XI DOMINGO DESPUÉS
DE PENTECOSTÉS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
Dejando Jesús el territorio de
Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le
presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le
imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en
los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le
dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le
soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo
dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo
proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien:
hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Mc 7, 31-37