martes, 4 de abril de 2023

4 de abril. SAN ISIDORO DE SEVILLA, OBISPO, CONFESOR Y DOCTOR

4 de abril

San Isidoro de Sevilla, obispo, confesor, doctor de la Iglesia

 

Isidoro, Doctor ilustre, español, natural de Cartagena, hijo de Severino, gobernador de la provincia. Los santos obispos Leandro de Sevilla y Fulgencio de Cartagena, sus hermanos, le iniciaron en la piedad y en las letras. Formado en las literaturas latina, griega y hebrea, e instruido en las leyes divinas y humanas, adquirió en grado eminente todas las ciencias, y a la vez todas las virtudes cristianas. Siendo joven, se opuso con tanto valor a la herejía arriana, profesada por los godos, que estuvo a punto de ser víctima de aquellos herejes, que dominaban en España. Habiendo muerto Leandro, fue elevado a la sede de Sevilla contra su voluntad, obligado principalmente por las instancias de Recaredo, y también por el deseo de la mayor parte del clero y del pueblo. Se cree que el papa San Gregorio Magno no solamente confirmó la elección con su autoridad apostólica, sino que le envió, como se acostumbraba, el palio, y le constituyó vicario suyo y de la Santa Sede en toda España.

La palabra es insuficiente para describir su constancia, humildad, paciencia y misericordia durante el episcopado, su solicitud en la restauración de la disciplina eclesiástica, y su incansable celo en sostenerla con sus palabras y escritos. Promotor y propagador eximio de la vida monástica, construyó muchos monasterios, edificó colegios, en los cuales, dedicándose a las ciencias sagradas y a la enseñanza, formó a muchos discípulos que a ellos concurrían; entre ellos se cuentan San Ildefonso de Toledo y San Braulio, obispo de Zaragoza. En un concilio que se reunió en Sevilla, Isidoro refutó y deshizo, después de una vehemente discusión, la herejía de los acéfalos, que amenazaba imponerse en España. Alcanzó tanta fama por su santidad y doctrina, que apenas pasados dieciséis años de su muerte, por todo un concilio reunido en Toledo, compuesto de más de doscientos cincuenta obispos, y con el voto de San Ildefonso, mereció ser llamado Doctor, novísima antorcha de la Iglesia, el hombre más docto del fin de los tiempos, cuyo nombre debe ser nombrado con reverencia. San Braulio no sólo le comparó con San Gregorio Magno, sino que confesó que había sido dado por el cielo a España para instruirla y para ocupar en ella el lugar de Santiago Apóstol.

Escribió libros sobre las Etimologías y los Oficios eclesiásticos, y otros muchos, de tal suerte útiles a la ciencia cristiana y eclesiástica, que el papa San León IV no dudó en escribir a los obispos de Inglaterra, que las sentencias de Isidoro debían ser retenidas como las de San Jerónimo y San Agustín, cuando surgiere alguna dificultad que no tuviese solución en los cánones. Muchas de sus sentencias se incluyeron entre las leyes canónicas de la Iglesia. Presidió el concilio cuarto de Toledo, el más célebre celebrado en España. Finalmente, después de haber librado a España de la herejía arriana, predicho su muerte y la invasión de los árabes y gobernado su Iglesia casi cuarenta años, voló al cielo, en Sevilla, en el año 636. Su cuerpo fue sepultado primeramente, según él había dispuesto, en medio de sus hermanos San Leandro y Santa Florentina. Fernando I, rey de Castilla y de León, lo rescató por una gran suma de dinero que dio a Eneto, príncipe sarraceno que gobernaba en Sevilla, y lo trasladó a León. En su honor se edificó un templo, donde sus milagros lo han hecho célebre y el pueblo le venera con devoción.

 

Oremos.

Oh Dios, que diste a tu pueblo por ministro de la salvación eterna al bienaventurado Isidoro; te suplicamos nos concedas que merezcamos tener por intercesor en los cielos al que hemos tenido por maestro de la vida en la tierra. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

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