del príncipe de los sacerdotes). Y porque demostraban, después, su
educación sólida y su desprecio de las cosas humanas. Mas en Jesucristo se veía
lo contrario; era de un aspecto humilde, lo cual menospreciaban los judíos
diciendo: "¿Pues no es éste el hijo del carpintero?" ( Mt 13,55). Su
ordinario sustento era el de los demás, y su vestido no se distinguía del de
muchos. Y como San Juan mandaba continuamente a ver a Jesucristo, y por otro
lado querían más bien tener por maestro a San Juan, le enviaron aquella
legación, creyendo que por medio de halagos le obligarían a confesar que él era
el Cristo. Y por esto no envían a personas despreciables (a la manera que a
Cristo le enviaban a los ministros y los herodianos) sino sacerdotes y levitas.
Y no cualquiera de estos, sino a aquellos que estaban en Jerusalén, que eran
los más distinguidos. Y los envían para que pregunten: "¿Tú quién
eres?". No porque lo ignorasen, sino porque querían llevarlo a contestar
como queda dicho. Por esto San Juan les respondió según él creía, y no según la
mente de los que preguntaban: "Y confesó y no negó. Y confesó, que yo no
soy el Cristo". Y véase aquí la sabiduría del Evangelista. Dice por
tercera vez casi lo mismo, indicando la virtud del Bautista, y descubriendo la
malicia y la locura de los judíos. Es propio de un siervo respetuoso no sólo no
quitar la gloria a su amo, sino rechazarla cuando otros se la ofrecen. Las
muchedumbres, en realidad, habían creído por ignorancia que San Juan era el
Cristo. Y éstos, como iban de mala fe, le preguntaban impulsados por la misma,
creyendo que podrían atraerlo por medio de halagos a lo que se proponían. Si no
hubiesen pensado así, hubieran dicho a Juan cuando les responde "yo no soy
el Cristo": no hemos pensado en esto, ni hemos venido a preguntártelo. Mas
habiéndose visto descubiertos, pasan a otra cosa. Y por esto prosigue: "Y
le preguntaron: ¿pues qué cosa? ¿eres tú Elías?
San Agustín, ut sup
Sabían, pues, que Elías vendría antes que Cristo. El nombre de Cristo no era desconocido para ninguno de los hebreos, pero no creían que él fuese el Cristo. Y, sin embargo, creyeron absolutamente que el Cristo había de venir. Y al mismo tiempo que esperaban que vendría en el futuro, ya le ofendieron en el presente.
Prosigue: Y contestó:
"No soy".
San Gregorio, in evang. hom 7
De estas palabras se suscita
cierta cuestión harto compleja. Porque en otro lugar, preguntado el Señor por
sus discípulos acerca de la venida de Elías, les respondió: "Si queréis
saberlo, el mismo Juan es Elías" ( Mt 11,14). Mas preguntado San Juan,
contesta: "Yo no soy Elías". ¿Cómo es el profeta de la verdad, si no
está conforme con la explicación de la misma Verdad?
Orígenes
Dirá alguno que San Juan
ignoraba si él era Elías, y sin duda usarán de esta razón los que asienten a la
opinión trillada y el testimonio de la transmigración 1, como si las almas se revistiesen de nuevos cuerpos.
Mas preguntan los judíos, por medio de los levitas y los sacerdotes, si era
Elías, dando fe a la creencia tradicional en ellos y no extraña a la doctrina cabalística
de sus padres, de que las almas pueden de nuevo informar otros cuerpos. Y por
esto dice San Juan: "yo no soy Elías", porque en realidad desconocía
su vida primitiva. ¿Pero es lógico suponer que siendo iluminado por el Espíritu
como profeta, y habiendo referido tantas cosas de Dios y de su Unigénito,
ignorara de sí mismo si alguna vez su alma había estado en Elías?
San Gregorio, in Evang. hom. 6
Mas
si se busca la verdad diligentemente, se encontrará que lo que parece contrario
entre sí no lo es. El ángel había dicho a Zacarías respecto a San Juan:
"El marchará delante del Cristo con el espíritu y la virtud de Elías"
( Lc 1,17). Porque así como Elías precederá a la segunda venida del Señor, así
San Juan le precede en la primera. Y así como aquél vendrá como precursor del
juez, así éste viene como precursor del Salvador. San Juan, por lo tanto, era
Elías en espíritu, aun cuando no estaba en la persona de Elías. Y lo que afirma
el Señor del espíritu, San Juan lo niega respecto de la persona, siendo muy
justo que el Salvador, al dirigirse a sus discípulos para hablarles de San
Juan, adoptase el sentido espiritual y que San Juan, que respondía a las
muchedumbres carnales, hablase no del espíritu, sino del cuerpo.
