Homilía
de maitines
25 de julio
SANTIAGO APOSTOL,
PATRONO DE ESPAÑA
Forma
Extraordinaria del Rito Romano
HOMILIA DE SAN
JUAN CRISOSTOMO
Homilía 60
sobre San Mateo
Nadie
se
turbe al oírnos decir que los Apóstoles fueron tan imperfectos, ya que no se
había consumado todavía el misterio de la cruz ni se había aun infundido en sus
corazones la gracia del Espíritu Santo. Si quieres, empero, conocer
verdaderamente su virtud, considera lo que fueron después de recibir la gracia
del Espíritu Santo, y les veras triunfar de toda perversa inclinación. Por
esto, cabalmente, se pone de manifiesto ahora su imperfección, para que puedas
ver claramente la transformación que obró en ellos la gracia. Es evidente que
en esta ocasión no pedían nada espiritual y que ni remotamente pensaban en el
reino de los cielos. Pero veamos también como se acercan al Señor, y que es lo
que le dicen: “Queremos, le dicen, que nos otorgues cuanto te pidamos”. A lo
cual, Cristo replica: “¿Y que es lo que queréis?”; no porque lo ignore, sino
para darles ocasión de descubrir en su respuesta la llaga de su alma, y poder
aplicarles la medicina.
Más
ellos, confusos y avergonzados, ya que obran impulsados tan solo por ambiciones
humanas, tomaron a Cristo aparte de los demás discípulos, para hacerle a solas
la demanda. Se adelantaron, en efecto para que no se enterasen los demás y así
expusieron finalmente lo que deseaban. Aspiraban, según mi opinión, a que les
fueran reservados los primeros de aquellos tronos que Jesús había prometido a
los Apóstoles. Conocían, sin duda, la predilección que Jesús les profesaba;
temiendo, sin embargo que Pedro fuese preferido a ellos, se atrevieron a
pedirle: “Manda que nos sentemos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Y
para obligarle mas, le dicen: “Manda”. ¿Qué les responderá Jesús? Dándoles a
entender que no solicitaban ninguna gracia espiritual, y que ni siquiera sabían
lo que le pedían, pues a saberlo, no osaran pedirlo, les responde: “¡No sabéis
lo que pedís!”; ignoráis cuan grande y cuan admirable es esto, y hasta que
punto es superior a las mismas Virtudes celestiales.
Y
añadió: “¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, y ser bautizados con el
bautismo con que yo soy bautizado?”. Ya veis cuán pronto desvaneció sus
ilusiones, anunciándoles precisamente todo lo contrario de lo que deseaban.
Porque vosotros, parece decirlos, me habláis de honores y de coronas; mas yo me
ocupo solo de luchas y de sudores. No es hora todavía de recompensas, ni la
gloria que me corresponde ha de
manifestarse ahora; estamos aun en tiempo de persecución, y de peligros.
Fijémonos, empero, como con la misma pregunta los exhorta y atrae. No les dice:
¿Podéis afrontar la muerte? ¿Podéis derramar la sangre? Sino: “¿Podéis beber el
cáliz, y para estimularles añade:, que yo he de beber?” : a fin de disponernos
mejora a sufrir con la perspectiva de participar en sus mismos sufrimientos