sábado, 16 de julio de 2016

EL ESCAPULARIO Y LA VIDA ETERNA. FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN




EL ESCAPULARIO Y LA VIDA ETERNA.
FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN
La pregunta más importante que hemos de hacernos en nuestra vida es la que encontramos en aquel pasaje evangélico donde un joven de buena familia y posición social, se acerca a Jesús y le pregunta: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”
¿Qué es la vida eterna? Nos responde el Catecismo: La vida eterna es la que comienza inmediatamente después de la muerte. Esta vida no tendrá fin; será precedida para cada uno por un juicio particular por parte de Cristo, juez de vivos y muertos.
Vida eterna que será de felicidad eterna para unos, Vida eterna que será condenación eterna para otros. Y sin en esta vida podemos conformarnos pensando que los sufrimientos y las situaciones de dificultad son pasajeros y antes o después se terminan, y este mismo hecho de que se terminan nos ayuda a superarlos… La eternidad no tiene esta característica de la temporalidad, la eternidad es para siempre, sin vuelta atrás, sin posibilidad de cambio. Y no debemos engañarnos con falsos conceptos sobre Dios y su misericordia. Dios no nos engaña y la Iglesia como Madre y Maestra tampoco.
Por eso, entendemos que la pregunta del joven rico, es la pregunta más importante que el hombre y la mujer se pueden hacer para su propio bien.  

Hoy, al celebrar a Nuestra Señora del Carmen, hemos de fijar nuestra atención en el interés que la Virgen María tiene por nuestra salvación. A ella, hemos sido entregados como hijos al pie de la cruz en la persona de san Juan. “Mujer, he ahí a tu hijo” son las palabras que Jesús dirige a su Madre para conferirle la maternidad sobre todos los hombres rescatados del dominio de Satanás por el sacrificio de la cruz.
Una misión que la Virgen acoge en la misma disposición de la Anunciación: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.” Una misión que lleva a la Virgen desde ese mismo momento a reunir en torno a sí a los discípulos de su hijo, en la oración, en la escucha de la Palabra de Dios, en la fracción del pan y en la caridad. Su Asunción a los cielos no la desentiende de nosotros y como afirma la Iglesia “Una vez recibida en los cielos no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.” LG 62

A lo largo de la historia, la Virgen María preocupada por nuestra salvación ha querido ofrecernos varios medios de salvación, para ayudarnos en el cumplimiento de los mandamientos de su Hijo y para que con más facilidad recorriésemos el camino de la santidad. El rezo del rosario, la corona en memoria de sus Dolores, los primeros sábados de mes y la devoción a su  Inmaculado Corazón, el Santo Escapulario…  son de los medios más importantes que la Virgen nos ha ofrecido y que han alcanzado una propagación universal en toda la Iglesia.
Hoy, al celebrar a la Virgen del Carmen, fijemos nuestra atención en esa prenda que la Virgen entregó el 16 de julio de 1251 a San Simón StocK, Padre General de la Orden del Carmen –de los carmelitas- con una promesa:  «Toma este hábito, el que muera con él no padecerá el fuego eterno». Esta es la primera promesa que conlleva portar el escapulario de nuestra Señora: la preservación o exención del infierno para cuantos mueren revestidos con el Escapulario Carmelitano.
Aproximadamente 70 años después, la Virgen enriquece su escapulario con una nueva promesa, confiada al Papa Juan XXII que estando en oración, se le apareció la Virgen, vestida con el hábito carmelitano, y le prometió sacar del purgatorio el sábado después de la muerte a quien muriese con el Escapulario. La Virgen dijo al Papa: "Yo Madre de misericordia, libraré del purgatorio y llevaré al cielo, el sábado después de la muerte, a cuantos hubieses vestido mi Escapulario". Es lo que llamamos Privilegio Sabatino, y que la Iglesia ha empeñado su infabilidad promulgando la Bula Sabatina el 3 de Marzo de 1322.

Hablar del Escapulario no es hablar de devociones pasadas, anticuadas o medievales, como algunos han querido ridiculizar; es algo importantísimo para nosotros, pues como ya dijo el Papa Pío XII: «No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen».

Como hijos agradecidos de la Virgen, hemos de ser astutos y servirnos de estos medios tan sencillos pero tan profundos que ella nos ha entregado. Hemos de llevarlo si ya nos lo han impuesto, hemos de pedir a un sacerdote que nos lo imponga si no lo hubiésemos hecho. Hemos de llevar colgado de nuestro cuello ese santo escapulario, ya en su forma tradicional de tela, ya en medalla, pero llevarlo, pues es el Sacramento de la Virgen que es salvación en los peligros, prenda de paz y de alianza eterna y  signo de salvación.
El santo escapulario no es un talismán que funcione mágicamente y nos otorgue la salvación por el simple hecho material de colgarlo de nuestro cuello. Como todo en el ámbito de la fe, depende de nuestras disposiciones interiores y de nuestra vida cristiana.
Para el devoto de María, no hay camino más corto, ni más fácil, ni más seguro para llegar a Jesús que la vida de unión con la Virgen y la imitación de sus virtudes. Al llevar el santo Escapulario recordemos que hemos de imitar a la Virgen en su humildad y castidad. Su forma sencilla ha de recordarnos las virtudes de la modestia, la santa pobreza y el candor. Al llevarlo día y noche hemos de recordar la necesidad que tenemos de orar en toda ocasión. Y como no, al llevar el escapulario  hemos de renovar nuestra consagración al Sacratísimo e Inmaculado Corazón de la Virgen María.
Así, con el Gran San Buenaventura podremos celebrar, experimentar y proclamar  que “Hay una novena bienaventuranza. Dice así: Bienaventurados los devotos de la Santísima Virgen, porque tendrán sus nombres escritos en el libro de la Vida Eterna.” Así lo pedimos, para nosotros, para nuestros familiares y amigos, para el mundo entero y para los pobres pecadores. Amén.