DÍA 3. NOVENA A LA VIRGEN DE LA GUADALUPE
ORACIONES DEL TRIDUO
PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
SÚPLICAS A NTRA. SRA. DE GUADADUPE
I
Virgen Santísima, Madre del Verbo Encarnado, por aquella maternal piedad con que amparaste a los mexicanos recibiéndoles por tus hijos desde los primeros años en que nuestra nación recibió la predicación del Evangelio; te pedimos, oh, Madre, nos alcances constancia en la fe y valor en las tentaciones, para que, unidos de entendimiento y de voluntad, vivamos siempre sujetos al Supremo Pastor de la Iglesia Católica, en la cual solamente podemos conseguir nuestra eterna salvación.
Dios te salve, María...
II
Virgen Santísima, que con el dulce nombre de Santa María de Guadalupe te dignaste aparecer en medio de nosotros y establecer en el templo que escogiste el trono de tu misericordia y de tu protección, te pedimos, oh, Madre, que, así como nos visitaste y amparaste con tu aparición, así nos visites con tu maternal presencia y auxilio en la hora de nuestra muerte.
Dios te salve, María…
III
Virgen Santísima, Madre y Abogada nuestra, que en señal de singular protección nos dejaste milagrosamente pintada tu adorable Imagen que nos sirviera como de glorioso estandarte para vencer a los enemigos de nuestra Fe y de nuestras almas, te pedimos, oh, Madre, por el Sagrado Corazón de tu Santísimo Hijo y por tu Purísimo Corazón, que así como veneramos tu Imagen aquí en la tierra, así lleguemos a gozar de tu maternal presencia en el cielo.
Dios te salve, María…
Unidos a ella, alabemos y adoremos a la Santísima Trinidad: Gloria al Padre…
DÍA TERCERO
Por mandato de la Virgen vuelve Juan Diego a hablar con el Obispo.
PUNTO PRIMERO
“El día siguiente, domingo 10 de diciembre, Juan Diego, después de haber oído la Misa y asistido a la doctrina en la Iglesia de Santiago de Tlaltelolco, a cosa de las diez volvió a casa del Obispo; y humillado en su presencia le dijo con lágrimas y gemidos, que por segunda vez había visto a la Madre de Dios, en el propio lugar en que la vio la vez primera; y que de nuevo le había mandado volver a su presencia y decirle que le edificase un templo, y que le certificase como era la siempre Virgen Maria Madre de Dios la que le enviaba. Oyóle con mayor atención el Obispo y empezó a moverse y a darle crédito: y para certificarse más del hecho, le hizo diversas preguntas y repreguntas, amonestándole que viese bien lo que decía. Y aunque conoció que no podía ser sueño, ni ficción del indio, para asegurar mejor la certidumbre de este negocio, le dijo: que no era bastante lo que le había dicho para poner luego en obra lo que pretendía; y que así le dijese a la Señora que le enviaba le diese algunas señas, de donde coligiese que era la Madre de Dios la que le enviaba y que era su voluntad se le labrase templo..."
Reflexión
Primera: Fruto de la obediencia de Juan Diego a la Virgen y de la humilde y respetuosa manera con que volvió a hablar, fue que el Santo Prelado empezó a moverse a darle crédito y tomar en consideración lo que le proponía el indio; aunque se trataba de un negocio tan importante y extraordinario. Cuando nuestras instancias van acompañadas de la humildad y debida sujeción, los que nos dirigen se inclinan a condescender a nuestros ruegos: por el contrario, la manera porfiada y poco comedida les obliga, por decirlo así, a irnos a la mano. Segunda: Eso de que el Obispo pide por medio de Juan Diego una señal “para asegurar mejor la certidumbre de este negocio”, no es caso nuevo en la Iglesia, y muchos ejemplos tenemos de ello en la Historia eclesiástica, cuando los Prelados no tienen otra manera cierta de conocer la verdad. Si nosotros procediéremos con sinceridad de intención, con humilde acatamiento y confianza en Dios, no dejará de ampararnos, aún con su extraordinaria Providencia.
