viernes, 2 de agosto de 2024

Día 3. EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA SOBREPASA A TODAS LAS MARAVILLAS. MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


Día 3.

EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA SOBREPASA A TODAS LAS MARAVILLAS

MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

CON SAN JUAN EUDES

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes

Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

Día 3.

EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA SOBREPASA A TODAS LAS MARAVILLAS

De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.

 

Entre todas esas maravillas hay una que las sobrepasa a todas: es el Corazón incomparable de esta gran reina; es lo más admirable que hay en ella: mundo de maravillas, océano de prodigios, abismo de milagros, principio y fuente de todo lo excepcional y extraordinario que hay en esta gloriosa princesa. Toda la gloria de la hija del rey está en su interior (Sal 44, 14). Pues por la humildad, la pureza y el amor de su santísimo Corazón llegó a la sublime dignidad de Madre de Dios y se hizo digna por consiguiente de todas las gracias, favores y privilegios de que Dios la colmó en la tierra; y de todas las glorias, felicidades y grandezas de que la colmó en el cielo; y de todo lo grande y maravilloso que obró y obrará eternamente en ella y por ella.

No se extrañen, por tanto, de que yo afirme que el Corazón virginal de esta Madre de amor es un Corazón admirable. Cierto que ella es admirable en su maternidad porque ser Madre de Dios es el milagro de los milagros al decir de san Bernardo. Y cierto que su Corazón muy augusto es un Corazón admirable por ser el principio de su dignísima maternidad y de todas las maravillas que la acompañan. ¿Oh Corazón admirable de la Madre incomparable, acaso todas las criaturas del universo no son otros tantos corazones que te admiran, te aman y te glorifican eternamente?

Sería preciso ser todo corazón para hablar y escribir debidamente del Corazón todo divino de la Madre de un Dios. Habría que poseer las mentes y los corazones de los querubines y de los serafines para conocer perfectamente las perfecciones y para anunciar dignamente las excelencias del nobilísimo Corazón de la reina de los ángeles. Lo que digo no es suficiente. Sería necesario tener el mente, el corazón, la lengua y la mano de Jesús, rey de los corazones, para poder comprender, honrar, anunciar y poner por escrito las maravillas inefables que se encierran en este sacratísimo Corazón, el más digno, real, y más maravilloso de todos los corazones luego del Corazón adorable del Salvador.

No soy tan temerario como para pretender encerrar en este libro los tesoros inmensos y los milagros innumerables que se contienen en este Corazón incomparable, que es y será por siempre el objeto cautivador de todos los habitantes del cielo.

Si los ángeles al mirar a su reina, que es también la nuestra, en el momento de su Concepción Inmaculada, y verla llena de gracia, de hermosura y de majestad, se quedan del todo fascinados y llenos de asombro dicen: Quién es ésta que aparece y que se levanta como aurora del día, bella como la luna, escogida como el sol, terrible como ejército en orden de batalla? (Cantar 6, 9). Les dejo pensar cuáles serían sus embelesos y éxtasis al contemplar en el cielo tantas maravillas que se dan en su Corazón virginal, a partir del primer instante de su vida en la tierra hasta el último.

Si el Dios de los ángeles, al mirar la marcha y los pasos de esa gran princesa, los encuentra tan santos y agradables a los ojos de su divina majestad que habla de ellos con admiración: ¡Oh, que tu andar es hermoso, hija del soberano príncipe! (Cantar 7, 1) y si él anima a su Iglesia, militante y triunfante, a celebrar a lo largo de varios siglos en la tierra, y por toda la eternidad en el cielo, los pasos que dio para ir a visitar a su prima santa Isabel, juzguen de qué manera admira y honra y cuánto quiere que admiremos y honremos con él todos los santos movimientos y todas las manifestaciones admirables de su amabilísimo Corazón.

Si la menor de las acciones de esta divina Virgen, representada por uno de sus cabellos, es tan agradable a Dios que lo hace exclamar que le ha herido su Corazón, y que se lo embelesado con un cabello de su cuello (Cantar 7, 9), que diríamos de los millones de actos de amor que, como otras tantas llamas sagradas, brotaban continuamente de la hoguera ardiente de su Corazón virginal, inflamado por entero de amor divino, y que se lanzaba sin cesar hacia el cielo, y hacia el Corazón adorable de la santísima Trinidad.

Si la santa Iglesia, guiada en todo por el Espíritu Santo, celebra desde hace mucho en la tierra y eternamente celebrará en el cielo, varias fiestas en honor de acciones especiales, muy pasajeras, de la Madre de Dios, como su Presentación, para honrar el hecho de presentarse a Dios en el templo de Jerusalén; la de la Purificación en honor del momento en que, obediente, cumplió una ley que no le concernía; o la fiesta de nuestra Señora de las Nieves, en memoria de la dedicación del primer templo, que en su honor y por su deseo, se levantó; y si algunas Iglesias solemnizan fiestas, como lo veremos más adelante, para venerar algunos vestidos que sirvieron a su cuerpo, qué loores, alabanzas y solemnidades merece su divino Corazón, que durante setenta y dos, o al menos sesenta y tres años, produjo, tantísimos actos de fe, de esperanza y de amor a Dios y de caridad a los hombres, de humildad, de obediencia y de toda clase virtudes, y que fue principio y fuente de todos los santos pensamientos, afectos, palabras y obras de toda su vida. ¿Qué inteligencia sería capaz de comprender, qué lengua podría expresar las riquezas inestimables y los arcanos prodigiosos que se encerraron en este Corazón sin igual, rey de todos los corazones consagrados a Jesús.

Tu Hijo Jesús hizo, divina Madre, este océano inmenso. Solo él conoce los tesoros sin cuento que en él se encierran. Sólo él encendió el fuego que arde en esta hoguera. Sólo él mide la altura de las llamas que brotan de él. Sólo él puede calcular las perfecciones inmensas con que enriqueció esta obra maestra de su omnipotente bondad. Sólo él puede enumerar las gracias incontables que derramó en esta abismo de gracia: Él creó, vio, contó y midió (Sir 1, 9). Sólo él puede hablar de él dignamente.

 

Jaculatoria: Divina Madre, tu Hijo Jesús hizo este océano inmenso que es tu Corazón: permíteme que me sumerja en él.

 

Propósito: Hacer apostolado con estampas, medallas, escapularios u otros ingenios para que el Inmaculado Corazón sea conocido.  

 

PARA FINALIZAR

Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:

 

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen, no adoran,

no esperan y no os aman. (3 veces)

***

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente

y os ofrezco

el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes,

sacrilegios e indiferencias

con que El mismo es ofendido.

Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón

y del Corazón Inmaculado de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.