lunes, 26 de agosto de 2024

DÍA 27. SANTUARIO, VÍCTIMA, SACERDOTE, INCENSARIO, ALTAR DEL DIVINO AMOR: DÉCIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN. MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


DÍA 27.

SANTUARIO, VÍCTIMA, SACERDOTE, INCENSARIO,  ALTAR DEL DIVINO AMOR: DÉCIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN  DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

CON SAN JUAN EUDES

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes

Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

DÍA 27.

SANTUARIO, VÍCTIMA, SACERDOTE, INCENSARIO,  ALTAR DEL DIVINO AMOR:  DÉCIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN  DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.

 

Todos los corazones de los ángeles y de los santos que hay en el cielo son otros tantos santuarios del amor divino. En ellos Dios es adorado, glorificado y amado sin cesar y diversamente, según la diferencia de grados de amor que poseen esos mismos corazones.

El divino Corazón de nuestro amabilísimo Salvador es el santuario de los santuarios y el amor de los amores, que siempre ha adorado, glorificado y amado a Dios, y que lo adorará, lo glorificará y lo amará siempre de manera digna de sus grandezas y bondades infinitas.

El santísimo Corazón de la Madre de este adorable Salvador es el segundo santuario del amor divino. Santuario fabricado por el amor increado y esencial que es el Espíritu Santo. Santuario jamás profanado por pecado alguno, adornado de santidad sin igual y de bondad resplandeciente de todas las virtudes en soberano grado. Santuario que siempre ha sido y será eternamente gloriosa morada del Santo de los santos. Santuario en el que ha habido siempre y habrá por siempre más honor, gloria y amor a la santísima Trinidad que en todos los santuarios materiales y espirituales que ha habido, hay y habrá en la tierra y en el cielo.

Este santuario encierra cuatro elementos principales que vamos a considerar.

El primero es el sacrificio perpetuo que allí se ofrece eternamente a Dios. Sacrificio de amor y de alabanza. Sacrificio de amor, pues este Corazón virginal estuvo siempre, durante la permanencia de la bienaventurada Virgen en la tierra y mucho más desde que está en el cielo, en ejercicio y sacrificio perpetuo de amor a Dios, pero de amor como no ha habido ni habrá nunca que le sea semejante, después del amor incomparable del Corazón deificado de Jesús.

Sacrificio de alabanza, pues ese mismo Corazón es hostia perpetua de alabanza, adoración, bendición, glorificación y acción de gracias a la santísima Trinidad. Ella es alabada más dignamente, adorada más perfectamente, y glorificada más altamente por este Corazón que por todos los corazones de los espíritus humanos y angélicos de la tierra y del cielo.

El segundo elemento son las víctimas de amor que allí son sacrificadas ¿De qué víctimas se trata? Las hay de tres especies principales.

La primera es esta víctima adorable que la bienaventurada Virgen ofreció a Dios con todo su corazón y con amor inconcebible, en el templo de Jerusalén y en el Calvario, y que ofrece todavía de continuo en el cielo y en todos los divinos sacrificios que se hacen diariamente y a toda hora por la tierra entera. Si todos los cristianos gozan del derecho de ofrecer a su divina Majestad el mismo sacrificio que le es ofrecido por los que tienen el carácter sacerdotal, cuanto más la Madre del soberano sacerdote debe gozar de este derecho y de este poder. No digo que esté presente en esos sacrificios que se hacen en la tierra con presencia corporal y sensible. Está en ellos de espíritu, de corazón y de afecto. Y puesto que no tiene sino un Corazón, un espíritu y una voluntad con su Hijo, quiere todo lo que él quiere. Ella lo acompaña de espíritu y afecto por doquier esté, para hacer con él, en cierta manera, todo lo que él hace. Si las santas vírgenes siguen al Cordero a donde vaya, ¿podría esta reina de las vírgenes estar separada de su divino Cordero?

