viernes, 30 de agosto de 2024

DÍA 31. CUATRO OBLIGACIONES PARA CON EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA. MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


DÍA 31.

CUATRO OBLIGACIONES PARA CON EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

CON SAN JUAN EUDES

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes

Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

DÍA 31.

CUATRO OBLIGACIONES PARA CON EL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.

 

Saludemos, pues, con san Cirilo, patriarca de Alejandría, a esta amabilísima María. Saludémosla con todo el corazón y digámosle:

Te saludo, santa Madre de Dios. Tú eres el más preciado tesoro de todo el universo.

¡Oh tesoro incomparable! ¡Oh Corazón admirable! ¡Oh bondad inefable de la amabilísima Trinidad, que nos ha dado este Corazón maravilloso y este tesoro inestimable, o digamos más bien, estos santísimos Corazones y estos riquísimos tesoros! Son cuatro Corazones y cuatro tesoros que poseemos: el Corazón adorable del Padre eterno, que es su Hijo Jesús; lo tenemos en la santa Eucaristía; el amable Corazón de este mismo Jesús que tenemos en las santas reliquias; el Corazón del Espíritu Santo que tenemos en las Sagradas Escrituras; y el benignísimo Corazón de la Madre de Dios. ¡Cuánto amor debemos tener al Sacramento de amor! ¡Qué respeto a las sagradas reliquias! ¡Cuánta veneración a las Sagradas Escrituras! ¡Qué devoción y cuánta ternura al muy bondadoso Corazón de nuestra amadísima Madre!

¡Oh, de cuánta riqueza disfrutamos por la posesión de esos cuatros grandes tesoros, especialmente del primero y del último, o sea del divino Corazón de Jesús y del santísimo Corazón de María! Ciertamente tenemos con qué pagar nuestras deudas y con qué satisfacer a todas nuestras obligaciones. Cargamos, en efecto, con cuatro valiosas deudas y con cuatro grandes obligaciones.

En primer lugar, debemos adorar y glorificar a la santísima Trinidad en todas sus grandezas y en todo lo que es, tanto en ella misma cuanto en las criaturas. Para satisfacer a esta obligación, ofrezcámosle todas las adoraciones, honores, y glorias que le fueron, le son y le serán dadas por el muy digno Corazón de Jesús y María.

En segundo lugar, debemos dar gracias a la divina bondad por infinidad de beneficios que hemos recibimos y recibimos de su generosa mano. Para pagar esta deuda ofrezcámosle todas las alabanzas y acciones de gracias que ha recibido y recibirá por siempre del Corazón agradecido de Jesús y María.

En tercer lugar, tenemos obligaciones infinitas de amar a Dios de todo nuestro corazón, de toda nuestra alma, de todas nuestras fuerzas, tanto por ser él todo amor en sí mismo y respecto de sí mismo, como por ser todo corazón y todo amor a nosotros. Sin embargo no hemos comenzado aún a amarlo como es debido. Para pagar esta deuda y para satisfacer esta falta, ofrezcamos al Padre eterno el divino Corazón de su Hijo que es todo amor a él y del todo encendido de amor digno de él. Ofrezcamos a Jesús el santísimo Corazón de su divina Madre que está transformado por entero en amor a él y que tiene más amor por él que todos los corazones de los ángeles y de los santos juntos.

En cuarto lugar, tenemos obligación de satisfacer a la justicia divina por nuestros incontables pecados, ofensas y negligencias. Para quedar a paz y salvo de esta obligación ofrezcámosle los sufrimientos, angustias y padecimientos que el muy buen Corazón de Jesús y María soportó en este mundo por amor nuestro. Ofrezcámonos también para sufrir todo lo que le plazca por su amor.

Cuando nos encontremos en alguna necesidad o aprieto, sea corporal o espiritual, roguemos al Padre eterno, con profunda humildad y plena confianza, por intercesión del amabilísimo Corazón de su divina Madre, que nos conceda lo que pedimos, de la forma que les sea más de su agrado. Sin duda obtendremos lo que deseamos.

Cuando caigamos en tristeza o desolación, a fin de recuperar el gozo y el consuelo, pensemos que tenemos un tesoro que contiene riquezas inestimables; que ese tesoro es el santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen, y que en ese Corazón hay más amor y afecto por nosotros como no lo hay en los corazones de los padres y madres que ha habido, hay y habrá; incluso más que en los corazones de los ángeles y de los santos. ¡Oh qué motivo de gozo y consuelo tenemos! Ciertamente si conociéramos bien el amor, las riquezas y ternuras que se dan por nosotros en este amabilísimo Corazón de nuestra muy buena Madre moriríamos de felicidad.

 

Jaculatoria: Hagamos cotidiana la oración que el Ángel de la Paz enseñó a los pastorcitos de Fátima: Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, y en reparación de los  ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los que Él es ofendido. Y por los méritos infinitos del Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores.

 

Propósito: Hacer los 5 primeros sábados de mes como la Virgen pidió en Fátima, ofreciendo la confesión y comunión, el rezo del rosario y la meditación de los misterios del rosario durante 15 minutos en reparación al Inmaculado Corazón.

 

 

PARA FINALIZAR

Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:

 

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen, no adoran,

no esperan y no os aman. (3 veces)

***

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente

y os ofrezco

el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes,

sacrilegios e indiferencias

con que El mismo es ofendido.

Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón

y del Corazón Inmaculado de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.