Orígenes, ut sup
Responde,
pues, a los levitas y a los sacerdotes: "No soy", conociendo el fin
que se proponen en esta pregunta. Pues la referida pregunta no tendía a
averiguar si ambos estaban animados de un mismo espíritu, sino si Juan era el
mismo Elías, que fue arrebatado y que ahora aparecía sin nuevo nacimiento, como
los judíos esperaban. Mas alguno dirá, creyendo en la transmigración de los
cuerpos, que es contrario a la razón admitir que el hijo de Zacarías, nacido en
la ancianidad de tan gran sacerdote, contra lo que se podía esperar humanamente
hablando, fuese desconocido por los sacerdotes y los levitas, ignorando su
nacimiento, y más cuando, especialmente San Lucas, dijo que se había suscitado
un temor grande entre los que habitaban en las cercanías ( Lc 1,65). Pero acaso
les parece que deben preguntar en sentido tropológico 2, porque esperaban que Elías vendría antes del fin y
delante de Cristo. Como si preguntasen: ¿eres tú, acaso, el que anuncias que el
Cristo habrá de venir al fin del mundo? Pero les responde con precaución:
"No soy". Pero no debe llamar la atención que así como respecto del
Salvador había muchos que sabían que había nacido de María, y sin embargo
algunos de ellos se engañaban (creyendo que El era Juan Bautista, Elías, o
alguno de los profetas), así también respecto de San Juan; aunque no se
ocultaba a muchos que era hijo de San Zacarías, dudaban algunos si acaso sería
Elías el que había aparecido en San Juan. Y como había habido muchos profetas
en Israel, se esperaba uno de quien Moisés había vaticinado, especialmente por
aquellas palabras: "El Señor os levantará un profeta de entre vuestros
hermanos, y le obedeceréis como a mí" ( Dt 18,18). Le preguntan por
tercera vez, no ya sencillamente si es un profeta, sino si es el profeta, esto
es, con la singularidad que expresa el artículo griego. Por esto sigue:
"¿Eres tú el profeta?" El pueblo de Israel había comprendido en todos
los profetas que ninguno de ellos era aquél de quien había vaticinado Moisés.
El cual (como había sucedido a Moisés) estaría entre Dios y los hombres, y
transmitiría a los discípulos el testamento recibido de Dios. Y atribuían ellos
este nombre no a Jesucristo, sino que creían que sería distinto de Cristo. San
Juan conoció que Cristo era el verdadero profeta, por esto añade: "Y
respondió no".
San Agustín, in Ioannem, tract.4
Acaso porque San Juan era más que profeta, porque los profetas habían anunciado al Salvador desde lejos, pero San Juan demuestra que está presente.
Prosigue:
"Y le dijeron: pues ¿quién eres?", etc.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
Véase
aquí cómo insisten y preguntan con más fuerza. Mas éste destruye con su
mansedumbre todas las sospechas que no estaban inspiradas en la verdad, y
restablece la opinión verdadera. Por esto sigue: "El dijo: yo soy voz del
que clama en el desierto".
San Agustín, ut sup
Isaías
ya lo dijo y su profecía se realizó en San Juan.
San Gregorio, in Evang. hom. 7
Ya
sabéis que el Hijo Unigénito se llama el Verbo del Padre y por nuestro mismo
lenguaje sabemos que primero suena la voz para que después se pueda oír la
palabra; mas San Juan asegura que él es la voz que precede a la palabra y que
por su mediación el Verbo del Padre es oído por los hombres.
Orígenes
Heracleón,
sin consideración a San Juan y a los profetas, dice que, en efecto, el Verbo es
el Salvador, y que la voz se oye por medio de San Juan, de donde la virtud
profética consiste en un mero sonido. A él le debemos contestar que si la
trompeta no deja oír su voz significativa, nadie se apercibirá a la batalla.
Pero si la voz del profeta no es otra cosa que un mero sonido, ¿cómo el
Salvador nos remite a ella, cuando dijo "examinad las Escrituras" ( Jn
5,39)? Y dice San Juan que es él la voz. No que clama en el desierto, sino del
que clama en el desierto, esto es de Aquél que estaba y clamaba: "Si
alguno tiene sed que venga a mí y beba" ( Jn 7,37). Clamaba, pues, para
que lo oyesen los que estaban distantes, y para que lo perciban los que tienen
el oído torpe, y puedan comprender la importancia de lo que se les dice.
