DÍA 8. NOVENA A LA VIRGEN DE GUADALUPE
ORACIONES DEL TRIDUO
PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
SÚPLICAS A NTRA. SRA. DE GUADADUPE
I
Virgen Santísima, Madre del Verbo Encarnado, por aquella maternal piedad con que amparaste a los mexicanos recibiéndoles por tus hijos desde los primeros años en que nuestra nación recibió la predicación del Evangelio; te pedimos, oh, Madre, nos alcances constancia en la fe y valor en las tentaciones, para que, unidos de entendimiento y de voluntad, vivamos siempre sujetos al Supremo Pastor de la Iglesia Católica, en la cual solamente podemos conseguir nuestra eterna salvación.
Dios te salve, María...
II
Virgen Santísima, que con el dulce nombre de Santa María de Guadalupe te dignaste aparecer en medio de nosotros y establecer en el templo que escogiste el trono de tu misericordia y de tu protección, te pedimos, oh, Madre, que, así como nos visitaste y amparaste con tu aparición, así nos visites con tu maternal presencia y auxilio en la hora de nuestra muerte.
Dios te salve, María…
III
Virgen Santísima, Madre y Abogada nuestra, que en señal de singular protección nos dejaste milagrosamente pintada tu adorable Imagen que nos sirviera como de glorioso estandarte para vencer a los enemigos de nuestra Fe y de nuestras almas, te pedimos, oh, Madre, por el Sagrado Corazón de tu Santísimo Hijo y por tu Purísimo Corazón, que así como veneramos tu Imagen aquí en la tierra, así lleguemos a gozar de tu maternal presencia en el cielo.
Dios te salve, María…
Unidos a ella, alabemos y adoremos a la Santísima Trinidad: Gloria al Padre…
DÍA OCTAVO
Solemne Procesión y colocación de la Santa Imagen en su primera Ermita.
PUNTO PRIMERO
Divulgada la noticia del portento, empezaron luego, los indios especialmente, a concurrir al Oratorio del Obispo para admirar y adorar la Imagen celestial de la noble Indita y Madre de Dios. “Toda la ciudad se alborotó” refiere el autor contemporáneo en su relación escrita en lengua mexicana: “toda la ciudad con los barrios de los indios se alborotó para ver a la Santísima Imagen. Veían cómo milagrosamente se apareció y que ninguno del mundo la había pintado en la manta de Juan Diego.” Pero, como que cada día crecía más el concurso al Oratorio; el Santo Prelado trasladó la Santa Imagen con las rosas milagrosas a la Iglesia Mayor, que fue después Catedral. Asegurado mientras tanto de que la pequeña y pobre Ermita estaría acabada dentro de pocos días, por ser muchísimos los indios que, con ardor, trabajaban en ella de día y de noche, hizo notificar a todos que en el próximo día 26 de diciembre, segundo día de Pascua de Navidad, la Santa Imagen con solemne procesión sería trasladada al Tepeyac y colocada en su Ermita. Y así se ejecutó con la solemnidad y pompa que todos sabemos. Los infatigables indios llenaron de arcos y enramadas toda la calzada que es de una legua, desde la Iglesia Mayor a la Ermita; cubrieron todo el suelo de hierbas olorosas y de muchas y diversas flores que habían traído de los pueblos de tierra templada, en donde las hay todo el año. De trecho en trecho dispusieron coros de músicas y grupos de diestros danzadores, vestidos de los ricos y vistosos adornos de preciosa plumería, de que se ataviaban en los bailes, que ellos llaman mitotes. Otros, y en mayor numero, vestidos de sus adornos guerreros, armados de sus arcos y flechas y de una especie de espada que llamaban macana, recorrían la calzada y se formaban en línea como los soldados españoles, para acompañar la Procesión.
Reflexión.
Tierno espectáculo fue esta Procesión, si se tienen en consideración todas las circunstancias de tiempo, lugar y personas, en que se hizo. Diríase que en aquella Procesión estaba representado el antiguo y el nuevo Continente: vencidos y vencedores, hermanos ya en la Fe, se esmeraban en obsequiar a la común Madre celestial que sentaba su trono precisamente en medio de las Américas, para ser reconocida como Soberana del Nuevo Mundo. ¿Y de qué humildes principios tuvo origen este hecho grandioso que iba a renovar la faz de estas tierras, acabadas de descubrir? Demos gracias a la Virgen por haberse aparecido como la Estrella de la mañana para disipar las tinieblas de la idolatría; démosle gracias también por habernos dejado en su Imagen celestial, un recuerdo perpetuo de su protección y amor.
