LA IGLESIA ES AQUELLA QUE ACOGE
LA PALABRA
Reflexión diaria acerca de
la Palabra de Dios.
El Señor pronuncia su Palabra para que la reciban
aquellos que han sido creados precisamente «por medio» del Verbo mismo. «Vino a
su casa»: la Palabra no nos es originariamente ajena, y la creación ha sido
querida en una relación de familiaridad con la vida divina. El Prólogo del
cuarto Evangelio nos sitúa también ante el rechazo de la Palabra divina por
parte de los «suyos» que «no la recibieron» (Jn1,11). No recibirla
quiere decir no escuchar su voz, no configurarse con el Logos. En
cambio, cuando el hombre, aunque sea frágil y pecador, sale sinceramente al
encuentro de Cristo, comienza una transformación radical: «A cuantos la
recibieron, les da poder para ser hijos de Dios» (Jn1,12).
Recibir al Verbo quiere decir dejarse plasmar por Él hasta el punto de llegar a
ser, por el poder del Espíritu Santo, configurados con Cristo, con el «Hijo
único del Padre» (Jn1,14). Es el principio de una nueva creación, nace
la criatura nueva, un pueblo nuevo. Los que creen, los que viven la obediencia
de la fe, «han nacido de Dios» (cf. Jn 1,13), son partícipes de la vida
divina: «hijos en el Hijo» (cf. Ga 4,5-6; Rm 8,14-17).
He aquí el rostro de la Iglesia como aquella que acoge
el Verbo de Dios que, haciéndose carne, ha venido a poner su morada entre
nosotros (cf. Jn 1,14).
Cfr.
Verbum Domini 50