Teofilacto
O
bien porque anuncia la verdad de un modo terminante, en tanto que los que
vivían bajo el influjo de la ley hablaban oscuramente.
San Gregorio, ut sup
San
Juan clamaba en el desierto, porque anunciaba el consuelo del Redentor a Judea,
que estaba como abandonada y desierta.
Orígenes, ut sup
El
efecto de esta voz que clama en el desierto no debe ser otro que el que el
alma, separada de Dios, vuelva otra vez al camino recto que conduce a Dios, no
siguiendo la malicia de los pasos torcidos de la serpiente, sino elevándose por
medio de la contemplación al conocimiento de la verdad, sin mezcla alguna de
mentira, para que la vida de acción se ajuste a la norma de lo lícito después
de una conveniente meditación. Por esto sigue: "Enderezad el camino del
Señor, como dijo Isaías el profeta".
San Gregorio, ut sup
El
camino del Señor es enderezado hacia el corazón cuando se oye con humildad la
palabra de la verdad. El camino del Señor es enderezado al corazón cuando se
prepara la vida al cumplimiento de su ley.
Notas
1. La reencarnación.
2. Sentido tropológico equivale a sentido moral, es decir el mensaje del texto que ilumina la vida cristiana del que lo lee.
Jn 1, 24-28 Y los que habían sido enviados eran de los
fariseos. Y le preguntaron y le dijeron: "¿Pues por qué bautizas si tú no
eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?" Juan les respondió, y dijo:
"Yo bautizo en agua; mas en medio de vosotros estuvo a quien vosotros no
conocéis. Este es el que ha de venir en pos de mí, que ha sido engendrado antes
de mí: del cual yo no soy digno de desatar la correa del zapato". Esto
aconteció en Betania, de la otra parte del Jordán, en donde estaba Juan
bautizando. (vv. 24-28)
Orígenes, ut sup
Habiendo respondido a los sacerdotes y a los
levitas, fue preguntado por los fariseos. "Y los que habían sido enviados,
eran de los fariseos". Digo que éste es el tercer testimonio, como puede
deducirse de sus palabras. Véase también cómo los sacerdotes y los levitas
preguntan con mansedumbre: "Tú, ¿quién eres?". No se arrogan nada
digno de censura en aquella pregunta, sino que obran cual corresponde a
verdaderos ministros de Dios. Mas los fariseos, divididos e inoportunos, según
indica su nombre, dirigen al Bautista palabras mal sonantes y ofensivas. Por
esto sigue: "Y le dijeron: ¿pues por qué bautizas, si tú no eres el
Cristo, ni Elías, ni el profeta?" No querían averiguar la verdad, sino
impedirle que bautizase. Pero después, no sé por qué razón, se deciden a
bautizarse y volvieron a San Juan. La solución de esto, que los fariseos, a
pesar de que no creían, viniesen a bautizarse con hipocresía, parece que
consiste en que temían al pueblo.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
O acaso los mismos sacerdotes y levitas eran
también de los fariseos, y como no pudieron doblegarlo con halagos, intentan
arrojar sobre él una acusación, obligándole a decir lo que no era. Por esto
sigue: "Y le preguntaron y le dijeron: ¿pues por qué bautizas, si tú no
eres el Cristo, ni Elías ni el profeta?". Les parecía que rayaba en la
audacia el bautizar sin ser el Cristo, ni su precursor, ni su anunciador, esto
es, su profeta.
San Gregorio, in Evang. hom. 7
Pero cuando un santo cualquiera es
preguntado con mal fin, no sale de su expresión de bondad. Por esto San Juan
responde a las palabras de envidia con las predicaciones de vida. Por esto
sigue: "Y Juan les respondió y dijo: yo bautizo en agua".
Orígenes, ut sup
Y a aquellas palabras: "¿Por qué
bautizas?", no convenía contestar otra cosa que indicar que su bautismo
era carnal, o manifestar que era material.
San Gregorio, ut sup
San Juan no bautizaba en espíritu sino en
agua, porque no podía perdonar los pecados. Lavaba con agua los cuerpos de los
que se bautizaban, pero no purificaba sus almas por medio del perdón. ¿Y para
qué bautiza si no perdona los pecados por medio del bautismo? Porque,
cumpliendo en todo el orden y oficio de precursor de Aquel que venía -esto es,
a cuyo nacimiento se había adelantado naciendo-, debía adelantarse también al
Señor, que había de bautizar, bautizando él. Y el que se había hecho precursor
de Jesucristo por medio de la predicación también había de ser su precursor
bautizando, para imitarle en el sacramento, puesto que con ello anunciaba que
éste era uno de los misterios de nuestra redención, y que estaba en medio de
los hombres Aquél que aún no era conocido. Por esto sigue: "Mas en medio
de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis", porque como el Señor
aparece en carne, es visible en cuanto al cuerpo pero invisible en cuanto a la
majestad.
