6ª Palabra. “TODO ESTÁ CONSUMADO.” Benedicto XVI
MEDITACIÓN
DE LAS SIETE PALABRAS
con textos de Benedicto XVI
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS
Por la señal de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, contemplando el misterio de la cruz, adoremos a nuestro Señor Jesucristo Crucificado diciendo con santa Margarita María de Alcoque:
Oración de
Santa Margarita María de Alacoque
Humildemente postrada al pie de tu Santa Cruz, te diré con frecuencia, divino Salvador mío, para mover las entrañas de tu misericordia a perdonarme.
Jesús, desconocido y despreciado,
R/. Ten piedad de mí.
Jesús, calumniado y perseguido.
Jesús, abandonado de los hombres y tentado.
Jesús, entregado y vendido a vil precio.
Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente.
Jesús, vestido con una túnica de oprobio y de ignominia.
Jesús, abofeteado y burlado.
Jesús, arrastrado con la soga al cuello.
Jesús, azotado hasta la sangre.
Jesús, pospuesto a Barrabas.
Jesús, coronado de espinas y saludado por irrisión.
Jesús, cargado con la Cruz y las maldiciones del pueblo.
Jesús, triste hasta la muerte.
Jesús, pendiente de un infame leño en compañía de dos ladrones.
Jesús, anonadado y confundido delante de los hombres.
Jesús, abrumado de toda clase de dolores.
¡Oh Buen Jesús! que has querido sufrir una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor, imprime poderosamente su estima en mi corazón, y hazme desear su práctica.
Sexta Palabra
“TODO ESTÁ CONSUMADO” (Jn 19,30)
Benedicto XVI, 20 de marzo de 2008
«Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (Jn 13, 1). Ha llegado la «hora» de Jesús, hacia la que se orientaba desde el inicio todo su obrar.
San Juan describe con dos palabras el contenido de esa hora: paso y amor. Esas dos palabras se explican mutuamente: ambas describen juntamente la Pascua de Jesús: cruz y resurrección, crucifixión como elevación, como «paso» a la gloria de Dios, como un «pasar» de este mundo al Padre. No es como si Jesús, después de una breve visita al mundo, ahora simplemente partiera y volviera al Padre. El paso es una transformación. Lleva consigo su carne, su ser hombre. En la cruz, al entregarse a sí mismo, queda como fundido y transformado en un nuevo modo de ser, en el que ahora está siempre con el Padre y al mismo tiempo con los hombres.
Transforma la cruz, el hecho de darle muerte a él, en un acto de entrega, de amor hasta el extremo. Con la expresión «hasta el extremo» san Juan remite anticipadamente a la última palabra de Jesús en la cruz: todo se ha realizado, «todo está cumplido» (Jn 19, 30). Mediante su amor, la cruz se convierte en metabasis, transformación del ser hombre en el ser partícipe de la gloria de Dios.
En esta transformación Cristo nos implica a todos, arrastrándonos dentro de la fuerza transformadora de su amor hasta el punto de que, estando con él, nuestra vida se convierte en «paso», en transformación. Así recibimos la redención, el ser partícipes del amor eterno, una condición a la que tendemos con toda nuestra existencia.
Las palabras de Jesús, si las acogemos con corazón atento, realizan un auténtico lavado, una purificación del alma, del hombre interior. El evangelio del lavatorio de los pies nos invita a dejarnos lavar continuamente por esta agua pura, a dejarnos capacitar para participar en el banquete con Dios y con los hermanos. Pero, después del golpe de la lanza del soldado, del costado de Jesús no sólo salió agua, sino también sangre (cf. Jn 19, 34; 1 Jn 5, 6. 8).
Jesús no sólo habló; no sólo nos dejó palabras. Se entrega a sí mismo. Nos lava con la fuerza sagrada de su sangre, es decir, con su entrega «hasta el extremo», hasta la cruz. Su palabra es algo más que un simple hablar; es carne y sangre «para la vida del mundo» (Jn 6, 51). En los santos sacramentos, el Señor se arrodilla siempre ante nuestros pies y nos purifica. Pidámosle que el baño sagrado de su amor verdaderamente nos penetre y nos purifique cada vez más.
PETICIÓN: Gracias, Jesús mío, por haberme amado hasta el extremo de morir por mí en la cruz.
FRUTO: Confesar con frecuencia y recomendar la confesión a familiares y amigos.
CONCLUSIÓN: Terminemos nuestra meditación con la oración del Beato Juan de Palafox pidiendo hacer siempre la voluntad de Dios.
SEÑOR DE LOS SEÑORES.
Oración del Beato Juan de Palafox
Señor de los señores, dulcísimo Jesús y Dios mío, que padecisteis por mí, si conviene a Vuestra gloria y servicio, y al bien de mi alma, vuestra esclava, que yo padezca por vos, hágase vuestra santísima voluntad. Tenedme, Señor de Vuestra mano, y que yo nunca os ofenda y siempre os sirva, y si vos gustáis de que padezca y que muera, hágase vuestra santísima voluntad.
Vos sabéis, Señor, cuantos enemigos tengo, y las calumnias que se me han impuesto, si vos gustáis que yo muera a sus manos, dame paciencia y amor vuestro y dolor de mis gravísimas culpas; hágase vuestra santa voluntad.
Yo, Señor, encomiendo mi alma, y este obispado y a todos mis amigos y a todos mis enemigos; parad a los unos, templad a los otros, y todos juntos hagamos vuestra santa voluntad. Yo, Dios mío, quisiera haberos servido mejor; mis deseos han sido buenos, mis obras malas, perdonadme por quien vos sois, y por todos mis santos abogados, hágase en mí, Dios mío, vuestra Santa voluntad. Vuestro esclavo soy, Dios; dadme, Señor, vuestro amparo en todos tiempos, aconsejadme y guiadme y hágase vuestra Santísima Voluntad; Dulcísimo Jesús, mi alma, mi corazón os doy para que hagáis en él vuestra santísima voluntad: esclavo de mi dulcísimo Jesús.
Para concluir cada día:
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.