La segunda víctima sacrificada en ese mismo santuario es la Madre del Salvador. Como este adorable redentor se inmoló a sí mismo para la gloria de su Padre y para nuestra salvación, su santísima Madre, queriendo imitarlo en todo lo que fuera posible, se sacrificó también ella misma a la gloria de su Dios, y se sacrificó con un Corazón del todo enardecido de amor a su divina Majestad. Vivió en la tierra en sacrificio continuo de su ser, de su vida, su cuerpo, de sus pensamientos, palabras y acciones, y de todas sus facultades y de sus sentidos exteriores e interiores, de todas sus pasiones, inclinaciones y satisfacciones, y en general de todo lo que era, tenía y podía.

La tercera víctima comprende infinidad de víctimas que han sido inmoladas a Dios en el maravilloso santuario del Corazón virginal. Para entenderlo, has de saber que si el Padre eterno nos dio todas las cosas al darnos a su Hijo, según estas divinas palabras: Con él nos lo dio todo (Ro 8, 32), con mayor razón hizo esa donación a la que eligió para ser Madre de su propio Hijo. Por ello esta reina del cielo y de la tierra, sabiendo muy bien que todo cuanto había en el universo le pertenecía y deseando hacer el mejor uso posible de ello para la gloria del que todo le había dado, ofrecía y sacrificaba a su divina Majestad todas las criaturas que hay en el mundo, como otras tantas víctimas. Sabía que no era posible tributar mayor honor a Dios que con ese sacrificio, y que por consiguiente no sería posible hacer uso santo de todo cuanto hay en nosotros sino ofreciéndolo, dándolo y sacrificándolo al soberano Señor de todo, es decir, en la manera como puede y debe ser sacrificado según su santísima voluntad.

Estas son las tres víctimas ofrecidas a Dios en el santuario del Corazón inmaculado de la Madre del soberano Sacrificador. Ella continúa, y lo hará eternamente, esta oblación en el cielo a la manera como allí su Hijo Jesús se ofrecerá eternamente con todos los seres del universo que su Padre le ha dado.

 

Nos queda por ver el último elemento que forma este admirable santuario. Es el altar del divino amor. En él todos los sacrificios precedentes han sido hechos, se hacen de continuo y se harán eternamente de la manera como dijimos. ¿De qué altar se trata? Es el amabilísimo Corazón de la madre de amor. Escuchemos nuevamente al santo e ilustre doctor Juan Gerson, lumbrera brillante de la universidad de París: Después del divino sacrificio que Nuestro Señor ofreció de sí mismo en el altar de la cruz, el más agradable a Dios y más provechoso al género humano, es el que fue ofrecido a su divina Majestad por la santísima Virgen en el altar de su Corazón cuando tantas y tantas veces y con tanto amor ofreció a su Hijo único y amadísimo como hostia viva. Es el verdadero altar de los holocaustos en el que el fuego sagrado del divino amor ardía continuamente, noche y día, sin interrupción alguna. Es el altar de oro que san Juan vio en el cielo ante el trono de Dios”.

Cuando cada día decimos: Entraré al altar de Dios, nos referimos a este altar del Sagrado Corazón de la gloriosa Virgen y con él al divino Corazón de su Hijo Jesús que no forma sino uno con el de su amadísima Madre. No siendo sino uno estos dos Corazones, según hemos dicho varias veces, estos dos altares, en cierto modo, no forman sino un solo altar. Y en ese altar vamos a ofrecer el sacrificio que mil y mil veces es ofrecido por la Madre.

 

JACULATORIA: Todo honor y toda gloria a la Santísima Trinidad, en unión a los  Sagrados Corazones de Jesús y de María.

 

PROPÓSITO: En el ofertorio de la misa o en el ofrecimiento de obras, entreguémonos de todo corazón, con todo lo que nos pertenece, al Hijo y a la Madre para unirnos a ellos en todos sus sacrificios y en el amor ardentísimo con el que los ofrecen.

 

PARA FINALIZAR

Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:

 

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen, no adoran,

no esperan y no os aman. (3 veces)

***

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente

y os ofrezco

el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes,

sacrilegios e indiferencias

con que El mismo es ofendido.

Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón

y del Corazón Inmaculado de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.