viernes, 23 de agosto de 2024

DÍA 24. EL IMPERIO DE LA DIVINA VOLUNTAD: SÉPTIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN. MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


DÍA 24.

EL IMPERIO DE LA DIVINA VOLUNTAD: SÉPTIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN  DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

MES EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

CON SAN JUAN EUDES

 

ORACIÓN PARA COMENZAR

TODOS LOS DÍAS:

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:

 

Oración inicial inspirada en la de san Juan Eudes

Oh Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, quiero conocer y amar más y mejor el Corazón Inmaculado de tu Madre, obra que sobrepasa infinitamente mi capacidad. La he emprendido por tu amor y por el amor de tu dignísima Madre, apoyado en la confianza que tengo en el Hijo y en la caridad de la Madre. Tú sabes, Salvador mío, que solo pretendo agradarte y rendir a ti y a tu divina Madre un pequeño tributo de gratitud por las misericordias que he recibido de tu Corazón paternal, por intermediación de su benignísimo Corazón. Ves igualmente que de mí mismo solo soy un abismo de indignidad, de incapacidad, de tinieblas, de ignorancia y de pecado. Por ello, renuncio de todo corazón a todo lo mío; me doy a tu divino espíritu y a tu santa luz; me entrego al amor inmenso que profesas a tu amadísima Madre; me doy al celo ardentísimo que tienes por su gloria y su honor. Toma posesión de mi entendimiento y anímalo; ilumina mis tinieblas; enciende mi corazón; conduce mis obras; bendice mi trabajo y que te plazca servirte de él para el acrecentamiento de tu gloria y del honor de tu bendita Madre; imprime finalmente en los corazones de los hombres la verdadera devoción al amabilísimo e inmaculado Corazón de María.

 

Se meditan los textos dispuestos para cada día.

DÍA 24.

EL IMPERIO DE LA DIVINA VOLUNTAD: SÉPTIMA EXCELENCIA DEL SANTÍSIMO CORAZÓN  DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN

De libro El Corazón Admirable de la Madre de Dios de san Juan Eudes.

 

Después del amabilísimo Corazón de Jesús, jamás ha existido ni existirá nunca, ni en la tierra ni en el cielo, un corazón en el que la muy adorable Voluntad de Dios haya reinado tan perfecta y gloriosamente como el sacratísimo Corazón de la bienaventurada Virgen.

En primer lugar, esta gloriosa Virgen miraba y veneraba siempre esta divina Voluntad como su origen y principio de donde había recibido el ser y la vida. A ella refería incesantemente todos los usos y funciones como a su primera causa.

En segundo lugar, la miraba y honraba como a su último fin y a su muy deseable centro pues sabía bien que ella no estaba en el mundo sino para cumplir en todo la voluntad de su Creador. Todos sus pensamientos, palabras y acciones terminaban en ella y en esto amable centro su Corazón buscaba y encontraba su único reposo y su soberana felicidad.

En tercer lugar, la miraba y respetaba como a su reina y soberana. Todas sus órdenes le eran muy amadas y tan preciosas que hubiera preferido morir mil veces antes que alejarse de ella por nada del mundo.

En cuarto lugar, la miraba y amaba como a su verdadero paraíso. En ella encontraba delicias inconcebibles. No solo quería lo que esa voluntad quería, sino que lo quería en la manera como lo quería. Como su divina Majestad finca su felicidad infinita en querer todo lo que ella quiere esa divina Virgen ponía también toda su dicha y sus delicias en todas las voluntades de su Dios.

En quinto lugar, no solo consideraba la divina Voluntad en sí misma sino que la miraba también en los quereres de san José, su dignísimo esposo; en los edictos del emperador Augusto, aunque paganos e idólatra; en todas las leyes de Moisés; y en todas las órdenes de la divina Providencia tanto sobre su Hijo Jesús como sobre ella, y sobre todas las demás criaturas; amaba tanto esa santísima Voluntad en todo y se sometía a ella con tanto afecto que cuando la miraba inmediatamente la cumplía.

