DÍA 5. NOVENA A LA VIRGEN DE GUADALUPE
ORACIONES DEL TRIDUO
PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS
+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
SÚPLICAS A NTRA. SRA. DE GUADADUPE
I
Virgen Santísima, Madre del Verbo Encarnado, por aquella maternal piedad con que amparaste a los mexicanos recibiéndoles por tus hijos desde los primeros años en que nuestra nación recibió la predicación del Evangelio; te pedimos, oh, Madre, nos alcances constancia en la fe y valor en las tentaciones, para que, unidos de entendimiento y de voluntad, vivamos siempre sujetos al Supremo Pastor de la Iglesia Católica, en la cual solamente podemos conseguir nuestra eterna salvación.
Dios te salve, María...
II
Virgen Santísima, que con el dulce nombre de Santa María de Guadalupe te dignaste aparecer en medio de nosotros y establecer en el templo que escogiste el trono de tu misericordia y de tu protección, te pedimos, oh, Madre, que, así como nos visitaste y amparaste con tu aparición, así nos visites con tu maternal presencia y auxilio en la hora de nuestra muerte.
Dios te salve, María…
III
Virgen Santísima, Madre y Abogada nuestra, que en señal de singular protección nos dejaste milagrosamente pintada tu adorable Imagen que nos sirviera como de glorioso estandarte para vencer a los enemigos de nuestra Fe y de nuestras almas, te pedimos, oh, Madre, por el Sagrado Corazón de tu Santísimo Hijo y por tu Purísimo Corazón, que así como veneramos tu Imagen aquí en la tierra, así lleguemos a gozar de tu maternal presencia en el cielo.
Dios te salve, María…
Unidos a ella, alabemos y adoremos a la Santísima Trinidad: Gloria al Padre…
QUINTO DÍA
Juan Diego recoge en el Cerrito las flores milagrosas y las lleva por mandato de la Virgen al Obispo.
PUNTO PRIMERO
Desde cerca del Pocito en donde le encontró, la Virgen Santísima acompañada de Juan Diego, se adelantó como unas setenta y cinco varas hasta la raíz del Cerro; y parándose en el lugar en donde se construyó después la primera Ermita, díjole: “Súbete, hijito mío muy amado, a la cumbre del cerro en que me has visto y hablado, y corta las flores y rosas que hallaras allí; recógelas en tu tilma y tráelas acá y te diré lo que has de hacer y pedir. Obedeció el indio sin réplica...”
Reflexión
Bien sabía el indio que no era tiempo de flores, por ser ya invierno, y aquel sitio en especial muy frío: que el lugar, aunque fuese tiempo de ellas, por su esterilidad y por lo pedregoso que era, aún en la primavera no daba sino abrojos y espinas; de suerte que naturalmente no podía prometerse en él flores y rosas. Y con todo, sin replicar, con fe en las palabras de la Virgen, subió diligentemente al punto señalado. Admiremos y también imitemos la viva fe de este buen indio, el cual, sabiendo que era la Madre de Dios la que le mandaba ir a cortar las flores, no opuso réplica de que muy poco antes por tres veces había estado en el paraje y no había visto rosas, ni flores: ni que en un sitio árido y seco y en el rigor del invierno no podía haberlas. De la misma manera, sabiendo nosotros que quien nos dirige tiene el lugar de Dios, debemos someter nuestro juicio propio y no hacer ningún caso de lo que nuestro humano discurso nos propone en contra. Hay que insistir mucho en este punto que es la clave maestra de la vida espiritual. Justus meus ex fide vivit/ el hombre justo vive de fe, repite a menudo el apóstol San Pablo: de donde san Ignacio de Loyola, en su célebre carta sobre la obediencia, dedujo que “presuponiendo y creyendo (en un modo semejante al que se suele tener en las cosas de fe) que todo lo que el superior ordena es ordenanza de Dios Nuestro Señor; y a ciegas, sin inquisición ninguna, proceder con la prontitud de la voluntad a la ejecución de lo que es mandado.” Por esta razón el Salvador decía a sus apóstoles: “quien a vosotros oye, a mí oye; y quien a vosotros desprecia, a mí desprecia." (Luc. 10. 16). Efectivamente, la luz de la razón y la luz de la fe nos manifiestan que Dios tiene tal providencia de todos y de cada uno de nosotros, que todo lo dispone para nuestro bien. Nada hay en nuestra vida, sea grande, sea pequeño, que nos acontezca sin haberlo Dios permitido y dirigido a nuestro aprovechamiento. Sea cual fuere la intención del hombre que propone y lleva al cabo sus planes, Dios todo lo tiene previsto y lo dispone para conseguir el fin de nuestra salvación. Luego con toda verdad y con toda razón podemos y debemos decir, que todo lo que nos acontece es por disposición y voluntad de Dios, que nos quiere salvar.