PUNTO SEGUNDO
Un acontecimiento desagradable turbó por un instante el regocijo popular. Pues entre los festejos que los indios celebraron en este día, hubo un simulacro de guerra en canoas en la Laguna próxima a la Ermita; disfrazándose unos con trajes de Chichimecas, y otros con los trajes de guerreros aztecas. En el colino del combate, “se desmandó del arco de un azteca una flecha y paso de parte a parte el cuello de un indio del bando de los Chichimecas, quedando luego al instante allí muerto. En medio de lágrimas y alaridos le llevaron delante de la Santa Imagen, orando por él. Al punto se levantó vivo y sano; sacáronle la flecha, que aún le tenía atravesado el cuello, quedando sin lesión ni herida y solo con unas ligeras señales de ella para testigos del milagro. Agradecido y alegre en medio de la indecible alegría y alborozo de todos, el indio volvió a su canoa, y acabada la fiesta se dedicó al servicio de la Virgen en su Ermita, y en este ejemplo perseveró toda su vida.”
Reflexión
¿Cuántas veces acontece que en medio de una buena obra o cuando más ocupados nos encontramos en disponer y ordenar unas sagradas funciones, o devotos ejercicios, un estorbo inesperado viene a turbarnos? No desconfiemos ni perdamos ánimo: recurso a Dios y a su Madre, y adelante: porque el Señor, que empezó la buena obra, la llevará al cabo. Comúnmente, las buenas obras llevan consigo como sello de ser de Dios, algunas espinas de contratiempo y contradicción. Y señal indudable de nuestra recta intención en casos semejantes es, cuando lo que llevamos entre manos, amas de servir a la gloria de Dios y al provecho de las almas, nos proporciona a nosotros penas y bochornos. “A ti solo oh, Señor, gloria y honor; y a mí, desprecio y confusión”, como repetía el Profeta Daniel (Dan. 9. 7.)
PUNTO TERCERO
Desde el día de la colocación de la Santa imagen en su Ermita, empezaron las peregrinaciones de los indios al Tepeyaca. A medida que se propagaba la noticia del prodigio, acudían, cada semana, y aún cada día en ciertos tiempos del año, indios de todas las tribus desde muy lejanas tierras Los convertidos confirmábanse en su fe, y los idólatras atraídos de la vista de la Cihusapilli o Noble Indita, movidos de la gracia interior, se convertían y pedían el bautismo. Pueblos enteros emprendían a mediados de noviembre sus peregrinaciones al Santuario; deteníanse unos días en honrar con sus cantos y bailes simbólicos y con largas visitas en el templo, a su amada Madre, que ellos decían Tónanzin, Teotenantzin. En el siglo pasado, a pesar de haber disminuido por la peste y otras causas el número de los indios, en el solo día 12 de diciembre de 1794 se contaron veinticuatro mil indios, llegados de treinta, cincuenta, sesenta y más leguas de distancia. Y así continuaron en los años siguientes, hasta nuestros días, en que las Peregrinaciones tomaron el aspecto impotente que todos admiramos.
Reflexión
Imitemos la constancia de estos buenos indios en la devoción a la Virgen: imitemos su viva fe cuando están delante de la Santa Imagen, especialmente en los días en que, turnándose pueblos enteros, hacen sus visitas solemnes. Si vieran con los ojos corpóreos a la Santísima Virgen, no podrían dar muestras de más acendrada devoción y encendidos afectos. Pero la ven con los ojos de la Fe, que produce aquellos tiernos afectos y con tal intensidad que no los produciría la vista corporal. El P. Juan Bautista Zappa, llamado por la misma Virgen de Guadalupe desde Italia a México para ser apóstol de los indios, mientras un día pasando por un portal de la Ciudad de México saludaba una Imagen de la Virgen, diciéndole: “¡Madre mía! ¿qué haré yo para agradaros?" oyó en el fondo de su corazón esta respuesta: “Cuando seas como uno de estos mis hijos”, refiriéndose a unos indios que allí estaban vendiendo sus frutas y verduras.
ORACIONES
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Pida cada uno la gracia que desea alcanzar por la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe.
ORACIÓN DE SAN BERNARDO
ACORDAOS, ¡oh, piadosísima Virgen María! que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro auxilio, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, yo también acudo a Vos, oh, Madre ¡Virgen de las vírgenes! y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. No despreciéis, ¡oh, Madre de Dios! mis súplicas; antes bien escuchadlas y, acogedlas benignamente, Amen.”
No, nunca te alejes, no faltes jamás:
si somos tus hijos, oh, Madre, piedad.
V. Ruega por nosotros Santa María Virgen de Guadalupe.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos
¡Oh, Dios! que con habernos colocado bajo el singular patrocinio de la Santísima Virgen María nos quisiste colmar de perpetuos beneficios, te suplicamos nos concedas que, así como nos alegramos hoy de su conmemoración en la tierra, así consigamos gozar de su presencia en el cielo. Así te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
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Nos cum Prole pía
Benedicat Virgo María!
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