PUNTO SEGUNDO
Respondió el indio: “Señor, mira cual ha de ser la señal que pides, que luego iré a pedírsela a la Reina del cielo”. Y viendo el Obispo que el indio se afirmaba y que con nada se confundía, ni había puesto excusa en pedir la señal, mucho se admiró. Y habiéndole despedido, luego avisó a dos familiares de su mayor confianza, que sin ser vistos siguiesen al indio sin perderle de vista y viesen a dónde iba y con quién hablaría. Así lo ejecutaron los familiares; pero luego que Juan Diego llegó a donde es ahora la plaza de Guadalupe, se les desapareció. Y aunque lo buscaron con toda diligencia, no le hallaron: por lo que llenos de despecho volviéronse y dijeron al Obispo que aquel indio era un mentiroso y hechicero, y que le hiciese castigar si volviese. Pero el Santo Prelado se calló, admirado de este acontecimiento...
Reflexión
Primera: Muy conocido tenía el Obispo el carácter encogido, miedoso y muy corto de los indios: pues por el temor reverencial que tenían a los mismos misioneros ni se atrevían a decirles que deseaban confesarse. Por esta razón, mucho se admiró el Santo Prelado de oír hablar a Juan Diego sin turbación alguna. También a nosotros el Señor no nos faltará en los apuros en que nos hallaremos, dándonos aquel valor que naturalmente no tenemos, y enseñándonos cómo o qué hemos de hablar. Segunda: no imitemos a los familiares del Obispo que juzgaron mal de Juan Diego sin tener justa razón para ello; antes bien, imitemos al Santo Prelado en suspender el juicio, en las cosas no averiguadas de nuestros prójimos. Muy a menudo se repite en los Santos Evangelios: “No juzguéis y no seréis juzgados: no condenéis y no seréis condenados; porque con la medida con que midiereis seréis medidos” (Matth. 7. 2). Por esta razón, el apóstol san Pablo reprendía a algunos: “¿Y quién eres tú que juzgas a tu hermano?” (Rom. 4. 13).
PUNTO TERCERO
“Luego que Juan Diego llegó a la cumbre del Cerrito, encontró en él a la Virgen que le aguardaba con la respuesta de su mensaje. Humillado el indio en su presencia le dijo: que el Obispo, después de varias preguntas y repreguntas que le había hecho, añadió que no era suficiente su simple relación para tomar resolución en negocio tan grave; y que te pidiera a ti, noble niña mía, una señal cierta, por la cual conociese que me enviabas tú y que era voluntad tuya que se te edificase templo en este sitio. Agradeciole María Santísima con palabras cariñosas el empeño y diligencia que había puesto; y le mandó que volviese al día siguiente al mismo paraje, y que allí le daría señal cierta, con que el Obispo le diese crédito.”
Reflexión
Primera: sin que fuese bastante diligencia alguna de las muchas que hicieron los familiares del Obispo, rodeando y escudriñando el cerro para dar con el indio Juan Diego, este encontró a la Virgen, le habló, recibió la contestación y muy contento volvió a su casa. Esto quiere decir que, si Dios permite estorbos, nunca permitirá que las buenas obras emprendidas queden sin ejecutarse. Para ello empero necesitamos paciencia y valor, confiando en que el que comenzó la buena obra en nosotros, la perfeccionará. (Philip, 1. 6). Segunda: en la promesa que hace la Virgen de enviar al Obispo la señal que este le mandó pedir, tenemos otro indicio cierto de una verdadera revelación y aparición sobrenatural. Pues Dios, que puso en su Iglesia a los Obispos, sostiene la autoridad que les dio, aún con medios extraordinarios cuando fuere menester. Por el contrario, hay que desconfiar de aquellos buenos pensamientos en que de alguna manera se encubren censuras y juicios poco favorables acerca del modo de proceder de los que nos dirigen.
ORACIONES
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Pida cada uno la gracia que desea alcanzar por la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe.
ORACIÓN DE SAN BERNARDO
ACORDAOS, ¡oh, piadosísima Virgen María! que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro auxilio, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, yo también acudo a Vos, oh, Madre ¡Virgen de las vírgenes! y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. No despreciéis, ¡oh, Madre de Dios! mis súplicas; antes bien escuchadlas y, acogedlas benignamente, Amen.”
No, nunca te alejes, no faltes jamás:
si somos tus hijos, oh, Madre, piedad.
V. Ruega por nosotros Santa María Virgen de Guadalupe.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos
¡Oh, Dios! que con habernos colocado bajo el singular patrocinio de la Santísima Virgen María nos quisiste colmar de perpetuos beneficios, te suplicamos nos concedas que, así como nos alegramos hoy de su conmemoración en la tierra, así consigamos gozar de su presencia en el cielo. Así te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
***
Nos cum Prole pía
Benedicat Virgo María!
*