En sexto lugar, aunque esta Virgen incomparable no estuviera obligada a obedecer a otros sino a solo Dios, y que por ser la Madre de Dios y por consiguiente reina del cielo y de la tierra tuviera derecho de mandar a todas las criaturas, practicaba sin embargo muy perfectamente lo que la boca de san Pedro habría de enseñar mucho tiempo después, con estas palabras: Sean sumisos a toda humana criatura por Dios (1 P 2, 13). Estaba siempre dispuesta a someterse no solo a sus superiores sino también a sus iguales e incluso a los inferiores y a hacer más bien la voluntad de los otros que la suya, en cuanto pudiera hacerlo sin desagradar a Dios.

¿Qué más diré? Podría decir que esta Virgen muy sagrada tenía tanto amor a la adorabilísima Voluntad de Dios que esa Voluntad era el alma de su alma, el espíritu de su espíritu y el corazón de su corazón. Este espíritu y este corazón la hacían vivir una vida del todo celeste; animaban todas las facultades de su alma y todos sus sentidos interiores y exteriores; eran el principio de todas sus acciones y la llevaban a abrazar con muchísimo afecto todas sus aflicciones.

Escucho a mi Salvador que me dice que bajó del cielo no para hacer su voluntad sino la voluntad de su Padre; que su bebida y su comida, es decir, sus delicias y contento, era cumplir en todo esta adorable voluntad (Jn 4, 14). Su divina Madre ¿no podría decir con verdad, a imitación de su Hijo: No estoy en el mundo sino para hacer la voluntad de mi Creador y mi soberano placer es seguirla en todo?

Leí en el libro de santa Gertrudis, que hablando un día a su divino esposo, ella le decía: Pido, Señor mío, y deseo de todo mi corazón que su muy loable voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas, de la manera que mejor te plazca. Si esta santa tenía tanto amor a la voluntad de su divino esposo, ¿qué podría decirse y pensarse de la reina de todos los santos? Ella sola tiene más amor a todas las voluntades del que es su Dios, su Creador, su Salvador, su Hermano, su Hijo, su Padre, su Esposo, que todos los hombres y ángeles juntos.

Ciertamente puede decirse que estaba totalmente transformada en la divina Voluntad por el amor incomparable que le profesaba. Bien podía decirle Dios mismo, primera y principalmente, lo que dice a su Iglesia por boca del profeta Isaías: Te llamarás mi voluntad (Is 62, 4). Es decir, eres mi Corazón, mi amor, mi Esposa, mi muy amada, en la que tengo mi complacencia y mis delicias, pues tienes tanto amor a mi divina voluntad que estás del todo transformada en ella.

Finalmente, esta adorable voluntad estaba en el santo Corazón de la bienaventurada Virgen como en su casa. Cargaba siempre la llave y era su ama absoluta. Estaba allí como en su reino donde reinaba única y magníficamente. Era su carro triunfal donde vencía gloriosamente a todos sus enemigos. Era el cielo de su gloria donde nada la contradecía, nada que no estuviera totalmente sometido a sus órdenes, nada que no le fuera muy de su agrado, nada que no se empleara en adorarla y glorificarla continuamente.

 

Jaculatoria: Oh Inmaculado Corazón de María, hago tuya tu oración: Hágase en mí, Dios mío, tu voluntad.

 

Propósito: Renunciar a mi voluntad en este día a favor de mi prójimo.

 

PARA FINALIZAR

Unidos al Ángel de la Paz, a los santos pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, a las almas humildes y reparadoras, digamos:

 

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo.

Os pido perdón por los que no creen, no adoran,

no esperan y no os aman. (3 veces)

***

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo,

os adoro profundamente

y os ofrezco

el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad

de Nuestro Señor Jesucristo,

presente en todos los sagrarios de la tierra,

en reparación de los ultrajes,

sacrilegios e indiferencias

con que El mismo es ofendido.

Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón

y del Corazón Inmaculado de María,

os pido la conversión de los pobres pecadores.

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes y todos los santos amantes de los Sagrados Corazones, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.