martes, 13 de agosto de 2024

DÍA 14. EL HONOR QUE DEBEMOS AL CORAZÓN ESPIRITUAL DE LA VIRGEN. MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


DÍA 14.

EL HONOR QUE DEBEMOS AL CORAZÓN ESPIRITUAL DE LA VIRGEN.

MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

CON SAN JUAN EUDES

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes

Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

DÍA 14.

EL HONOR QUE DEBEMOS AL CORAZÓN ESPIRITUAL DE LA VIRGEN.

De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.

 

En seguida expongo doce luces de que su Corazón estaba lleno.

Quien podría decir el santo uso que hizo de sus conocimientos. Es cierto, lo dice san Pablo, que la ciencia es madre de la vanidad y del orgullo cuando no va unida con la piedad y la humildad. Pero también es cierto que es fuente de muchas virtudes cuando está penetrada del espíritu de Dios, sobre todo si Dios mismo la da infusamente. En ese caso él le quita el veneno que podría mezclarse en ella, y concede la gracia de usarla santamente.

Tal era la ciencia de la santísima Virgen. Hizo de ella uso santo pues solo la empleó para llenarse de ardiente amor a Dios y procurar la salvación de las almas con mucho fervor; odió el pecado vigorosamente, se humilló profundamente, desdeñó lo que el mundo estima y estimó y abrazó lo que aborrece, es decir, la pobreza, la abyección y el sufrimiento. Nunca puso la mínima complacencia en las luces que Dios le dio, no se apegó a ellas, jamás se prefirió por esta causa a otra persona, sino que las consagró a Dios tan puras como puras salieron de su fuente.

Ahora digo que es el vivo retrato de los divinos atributos; que es imagen viviente de la santa Trinidad; que es un cielo de gloria, un paraíso de delicias para la divinidad; que es el trono más elevado del amor eterno; que es libro viviente escrito por la mano del Espíritu Santo, que contiene la vida de Nuestro Señor Jesucristo y los nombres de todos los predestinados; que es tesoro infinito que encierra en sí todos los secretos de Dios, todos los misterios del cielo y todas las riquezas del universo; que está dotado de varias otras calidades maravillosas y de excelencias muy señaladas.

Finalmente, querido lector, ¿quieres saber qué es el Corazón espiritual de la Madre de Jesús?

Es el Corazón de la Madre del amor hermoso que atrajo hacia él, por la fuerza de su humildad y de su amor, el Corazón del Padre eterno, o sea, su Hijo amadísimo, para ser el Corazón de su Corazón.

Este Corazón es fuente inagotable de dones, favores y bendiciones para todos los que aman sinceramente a esta Madre de amor; los que honran con dilección su Corazón amabilísimo, como el mismo Espíritu Santo le hace decir: Amo a los que me aman (Prov 8, 17).

Hacia este Corazón, regio y maternal, de nuestra reina y nuestra Madre tenemos deberes infinitos.

Es el Corazón que ha amado y glorificado a Dios más que todos los corazones de los hombres y de los ángeles. Por esa razón nunca lo honraremos como se merece. ¡Qué honor merecen tantas cosas grandes y admirables! ¡Qué honor se debe a este Corazón, la parte más noble del alma santa de la Madre de un Dios! ¡Qué alabanzas merecen las facultades de este divino Corazón de la Madre Virgen, a saber, su memoria, su entendimiento, su voluntad, la más íntima parte de su espíritu; jamás estuvieron al servicio de nadie distinto de Dios, por la fuerza de su Espíritu Santo! ¡Qué respeto se debe a su santa memoria ocupada solamente en repasar los favores indecibles que recibió de la divina liberalidad y de las gracias derramadas incesantemente sobre todas las criaturas para agradecerle continuamente!

¡Qué veneración se debe a su entendimiento, siempre ocupado en considerar y meditar los misterios de Dios y sus divinas perfecciones, para honrarlas e imitarlas! ¡Qué veneración se debe a su voluntad, perpetuamente sumergida en el amor de su Dios! ¡Qué honor merece la parte superior de su espíritu, noche y día aplicado en contemplar y glorificar a su divina Majestad de manera excelentísima!

Finalmente, de qué alabanzas es digno este Corazón maravilloso de la Madre del Salvador. Nunca tuvo algo que le fuera desagradable a su Señor; estaba lleno de luz y colmado de gracia; poseía en perfección todas las virtudes, dones y frutos del Espíritu Santo y todas las bienaventuranzas evangélicas, adornado de tantas otras excelencias.

Debes confesar, querido lector, que, aunque el cielo y la tierra y todo el universo se emplearan eternamente y con todas sus fuerzas en cantar las alabanzas de este Corazón admirable y en dar gracias a Dios por haberlo colmado de tantas maravillas, nunca podrían hacerlo suficiente y dignamente.

 

Jaculatoria: Cantaré eternamente las grandezas del Inmaculado Corazón.

 

Propósito: Que nuestro criterio de discernimiento y acción sea solo este: agradar a Dios.

 

 

PARA FINALIZAR

Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:

 

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen, no adoran,

no esperan y no os aman. (3 veces)

***

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente

y os ofrezco

el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes,

sacrilegios e indiferencias

con que El mismo es ofendido.

Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón

y del Corazón Inmaculado de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.