EN EL CULTO A LA SANGRE DE CRISTO ESTÁ
COMPENDIADA TODA LA FE CRISTIANA.
San Gaspar del Bufalo, sacerdote
En el culto
a la sangre de Cristo está compendiada
toda la fe cristiana. No puede
negarse que el Señor, siempre rico en misericordia,
en todo tiempo ha suscitado aquellos
medios válidos, capaces
de llamar a las
almas al estudio
del Crucificado, y de esta
forma contemplar en ellas la aplicación
de la Redención de su divina sangre.
Excluyendo los
primeros siglos de la Iglesia,
siglos fecundos de
mártires, en la épocas
posteriores que nos recuerda la historia, ahora se ha combatido un dogma,
ora otro, ahora se han visto denigradas
las cosas sagradas en una parte del orbe católico, ora en otra; pero en nuestros desventurados tiempos es general la crisis de
los pueblos, e indecible la
perversión de las
máximas y de
las costumbres, donde
se ocasionan injurias
a la Redención
y se ve
frustrada por la malicia
humana la aplicación
de los méritos de Jesucristo que nos ha redimido con
el precio de su Sangre. En el momento presente, ¿no se debe, Beatísimo Padre,
avivar el celo apostólico y seguir las luces de las almas
favorecidas de Dios, con el
fin de reavivar
en la memoria de
los mismos pueblos
el inestimable
precio de nuestra Redención
e intentar inducirlos
a la penitencia y al llanto? ¿Y no es acaso la
sagrada Escritura la que nos da las pistas de
la reforma? “
Ha pacificado
con la sangre de su cruz todos los
seres, los del cielo y los de la tierra”.
¿No sabemos nosotros
que: “ Cristo ha
amado a su Iglesia,
se ha sacrificado por ella, la ha adquirido con su
sangre”? ¿No nos dice la divina Sabiduría que
“justificados en su
sangre, seremos salvados de
la ira por
su mediación”? Ni tampoco basta
proferir el nombre del
Señor para salvarse:
“No quién dice:
Señor, Señor, se
salvará, sino el
que hace la
voluntad de mi
Padre”. Por tanto,
dos son las cosas
que particularmente deben realizarse hoy en día: la primera, encontrar el modo de aplacar
al eterno divino
Padre, y esto nosotros lo
tenemos en los
méritos de la
divina sangre: “tomaré
el cáliz de
la salvación...”, y a la
vez procurar la
efectiva aplicación a las almas,
en especial a través de las santas Misiones y de los Ejercicios Espirituales y de otras
obras pías y
beneficiosas adecuadas a
las necesidades de
los tiempos.
De hecho,
estos fueron los motivos por los que el santo Pontífice Pío VII quiso erigir
una confraternidad con el augustísimo título de la divina sangre. Los pecadores
abusan con horror de ella y el Señor en los arrebatos de su amor se pregunta: ¿Cuál
es la
utilidad de mi
sangre? Por consiguiente,
haya quien la
proporcione con el
sagrado culto, la adoración de desagravio y a la vez predique a los
pueblos sus glorias, señalando que en
esta devoción está
compendiada la fe misma.
Así decimos en
la consagración del cáliz:
“Misterio de la fe”; y en ella, por consecuencia, está puesta la salvación de
las almas. A esta devoción
hacen referencia los oráculos
proféticos, los vaticinios,
las figuras, los
sacrificios de la
antigua alianza: “lava
en el vino
las vestiduras y
en la sangre del vino el manto” se lee en el
Génesis. A los Hebreos se le ordenó rociar las puertas con la sangre del
cordero para verse libres de los castigos en Egipto: símbolo de la
liberación de nuestras
almas de la diabólica
servidumbre. Después Moisés,
silenciando lo que él
hizo en
sus días, “tomó
el libro de la Alianza,
roció al pueblo
con la sangre
diciendo: Esta es
la sangre de
la Alianza que
hace el Señor
con vosotros...De hecho,
todas las cosas
son purificadas con
la sangre y
sin derramamiento de sangre no
existe perdón. Y el apóstol Pablo: “¿si
la sangre de machos cabríos y de toros tienen el poder de consagrar
a los profanos,
cuánto más la
sangre de Cristo
purificará nuestra conciencia?”
Y silenciando la
mayor parte, pues las sagradas
Escrituras están llenas
de semejantes expresiones:
“¿por qué es
roja tu vestidura?
... estaba cubierto
con una vestidura rociada de
sangre...”
Sólo se puede
añadir que con esta devoción se reaviva la memoria del bautismo, donde la
divina sangre purifica nuestras almas, lo mismo que la de la penitencia y de los
demás sacramentos. Y concluyendo, podemos decir: Porque nos redimiste, Señor, con
tu sangre, nos has hecho para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
Las demás
devociones son todos
medios para facilitar
la piedad católica,
pero esta es
la base, el
soporte, la esencia.
Las demás devociones,
surgidas en tiempos
diferentes, representan una
época de principio siempre santo y laudable, pero ésta
es tan antigua que se remonta al momento en el que Adán pecó y por esto a Jesús
se le llamó: “Cordero sacrificado
desde la fundación
del mundo”. Además
santo Tomás dice: “La
sangre de Cristo
es la llave del paraíso”. Y
san Juan Crisóstomo: “La sangre de Cristo es la
salvación de las almas, oro inestimable es la sangre de Jesús.”