5 de abril
San Vicente Ferrer, confesor
Vicente, nacido en Valencia, desde su infancia tuvo la madurez de un anciano. Tras haber considerado, según su ingenio, la fragilidad de las cosas mundanas, tomó el hábito en la Orden de Predicadores, a los 18 años de edad. Emitida la profesión religiosa, se dedicó con diligencia al estudio de las sagradas letras, consiguiendo muy honoríficamente el título de Doctor. Con el permiso de sus superiores, empezó con tanta eficacia a predicar la palabra de Dios, a confundir la perfidia de los judíos y a refutar los errores de los sarracenos, que ganó para la fe de Cristo a una multitud de infieles, y convirtió a miles de cristianos de la mala vida a la penitencia, de los vicios a la virtud. Vicente fue elegido por Dios para predicar las doctrinas de salvación a todos los pueblos, tribus y lenguas; mostrándoles que se acercaba el día del terrible juicio, conmovía de tal forma, que atemorizados se apartaban de los afectos terrenos, y se movían al amor de Dios.
Ejercitando los ministerios apostólicos, se levantaba cada día muy de mañana y celebraba Misa cantada; cada día predicó al pueblo; siempre observó inviolablemente el ayuno, a no ser que la enfermedad se lo impidiera; a nadie negó sus buenos y santos consejos; jamás comió carne ni vistió prenda alguna de lino; dirimió las contiendas de los pueblos; apaciguó a los que estaban en pugna, y como un cruel cisma rasgaba la inconsútil túnica de la Iglesia, trabajó mucho para unirla y para que perseverarán en la unidad. Resplandeció con todas las virtudes, y dando ejemplo de simplicidad y de humildad, recibió y abrazó a sus calumniadores y perseguidores.
Confirmando su vida y su predicación, la virtud divina obró, por su mediación muchos milagros. Muchas veces alcanzó la salud a los enfermos imponiéndoles las manos; arrojó los espíritus inmundos de los cuerpos, restituyó el oído a los sordos, la palabra a los mudos, la vista a los ciegos; curó leprosos y resucitó muertos. Finalmente, agobiado por la edad y la enfermedad, este infatigable pregonero del Evangelio, después de haber recorrido muchos países de Europa con gran fruto de las almas, terminó felizmente el curso de su vida en Vanne, en Bretaña, en el año de gracia, 1419. Fue inscrito en el catálogo de los Santos por el papa Calixto III.
Oremos.
Oh Dios, que te has dignado ilustrar a tu Iglesia con los méritos y predicación de tu Confesor el bienaventurado Vicente: concédenos que seamos enseñados por sus ejemplos, y mediante su patrocinio nos libremos de todas las adversidades. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.