Crisóstomo, ut sup
Dijo esto porque era conveniente que el
Salvador se confundiese con el pueblo, como uno de tantos, para dar ejemplo de
humildad en todas partes. Y cuando dice: "A quien vosotros no
conocéis", habla de un conocimiento cierto y seguro de quién es y de dónde
viene.
San Agustín, in Ioannem, tract. 4
Apareció humilde y por lo mismo es antorcha
encendida.
Teofilacto
El Señor estaba en medio de los fariseos,
pero le desconocían. Porque como ellos creían saber las Escrituras, por cuanto
en ellas era anunciado el Señor, se encontraba en medio de ellos (esto es en
sus conciencias) pero no lo conocían, porque no entendían las Escrituras.
Además estaba en medio de ellos porque era mediador entre Dios y los hombres,
por cuya razón Cristo Jesús se encontraba en medio de los fariseos esforzándose
por unirlos con Dios, pero ellos no le conocían.
Orígenes
Una vez contestado: "Yo bautizo en
agua" a aquella pregunta: "¿Por qué bautizas?", a las palabras:
"¿Si tú no eres el Cristo?", el precursor ofrece su contestación
pregonando la excelencia de la esencia de Jesucristo. Y dice que es tan grande
el poder que tiene, que es invisible en cuanto a su divinidad, a pesar de que
está presente a todos y se encuentra difundido por todo el orbe, lo que se da a
entender por lo que dijo: "En medio de vosotros estuvo". Pues Este se
encuentra en todo el mecanismo del universo, y lo penetra todo de tal modo que
las cosas que nacen, nacen por El, puesto que todo fue hecho por El. Y esto es
lo que da a conocer claramente a los que le preguntan: "¿Por qué
bautizas?" O cuando dice: "En medio de vosotros estuvo", debe
entenderse esto respecto de nosotros los hombres. Porque como somos racionales,
existe en medio de nosotros, por lo mismo que el asiento principal del alma, el
corazón, está situado en la parte media del cuerpo. Los que llevan al Verbo en
su interior, ignorando su naturaleza, ni de dónde viene, ni cómo se encuentra
en ellos, éstos desconocen que tienen el Verbo dentro de sí mismos, lo cual ya
conoció San Juan. Por lo que, reprendiendo a los fariseos, les dice: "A
quien vosotros no conocéis". Como los fariseos esperaban que no se
tardaría la venida del Cristo y no podían elevarse a tan alto concepto acerca
de El, creyendo sólo que sería un hombre santo, San Juan reprende su
ignorancia, porque desconocen su excelencia. Dice: "Estuvo", porque
está el Padre, que existe de una manera invariable e impermutable. Está también
su Verbo, para salvar continuamente y aun cuando ha tomado carne y se encuentra
entre los hombres de una manera invisible y no es conocido por ellos. Y para
que alguno no crea que el que es invisible, cuando viene para todos los hombres
o para todo el universo, es otro distinto del que se ha humanado y aparecido en
la tierra, añade: "Este es el que ha de venir en pos de mí". Esto es,
que habrá de aparecer después de mí. Y no tiene aquí la misma significación la
palabra en pos que cuando Jesús nos invita a que vengamos en pos de El. Allí se
nos manda que le sigamos, para que siguiendo sus pasos podamos llegar hasta el
Padre; aquí se manifiesta lo que de esto se sigue, según las enseñanzas del
Bautista. Vino con el fin de que todos crean por él, preparados para que puedan
llegar sin mayor dificultad al Verbo perfecto. Dice además: "Este es el
que ha de venir en pos de mí".
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 15
Como si dijese (San Juan) no creáis que todo
consiste en mi bautismo, porque si mi bautismo fuese perfecto, no vendría otro
después de mí a dar otro bautismo; mas todo esto es preparación de aquél, y
pasará en breve como la sombra y la imagen; pero conviene que el que impone la
verdad venga después de mí. Y si este bautismo fuera perfecto, nunca hubiese
sido necesario un segundo. Y por esto añade: "El que ha sido engendrado antes
de mí" es digno de mayor honor y de mayor respeto.
San Gregorio, ut sup
Al decir: "Ha sido hecho antes que
yo" da a entender que había sido antepuesto a él. Viene después de mí,
porque ha nacido después. Y ha sido engendrado antes de mí, porque es superior
a mí.
