EL RESPETO DEBIDO A PEDRO
Dom Gueranger
SÁBADO IN ALBIS
EL RESPETO DEBIDO A PEDRO. — Este episodio de la mañana del día de Pascua le ha reservado para hoy la Santa Iglesia, porque en él figura San Pedro, cuya voz se ha dejado oír ya en la Epístola. Este es el último día en que asisten los neófitos al Sacrificio revestidos de blanco; mañana su exterior no les distinguirá en nada de los otros fieles. Importa, pues, insistir con ellos sobre el fundamento de la Iglesia, fundamento sin el que la Iglesia no podría subsistir y sobre el que deben ellos establecerse, si quieren conservar la fe en la que han sido bautizados y que han de guardar pura hasta el fin para obtener la salud eterna. Ahora bien, esta fe se mantiene firme en todos aquellos que son dóciles a las enseñanzas de Pedro y veneran la dignidad de este Apóstol. Aprendamos de otro Apóstol, en este pasaje del santo Evangelio, el respeto y la deferencia que son debidas al que Jesús encargó de apacentar todo el rebaño, corderos y ovejas. Pedro y Juan corren juntos a la tumba de su maestro; Juan, más joven, llega el primero. Contempla el sepulcro: pero no entra. ¿Por qué esta humilde reserva en el que es el discípulo amado del Maestro? ¿Qué espera? Espera al que Jesús ha antepuesto a todos ellos, al que es su Jefe, y a quien pertenece obrar como jefe. Pedro llega; entra en el sepulcro; comprueba todo y en seguida Juan penetra, a su vez, en la gruta. Admirable enseñanza que Juan mismo quiso darnos, escribiendo con su propia mano este relato misterioso. Toca a Pedro el preceder, el juzgar, el obrar como maestro; y toca al cristiano seguirle, escucharle, rendirle honor y obediencia. Y ¿cómo no iba a ser así cuando vemos incluso a un Apóstol y tal Apóstol, obrar de este modo con Pedro, y cuando éste no había aún recibido más que la promesa de las llaves del Reino de los Cielos, que no le fueron dadas de hecho, sino en los días siguientes?