PUNTO SEGUNDO
En el sitio señalado halló Juan Diego grande cantidad de flores y rosas, olorosas y con rocío. Cortó cuantas pudo abarcar en el regazo de su tilma, y llevolas a la Virgen que le aguardaba. La tierna Madre con sus dos manos cogiolas todas como que las registraba y examinaba, y volviendo a ponerlas y componerlas en la tilma, dijo al indio: “Estas flores y rosas son las señales que has de llevar al Obispo, a quien de mi parte dirás todo lo que has visto, y que por seña de ellas haga luego lo que le ordeno...”
Reflexión
Primera: al mando de la Virgen brotan flores y rosas hermosísimas en donde y cuando no podía haberlas; y a la voz de la Virgen, si dóciles las oyéremos, brotarán de nuestro corazón, árido y estéril, flores de virtud y vida cristiana. Pues: “fácil cosa es delante de Dios el enriquecer de repente al pobre.” (Eccli n. 23.) Con sólo oír la voz de la Virgen, santa Isabel y el niño que llevaba en el seno fueron llenos del Espíritu Santo; la sola presencia de la Virgen llenó de beneficios y de alegría toda la casa. Lo propio, a no dudarlo, nos acontecerá a nosotros, si con filial confianza acudiéremos a ella, como a nuestra Madre. Y podremos repetir: Flores apparuerunt in terra nostra. Te laudamus, Sancta Dei Gentirix. Flores han aparecido en nuestra tierra: a Ti alabamos, oh, Santa Madre de Dios. Segunda: consideremos la benevolencia maternal de la Virgen; así como una madre se entretiene en enseñar a su pequeñuelo; así la Reina de los cielos y de la tierra se entretiene en enseñar a su humilde mensajero. ¡Y qué contento estaría este al ver las flores milagrosas, con que vio coronada su obediencia! Así también nos acontecerá a nosotros, si fuésemos obedientes; porque “el hombre obediente cantará victoria.” (Prov. 21. 29).
PUNTO TERCERO
Prosiguió la Virgen: “Ten cuidado, hijito mío, con esto que te digo: no muestres a persona alguna en el camino lo que llevas, ni despliegues tu tilma sino en presencia del Obispo, y dile lo que te mandé hacer ahora, y con esto le pondrás ánimo para que ponga por obra mi templo. Despedido de la Virgen Juan Diego, muy contento, tomó el camino de México, seguro de que con aquella señal surtiría efecto su embajada. Y trayendo con gran tiento las rosas, sin soltar alguna, las venía mirando de rato en rato, gustando de su fragancia y hermosura…
Reflexión
Primera: aprendamos la prudencia en nuestros negocios: no divulguemos nuestros proyectos tan fácilmente: porque en donde haya muchos que los sepan, habrá también muchos que los estorben. Seguros de la aprobación de los que nos dirigen, a nadie comuniquemos nuestros planes, porque: “lo que quieras sepan pocos, no lo digas a nadie.” Segunda: una de las señales de que ciertos favores extraordinarios vienen realmente de Dios, es el recato, el secreto y el silencio acerca de ellos. Solamente la obediencia vence la repugnancia que se siente de manifestarlos. Estas almas favorecidas con tales dones padecen muchísimo cuando tienen que manifestarlos, como todos sabemos aconteció a santa Teresa de Jesús; pero la obligación que tienen de dar cuenta de todo a sus directores, si no les permite callarlos, no les quita, sin embargo, el miedo de que todo sea ilusión del demonio o imaginaciones vanas de su cabeza. Al contrario, revelaciones que se publican ligeramente y que se propagan con facilidad, indicios tienen de mal espíritu.
ORACIONES
PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS
Pida cada uno la gracia que desea alcanzar por la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe.
ORACIÓN DE SAN BERNARDO
ACORDAOS, ¡oh, piadosísima Virgen María! que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro auxilio, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, yo también acudo a Vos, oh, Madre ¡Virgen de las vírgenes! y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. No despreciéis, ¡oh, Madre de Dios! mis súplicas; antes bien escuchadlas y, acogedlas benignamente, Amen.”
No, nunca te alejes, no faltes jamás:
si somos tus hijos, oh, Madre, piedad.
V. Ruega por nosotros Santa María Virgen de Guadalupe.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos
¡Oh, Dios! que con habernos colocado bajo el singular patrocinio de la Santísima Virgen María nos quisiste colmar de perpetuos beneficios, te suplicamos nos concedas que, así como nos alegramos hoy de su conmemoración en la tierra, así consigamos gozar de su presencia en el cielo. Así te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.
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Nos cum Prole pía
Benedicat Virgo María!
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