Crisóstomo, ut sup
Y para que no se crea que su respectiva
excelencia es comparable, y para manifestar mejor la diferencia, añade:
"Del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado". Como
diciendo: en tanto es superior a mí yo no soy digno de contarme ni aun entre
sus servidores más humildes, porque soltar el calzado es lo último que puede
hacer el que sirve.
San Agustín, ut sup
Por lo que si se hubiera juzgado digno de
soltar la correa de su calzado, no hubiera aparecido más humilde.
San Gregorio, in Evang. hom. 7
Fue costumbre entre los antiguos que si
alguno no quería casarse con alguna de las que le correspondían, debía soltarle
el calzado a aquél que le fuese destinado en razón de verdadero parentesco. Y
al aparecer Jesucristo entre los hombres, ¿qué otra cosa es más que el esposo
que se presenta a la Iglesia santa? Por lo tanto San Juan se considera como
indigno de soltar la correa de su calzado, como diciendo terminantemente: no
puedo descubrir los vestigios del Redentor, porque el nombre de esposo no me lo
merezco, y por ello no lo usurpo. Lo cual también puede entenderse de otro
modo. ¿No sabemos todos que el calzado se hace con pieles de animales muertos?
Pero habiendo venido el Señor por medio de la Encarnación, aparece como
calzado, porque tomó sobre su divinidad la sustancia mortecina de nuestra
corrupción. Y la correa de su calzado es la ligadura del misterio. San Juan,
pues, no se atreve a soltar la correa de su calzado porque no puede penetrar el
misterio de su Encarnación, como si dijese claramente: ¿Qué de particular tiene
que sea mayor que yo, si considero que aun cuando ha nacido después que yo, no
comprendo el misterio de su nacimiento?
Orígenes, in Ioannem, tom. 6
Hay alguno que ha dicho, y no sin razón, que
esto debe entenderse así: No soy yo de tanto mérito para considerar su
existencia de tan elevado origen y creer que ha recibido la carne como un
calzado sólo por causa mía.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 16
Y como San Juan predicaba a todos con
oportuna libertad lo que se refería a Jesucristo, el Evangelista dice aquí el
lugar donde lo hacía, añadiendo: "Esto aconteció en Betania, de la otra
parte del Jordán, en donde estaba Juan bautizando". Porque no predicaba a
Jesucristo ni en la casa ni en la esquina, sino al otro lado del Jordán, en
medio de la multitud y estando presentes los que había bautizado. Algunos
ejemplares dicen en Betábora 1, porque Betania no estaba al otro lado del Jordán, ni en el desierto,
sino cerca de Jerusalén.
Glosa
Pero hay dos Betanias: una al otro lado del
Jordán y otra a la parte acá, no muy distante de Jerusalén, en donde Lázaro fue
resucitado.
Crisóstomo, ut sup
También se fija en esto por otra causa.
Porque no refería cosas antiguas sino las que habían ocurrido poco tiempo
antes, por lo que cita como testigos a los que estaban presentes y habían visto
aquello que se refería, haciendo la demostración hasta de los lugares.
Alcuino
Mas Betania quiere decir casa de obediencia,
por medio de la que se manifiesta que todos deben obediencia a la fe para venir
al bautismo.
Orígenes
Y Betábora quiere decir "casa de
preparación", y conviene con el bautismo de San Juan, que servía para
preparar al Señor un pueblo perfecto. Jordán quiere decir "la bajada de
aquéllos". ¿Y quién será este río, sino nuestro Salvador, por medio del
cual deben purificarse los que entran en este mundo, no porque Este sea quien
baje, sino el género humano? Este río separa las gracias concedidas por Moisés
de las concedidas por Jesucristo. Los manantiales de Este alegran la ciudad de
Dios. Además, así como el caimán nada en el río de Egipto, así el Señor se
oculta en este río. Mas el Padre está en el Hijo, y los que marchan a donde El
se encuentra para lavarse dejan el oprobio de Egipto y se preparan a recibir la
heredad eterna. Además se purifican de la lepra y son capaces de merecer las
dos gracias, estando dispuestos para recibir las del Espíritu Santo. Porque
este Espíritu nunca había bajado en forma de paloma sobre el otro río. San Juan
bautizaba al otro lado del Jordán, como precursor del que había de venir a
llamar no a los inocentes sino a los pecadores (o sea el precursor de Aquél que
vino a llamar a los pecadores y no a los inocentes).
Notas
1. Betábara. Aldea transjordánica donde, según algunos manuscritos de algunos Padres, bautizaba Juan. Es distinta de la tierra de Lázaro, Marta y María.