viernes, 1 de julio de 2016

EN EL CULTO A LA SANGRE DE CRISTO ESTÁ COMPENDIADA TODA LA FE CRISTIANA. San Gaspar del Bufalo, sacerdote




EN EL CULTO A LA SANGRE DE CRISTO  ESTÁ COMPENDIADA TODA LA FE CRISTIANA.



San Gaspar del Bufalo, sacerdote
En el culto a la sangre de Cristo  está compendiada toda la fe cristiana. No puede negarse que el Señor, siempre  rico en misericordia, en todo tiempo ha  suscitado  aquellos  medios  válidos,  capaces  de  llamar  a  las  almas  al  estudio  del   Crucificado, y de esta forma  contemplar en ellas la aplicación de la Redención de su  divina sangre.
Excluyendo  los  primeros  siglos  de  la  Iglesia,  siglos  fecundos  de  mártires,  en  la   épocas posteriores que nos recuerda la historia, ahora se ha combatido un dogma, ora  otro, ahora se han visto denigradas las cosas sagradas en una parte del orbe católico,  ora en otra; pero en nuestros  desventurados tiempos es general la crisis de los pueblos, e  indecible  la  perversión  de  las  máximas  y  de  las  costumbres,  donde  se  ocasionan  injurias  a  la  Redención  y  se  ve  frustrada por  la  malicia  humana  la  aplicación  de  los  méritos de Jesucristo que nos ha redimido con el precio de su Sangre. En el momento presente, ¿no se debe, Beatísimo Padre, avivar el celo apostólico y seguir las luces de las  almas  favorecidas  de  Dios,  con  el  fin  de  reavivar  en la  memoria  de  los  mismos  pueblos   el   inestimable   precio   de   nuestra  Redención   e   intentar   inducirlos   a   la  penitencia y al llanto? ¿Y no es acaso la sagrada Escritura la que nos da las pistas de  la reforma? “
Ha pacificado con la sangre de su cruz  todos los seres, los del cielo y los de  la  tierra”.  ¿No  sabemos  nosotros  que:  “ Cristo  ha  amado  a su  Iglesia,  se  ha  sacrificado por ella, la ha adquirido con su sangre”? ¿No nos dice la divina Sabiduría que  “justificados  en  su  sangre, seremos  salvados  de  la  ira  por  su  mediación”?  Ni  tampoco  basta  proferir  el  nombre  del  Señor  para  salvarse:  “No  quién  dice:  Señor,  Señor,  se  salvará,  sino  el  que  hace  la  voluntad  de  mi  Padre”.  Por  tanto,  dos  son  las  cosas que particularmente deben realizarse hoy en día: la primera, encontrar el modo de  aplacar  al  eterno  divino  Padre,  y  esto  nosotros  lo  tenemos  en  los  méritos  de  la  divina  sangre:  “tomaré  el  cáliz  de  la  salvación...”,  y  a  la  vez  procurar  la  efectiva  aplicación a las almas, en especial a través de las santas Misiones y de los Ejercicios Espirituales  y  de  otras  obras  pías  y  beneficiosas  adecuadas  a  las  necesidades  de  los  tiempos.
De hecho, estos fueron los motivos por los que el santo Pontífice Pío VII quiso erigir una confraternidad con el augustísimo título de la divina sangre. Los pecadores abusan con horror de ella y el Señor en los arrebatos de su amor se pregunta: ¿Cuál es  la  utilidad  de  mi  sangre?  Por  consiguiente,  haya  quien  la  proporcione  con  el  sagrado culto, la adoración de desagravio y a la vez predique a los pueblos sus glorias, señalando  que  en  esta  devoción  está  compendiada  la  fe  misma.  Así  decimos  en  la  consagración del cáliz: “Misterio de la fe”; y en ella, por consecuencia, está puesta la salvación de las almas. A  esta  devoción  hacen  referencia  los oráculos  proféticos,  los  vaticinios,  las  figuras,  los  sacrificios  de  la  antigua  alianza:  “lava  en  el  vino  las  vestiduras  y  en  la  sangre del vino el manto” se lee en el Génesis. A los Hebreos se le ordenó rociar las puertas con la sangre del cordero para verse libres de los castigos en Egipto: símbolo de  la  liberación  de  nuestras  almas  de  la diabólica  servidumbre.  Después  Moisés,  silenciando  lo  que  él hizo  en  sus  días,  “tomó  el  libro  de  la  Alianza,  roció  al  pueblo  con  la  sangre  diciendo:  Esta  es  la  sangre  de  la  Alianza  que  hace  el  Señor  con  vosotros...De   hecho,   todas   las   cosas   son  purificadas   con   la   sangre   y   sin   derramamiento de sangre no existe perdón.  Y el apóstol Pablo: “¿si la sangre de machos cabríos y de toros tienen el poder de  consagrar  a  los  profanos,  cuánto  más  la  sangre  de  Cristo  purificará  nuestra  conciencia?”  Y  silenciando  la  mayor  parte,  pues  las  sagradas  Escrituras  están  llenas  de  semejantes  expresiones:  “¿por  qué  es  roja  tu  vestidura?  ...  estaba  cubierto  con  una vestidura rociada de sangre...”
Sólo se puede añadir que con esta devoción se reaviva la memoria del bautismo, donde la divina sangre purifica nuestras almas, lo mismo que la de la penitencia y de los demás sacramentos. Y concluyendo, podemos decir: Porque nos redimiste, Señor, con tu sangre, nos has hecho para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
Las  demás  devociones  son  todos  medios  para  facilitar  la  piedad  católica,  pero  esta  es  la  base,  el  soporte,  la  esencia.  Las  demás  devociones,  surgidas  en  tiempos  diferentes,  representan  una  época  de  principio siempre santo y laudable, pero ésta es tan antigua que se remonta al momento en el que Adán pecó y por esto a Jesús se le llamó:  “Cordero  sacrificado  desde  la  fundación  del  mundo”.  Además  santo  Tomás  dice: “La  sangre  de  Cristo  es la  llave  del  paraíso”.  Y  san  Juan  Crisóstomo: “La sangre de Cristo es la salvación de las almas, oro inestimable es la sangre de Jesús.”