LA SOCIEDAD HA DE ESTAR AL SERVICIO DE LA FAMILIA
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la
Iglesia (n.252-254)
La sociedad y, en especial, las instituciones estatales, están llamadas —respetando
la prioridad y preeminencia de la familia—a garantizar y favorecer la
genuina identidad de la vida familiar y a evitar y combatir todo lo que la
altera y daña. Esto exige que la acción política y legislativa salvaguarde los
valores de la familia, desde la promoción de la intimidad y la convivencia
familiar, hasta el respeto de la vida naciente y la efectiva libertad de
elección en la educación de los hijos. La sociedad y el Estado no pueden, por
tanto, ni absorber ni sustituir, ni reducir la dimensión social de la familia;
más bien deben honrarla, reconocerla, respetarla y promoverla según el principio
de subsidiaridad.
Esto se concreta en el reconocimiento, el respeto y la
promoción de los derechos de la familia, como
sociedad natural fundada sobre el matrimonio, demarcando la diferencia
entre la familia, entendida correctamente, y las otras formas de convivencia,
que —por su naturaleza— no pueden merecer ni el nombre ni la condición de
familia. Solo defendiendo y respetando los derechos de la familia, se dará un
apoyo y tutela a los derechos individuales de cada persona.